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La cirugía, la mayor esperanza para los enfermos del corazón

En España, el infarto y todas las demás enfermedades ligadas a la arterioesclerosis están en ascenso y no hay esperanzas de que esta tendencia vaya a cambiar en los próximos años. La cirugía es uno de los métodos más utilizados para alargar y mejorar las vidas de los enfermos cardiovasculares. Algunas operaciones se realizan casi exclusivamente en Estados Unidos; otras, igual de espectaculares, son un hecho cotidiano en los quirófanos españoles.

Una operación de verdad se parece bastante a las que vemos en las películas: hay enfermeras que atienden solícitas las peticiones de "pinzas, suero, bisturí" y que llevan la cuenta exacta de los puntos que se han dado; hay también un bosque de cabezas y manos de médicos que se inclinan sobre el paciente, bajo la luz lunar del quirófano; hay, incluso, igual que en el cine, cirujanos muy altos y delgados, como el doctor Rábago.Cuando entramos en el quirófano, el paciente ya está preparado para ser intervenido: ha sido anestesiado, se le ha abierto el pecho y parado el corazón; su sangre ya no llega a éste, sino que da un rodeo a través de una máquina que hace el trabajo del corazón y los pulmones, en donde es oxigenada antes de volver de nuevo al cuerpo; es la llamada circulación extracorpórea, que en su día fue la verdadera revolución para las enfermedades cardiovasculares en la medida que permitió abordar multitud de lesiones que antes eran inoperables por la imposibilidad de detener la circulación sin dañar gravemente el cerebro, el cual no aguanta más de dos o tres minutos sin oxígeno.

En una operación como ésta no es la sangre, ni la especie de íntima catástrofe que es la docena de tubos y gomas que entran y salen lo que impresiona, sino ese agujero de veinticinco por veinte en que se ha convertido el pecho. Y sobre el agujero, en el que descansa, fláccido, el corazón, se mueven rápidas las manos del doctor Rábago: hay que cortar la válvula rota y colocar una mecánica. La válvula vieja del enfermo es un trocito de carne calcificada; la nueva, artificial, es redonda y brillante, como una moneda de diez duros, con una puertecita en medio, pero vale, curiosamente, 250.000 pesetas. "Las válvulas son tan caras", nos diría, después el doctor Rábago, "no por el valor material en sí, que quizá sea de 10.000 o 20.000 pesetas a lo sumo, sino por la investigación que tienen detrás y la que se hace constantemente para mejorarlas. Son importadas de Estados Unidos y no creo que compense hacerlas aquí, porque no hay un volumen de demanda suficiente".

Después de coser, punto por punto, con unos largos hilos azules que sujetan los cirujanos ayudantes, el corazón debe volver a funcionar: hinchado de sangre se hace mayor y ocupa casi totalmente el gran hueco del pecho, pero sus latidos son tan débiles y sin ritmo que hay que ayudarle para que lata con fuerza. Al fin, dos descargas eléctricas consiguen que los tímidos movimientos iniciales se conviertan en contracciones firmes y acompasadas. La operación, a falta de coser, ha terminado.

Aunque la cirugía resulte tan espectacularmente agresiva y sangrienta, existe la convicción de que, en las afecciones cardiovasculares, el bisturí es lo resolutivo; y esto es opinión no sólo de cirujanos, sino también de cardiólogos:"Es un hecho", dicen, "que la supervivencia de los tratados quirúrgicamente es más alta que la de los que sólo lo son médicamente".

Son descartados de las intervenciones solamente aquellos enfermos que o bien padecen una enfermedad muy leve, en la que el riesgo quirúrgico es similar al médico, o bien, en el otro extremo, los que tienen muy dañado el músculo cardiaco y sólo les remediaría un trasplante de corazón.

Las intervenciones más importantes son los reemplazamientos valvulares, que es la operación referida más arriba; las operaciones coronarias y las malformaciones congénitas.

Las enfermedades valvulares, al contrario de lo que ocurre con el infarto, van disminuyendo afortunadamente a medida que se eleva el nivel de vida. Es una patología en cierto modo tercermundista, mucho más corriente en la India que en Estados Unidos, y ello es así porque una de sus causas principales, la fiebre reumática, secuela de las infecciones estreptocócicas mal curadas, desaparece con la mejor atención médica.

El otro gran reto a la cirugía es la operación de coronarías, técnica que, especialmente para casos complicados, domina Estados Unidos, donde van a operarse pacientes de todo el mundo, entre ellos numerosos españoles, aunque la operación salga, al cambio, por una cantidad superior a los dos millones de pesetas.

Ciertos hospitales americanos obtienen mejores resultados por la simple razón de que, mientras aquí se han hecho cientos de operaciones, los americanos han hecho miles. "Una encuesta realizada entre los mejores hospitales de Europa", señala el doctor Zarco, "daba como resultado una mortalidad en intervenciones coronarias del 3,4%, mientras que en estos centros-punta de Estados Unidos la cifra baja al 0,4%".

"En Holanda, por ejemplo", continúa Zarco, "no operan a nadie. La Seguridad Social lo ha montado de tal manera que no les compensa poner servicios de cirugía cardiaca y mandan a los enfermos a Estados Unidos".

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