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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Austeridad en Francia

TRES DEVALUACIONES del franco, un crecimiento de los precios superior al de sus vecinos industriales y una capacidad adquisitiva de la población, que se orienta con preferencia a la importación de productos extranjeros y no estimula la producción nacional, era una situación insostenible. Como además Francia ha afirmado su decisión inquebrantable de continuar dentro de un Mercado Común sin protecciones arancelarias frente a los otros países miembros, así como a continuar dentro de un sistema monetario europeo con tipos de cambio prácticamente fijos, la única alternativa era la de adoptar un plan de austeridad de los diseñados por el Fondo Monetario Internacional a renglón seguido de la devaluación de su moneda. La mayoría de izquierda presidida por Mitterrand concede, así, la máxima prioridad a la lucha contra la inflación y la corrección del déficit exterior. Los objetivos sociales más ambiciosos enunciados después del triunfo electoral quedan postergados para más adelante.Las medidas que integran el programa de austeridad incluyen en primer lugar una reducción del déficit público. Se propone un recorte sustancial de los gastos de la Seguridad Social, al tiempo que se establece un impuesto suplementario del 1% sobre las rentas imponibles (las rentas bajas, situadas por debajo de un nivel mínimo, quedan exentas). Asimismo, las tarifas de los servicios públicos se incrementan sin contemplaciones con el fin de ahorrar varios millones de francos al Estado y cortar el déficit de las empresas públicas. Una subida de tarifas tiene, además, efectos negativos en el crecimiento del consumo de las economías familiares.

En segundo lugar, y en. el capítulo de reducción del consumo privado, pero atacándolo de manera directa e inmediata, se emitirá deuda pública de suscripción obligatoria amortizable a medio plazo. También se procederá a bloquear los incrementos salariales concedidos por las empresas en una cuenta de ahorro forzoso, con una duración limitada y unos intereses fijos. En tercer lugar, se intenta mejorar la competitividad de las empresas a base de reducir las cargas sociales de la mano de obra. La cuota empresarial de la Seguridad Social experimentará una rebaja progresiva. Finalmente, y en apoyo de la patriótica exhortación del presidente Mitterrand para que los franceses viajen con preferencia dentro del territorio metropolitano, se establece por persona un tope de 2.000 francos (36.000 pesetas a los nuevos tipos de cambio) para salir al extranjero.

Todo el programa de austeridad francés es una clara renuncia a los enunciados anteriores de crecimiento a través del incremento de la capacidad adquisitiva de la población trabajadora y de la mejora de su nivel de vida, gracias a una reducción de la jornada laboral y un aumento del período de vacaciones. Los costes empresariales han crecido más que la productividad, y las consecuencias no han sido otras que un alza rápida de los precios y un déficit exterior cada vez más elevado. El sector público tampoco ha renunciado a incrementar su papel, que, unido a una eficacia dudosa, ha generado un déficit, todavía pequeño, 3% del PIB, pero con un crecimiento vertiginoso. El modelo se sustituye por un programa de dura austeridad.

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Las repercusiones, de la austeridad francesa no auguran buenas perspectivas a nuestro sector exterior. Francia es el primer cliente comercial de España y también es el primer país en el número de turistas que nos visitan. La austeridad francesa incidirá de manera directa y negativa en el crecimiento de la economía española en 1983. El empobrecimiento forzoso a que nos someten nuestros vecinos franceses es no sólo brutal, sino también discriminatorio. Ningún país sufrirá un agravio económico comparable.

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