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Tribuna:ANÁLISIS: LA DEMOCRACIA AFRICANA
Tribuna
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Consecuencias de las elecciones en Senegal

No ha habido grandes celebraciones en Dakar tras la abultada victoria del Gobierno en las elecciones presidenciales y parlamentarias del 27 de febrero. Y, sin embargo, Abdu Diuf aplastó a todos sus oponentes con el 83,5% de los votos en las elecciones presidenciales, al tiempo que su partido socialista obtenía el 79,9% de los votos en las parlamentarias, con un total de 111 de los 120 escaños. Las reacciones públicas más fuertes ante el arrollador triunfo electoral han surgido de la derrotada oposición, que se ha negado a reconocer los resultados y a aceptar el premio de consolación de los nueve escaños. La oposición, desunida durante la campaña, parece haber encontrado una causa común en las protestas contra los resultados de las elecciones. El abogado Abdoulaye Wade, dirigente de la oposición, ha declarado que "en este país se ha asesinado a la democracia". El grito que se escucha en las manifestaciones callejeras no es otro que el de fraude.

Es lamentable que el experimento democrático del Gobierno vaya acompañado de tales comentarios. Un motivo grande de orgullo es el levantamiento de las restricciones a los partidos de la oposición, permitiéndoles a todos ellos tomar parte en las elecciones Nada menos que cinco de los partidos participantes son, en mayor o menor grado, grupos marxistas revolucionarios, dedicados hasta entonces en su mayoría a actividades clandestinas.Y, lo que es aún más notable, los partidos de la oposición y los candidatos a la presidencia dispusieron cada noche de un tiempo en la radio y la televisión estatal, igualmente sin censura o limitaciones. Ciertos grupos de la oposición protestaron, sin embargo, de que no se les había concedido suficiente tiempo, pero en el contexto africano lo sorprendente es que el Estado les diera tal posibilidad por muy pequeña que fuera. Hay también que señalar que no hubo brotes de violencia durante la campaña, que las votaciones se realizaron en paz y orden y que se toma ron precauciones para garantizar unas elecciones limpias. Entonces, ¿qué fue lo que falló? ¿O hasta qué punto se pueden rechazar las protestas de la oposición como causadas por simple resentimiento?.

En una respuesta sopesada a estas preguntas habría, primero, que señalar que Senegal tiene un largo historia¡ de elecciones manipuladas, pudiendo remontarse hasta las primeras elecciones (1848) celebradas en las factorías coloniales francesas. El soborno, el relleno de las urnas, la intimidación han sido elementos familiares de la escena política de Senegal. Habría también que señalar que el partido socialista, actualmente en el poder lleva en él, con diferentes nombres, treinta años, en ocasiones sin oposición alguna (1966-1974), y casi nunca con una oposición creíble. Bajo la dirección del presidente Senghor, hasta su retiro en 1980, el partido se afirmó de manera destacada como la fuerza dominante en las zonas rurales de Senegal (las cuatro quintas partes del electorado).

Los socialistas han acabado considerándose de manera más o menos automática el Gobierno de Senegal, y una costumbre de poder tan duradera puede llegar a corromper. Treinta años de poder corromperían a cualquier partido político. En las etapas finales de la campaña electoral parecen haber reaparecido los procedimientos fraudulentos tradicionales, especialmente en el día de la votación. No era necesario presentar ningún tipo de identificación para votar, en virtud de una normativa decidida en secreto por el Tribunal Supremo. En ese mismo día se levantaron las limitaciones a los desplazamientos dentro de cada región El resultado lógico de estas dos normativas ha sido hacer posible que se pudiera votar más de una vez, el vote pronto y a menudo, en expresión acuñada por la maquinaria política norteamericana del siglo XIX.

Diuf, muy popular

Los interventores de los partidos de la oposición en los colegios electorales presenciaron estas irregularidades y protestaron posteriormente, ya que la protesta durante las votaciones suponía acabar en la comisaría más próxima. El voto secreto, optativo, según el código electoral, no se utilizó en la práctica en casi ningún caso. Los partidarios de los candidatos del Gobierno tenían gran interés en que se vieran sus votos y en verse posteriormente recompensados, de manera que despreciaron las cabinas de votación. Tales condiciones hacían muy difícil el secreto para los votos de la oposición, ya que eran únicamente los votantes de la oposición quienes querían votar en secreto. Hubo votantes valientes que a pesar de todo votaron a la oposición, pero debe de haber habido muchos otros simpatizantes de ésta que o bien se abstuvieron o bien votaron a favor del Gobierno por temor a represalias poselectorales.

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Es imposible evaluar la escala exacta de distorsión electoral, pero los informes de observadores presentes en los comicios han dejado la impresión de irregularidades generalizadas. Los políticos de la oposición han llegado a afirmar que sólo mediante el fraude electoral se les ha podido robar su rotunda victoria, pero los políticos se muestran siempre seguros de su éxito... La impresión de este comentarista, ajeno a la cuestión, sería que la manipulación electoral era absolutamente innecesaria para asegurar la victoria del presidente Abdu Diuf, un joven candidato muy popular, con un historia¡ intachable. Posiblemente fueron innecesarios los trapicheos para dar una mayoría parlamentaria al partido socialista, dada la superioridad de su organización, el padrinazgo con que contaban, el apoyo de gran número de destacadas figuras y sus nexos con la Administración del Estado.

Pero, al parecer, en las últimas fases de la campaña se apoderó de los socialistas cierta sensación de pánico, provocada por la amen a del Partido Democrático Senegalés (PDS), de Abdulaye Wade (un partido de centro, cuyo eslogan era cambio). Para sofocar la amenaza del PDS, así como la de Wade, a la presidencia se invocaron los antiguos usos electorales de Senegal. Innecesarios para Abdu Diuf, posiblemente innecesario para el partido socialista, aunque indudablemente necesarios para muchos candidatos socialistas.

es profesor de Ciencias Políticas en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres.

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