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Ceuta y Melilla, problema básico de las relaciones hispano-marroquíes

El Gobierno español parece deci dido a potenciar sus relaciones con el Magreb, y, en opinión de los marroquíes, eso es un paso extraordinariamente positivo. Igualmente positivo es el hecho de que esa potenciación parta además de una ruptura total con la concepción de los Gobiernos anteriores de UCD, que no hicieron más que actualizar la política de Franco en sus relaciones con el norte de África. Esa política se basaba en el convencimiento de que mientras subsistiesen los conflictos magrebíes, fundamentalmente entre Argelia y Marruecos, más fácil le sería a España sortear el irredentismo marroquí.El único punto débil de la política del Gobierno socialista -que, por boca de Felipe González, se ha declarado partidario de cooperar con un Magreb unido y en armonía- es que, a los ojos de Marruecos, el contencioso territorial con España subsiste a propósito de Ceuta y Melilla y que, por el contrario, el Gobierno del PSOE parece más decidido que los anteriores a defender la españolidad de Ceuta y Melilla. Esto, por sí solo, independientemente de cualquier coyuntural mejoría en las relaciones económicas, políticas, culturales y comerciales en lo que a Marruecos respecta, puede devaluar por completo las intenciones socialistas.

Por otra parte, los dos países del Magreb se habían acostumbrado a tratar con España en ese marco de relaciones de fuerza. Cuando Argelia creyó a España en un momento de debilidad, potenció el independentismo canario. La habilidad del rey Hassan II para descubrir y aprovechar los momentos débiles de España es de sobra conocida. En 1958 marchó él mismo al frente de 2.000 soldados contra Tarfaya. En 1969, aprovechando que España vivía bajo el estado de excepción, planteó la retrocesión de Ifni, de la cual se hizo cargo el general Ufkir en junio de ese mismo año. En 1975, mientras Franco agonizaba, lanzó la marcha verde contra el Sahara, que le fue cedido.

Un presunto momento de debilidad

A pesar de los diez millones de votos logrados por el PSOE, el rey Hassan II parece creer a los socialistas en un momento de debilidad interna y en un difícil equilibrio con el Ejército. El apremio con que plantea la reivindicación de Ceuta y Melilla, la dureza mostrada en sus condiciones para un acuerdo global sobre pesca y cooperación tienden a ilustrar que, para Marruecos, las relaciones con España, al margen de toda buena voluntad socialista -que, de todas maneras, los marroquíes consideran insuficiente-, siguen sometidas a las exigencias de las coyunturas.Resulta curioso, no obstante, que los más exigentes con el Gobierno socialista español son precisamente los partidos de izquierda marroquíes, quienes sostienen que el PSOE en el poder debe actuar de acuerdo con los principios aue el PSOE mantenía históricamente.

Esos principios, para la izquierda marroquí, se reducen a que los socialistas de España reconozcan que la cuestión de Ceuta y Melilla es una supervivencia del pasado colonial español.

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