Acontecimiento excepcional, con la 'Novena' en homenajea Argenta y la batuta de plata a López Cobos

A la llamada de la Novena Sinfonía en homenaje a Ataulfo Argenta, organizado por la Casa de Cantabria, acudieron más de 2.000 personas, tantas que los pasillos y escaleras del teatro Real sirvieron para ampliar su aforo. La Novena conserva, a través del tiempo y el aumento de difusión, ese aire de acontecimiento excepcional cargado de espectativas.Jesús López Cobos, que recibió al final del concierto-homenaje la primera batuta de plata Ataulfo Argenta que otorga la Casa de Cantabria en Madrid, hizo una versión de la gran partitura beethoveniana, excelentemente planteada y resuelta con vigor, aliento y controlada expresividad.

Coro y orquesta nacionales se crecieron ante un auditorio de excepción, cuyo amplio margen de interés e ilusión no podía ser defraudado. El cuarteto solista, con María Orán, Anna Ricci y los invitados Keith Lewis, neozelandés, y Harald Stamm, de Francfort, cuyos interesantes medios brillaron en la interpretación de Las estaciones, de Haydn, hace unos días.

Un gran director

En cuanto al trabajo preparatorio del Coro Nacional es evidente el resultado del trabajo y la capacidad del maestro barcelonés, Enrique Ribó, cuya formación de instrumentista se une a sus largas prácticas como director coral. Enrique Ribó ha supuesto una valiosa incorporación al ambiente musical madrileño, lo que se advierte día a día.Para los que conocimos a Ataulfo Argenta y pudimos seguir su carrera, el recuerdo de su figura y la certeza de su valía, se unen a la pena de su muerte temprana, junto cuando iba a dar el salto definitivo. A quienes no lo conocieron o sólo escucharon de niños algunos de sus conciertos, el nombre de Argenta les llegó convertido en mito; lo que pudiera ser mitificación nacional se torna juicio sereno en labios de los músicos extranjeros, tal y como López Cobos, en sus estancias suizas, francesas o italianas, ha escuchado una y otra vez "Argenta era un gran director". Recuerdo haber hablado más de una vez y de dos con Ernest Ansermet sobre nuestro titular de la Nacional: sus opiniones superaban el elogio y adquirían tintes de emoción.

Ataulfo Argenta, su radical ser y sentir cántabros, su natural sentimiento romanticista, un tanto a la germana, su gusto por la búsqueda del color propio de los impresionistas, fue una personalidad compleja que, como director, buscó siempre la claridad, el mejor orden y la más fuerte expresividad. Resultaba imposible la indiferencia ante un arte tan vital e impulsivo como el de Argenta, síntesis de dos principales tendencias de la escuela europea: la germana, con su cargada tensión y su afán introspectivo y la italiana, con su voluntad de luz y su perfeccionismo de detalle.

Entre los dos polos, el iberismo de Argenta definía por vía de lo diferencial una cien veces probada voluntad universalista. Pienso que el mejor homenaje de López Cobos a su antecesor en la cabecera de la Orquesta Nacional consiste, como en el caso de la Novena sinfonía ahora escuchada, en recoger su herencia y prolongarla a través de su propia personalidad y los imperativos de la hora actual.

El público dedicó a todos, director, solistas, coro y ONE interminables ovaciones; en ellas iba también el homenaje a Ataulfo Argenta en el 25º aniversario de su muerte.