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Tribuna:Ante el centenario de la muerte de Karl Marx
Tribuna
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Historia y emancipación

La aportación de Marx a la teoría de la historia ha sido caracterizada de modos muy diversos, hasta el punto de haberse hecho, del materialismo histórico -de cuyos cánones sólo cabe encontrar una formulación relativamente sistemática en dos pasos de la obra marxiana: en La ideología alemana y en el prólogo del 1 de enero de 1859 a la Contribución a la crítica de la economía política- una concepción del mundo, una guía y un método (Engels), una filosofía especulativa de la historia e incluso una escatología.Es posible que esa pluralidad de lecturas tenga, con independencia de lo desenfocado de alguna de ellas, un fundamento. Porque si a propósito del sujeto revolucionario hay en Marx un evidente dualismo -dado su énfasis alternativo en la acción conscientemente revolucionaria del proletariado industrial, en cuanto clase universal, sustentadora de la especie, dado su papel central en la producción, y portadora del único sistema de valores realmente universalizable, y en la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en que aquéllas se enmarcan como fuerza motriz del proceso revolucionario-, como lo hay también en lo que hace al expansionismo propio del modelo social burgués, a un tiempo alabado por Marx por su capacidad para "revolucionar incesantemente los medios de producción" y censurado por sus consecuencias negativas y alienantes para la clase obrera y, por ende, para la especie, a propósito de la historia puede, sin duda, afirmarse que Marx ha elaborado tanto elementos significativos para una teoría de la evolución social como un conjunto de hipótesis heurísticas puestas en obra, por ejemplo, bajo el primado de la concreción histórica, en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte. Y todo ello no en orden a los objetivos propios de un científico social que se asume, simplemente, como tal, sino en el marco de una praxeología muy concreta. Porque el marxismo no es, ciertamente, ciencia en sentido estricto. Es, ante todo, una de las grandes tradiciones emancipato rías del mundo moderno. Razón por la que, a propósito de él, no cabe hablar de crisis por la refutación de alguna de sus tesis o de al guna de sus prognosis. Sólo las verdades religiosas resultan irrefutables... Otra cosa es, desde lue go, que alguno de los supuestos básicos del programa emancipatorio marxiano precise, al hilo de la evolución misma del capitalismo contemporáneo, de importantes reformulaciones.

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Desarrollo lógico

Es posible, de todos modos, que entre dicha teoría de la evolución social, con sus conceptos centrales -trabajo social, modo de producción, fuerzas productivas y relaciones de producción, sucesión de modos de producción en una serie que permite reconocer la dirección de la evolución social en la ordenación de su desarrollo lógico, desde el modo de producción de la comunidad primitiva de las hordas preculturales y de las sociedades tribales al socialista, así como los específicamente propios del modo de producción al,estudio de cuya anatomía más tiempo ha dedicado Marx: el capitalista- y las hipótesis heurísticas más relevantes del materialismo histórico -el teorema de la sobreestructura o de la función directiva que en toda formación social, al igual que en la evolución social misma, asume la estructura económica, de la que todas las manifestaciones sociales vendrían a depender concéntricamente, así como la de la dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, con la consiguiente noción de crisisexistan relaciones más estrechas de lo que algunas reconstrucciones recientes del materialismo histórico, como la, tan brillante, por lo demás, de Jürgen Habermas, permitirían suponer. Tan estrechas, que alguien podría sentirse incluso tentado a subsumír la primera en el cuerpo reticular de las segundas una vez, aceptada la trivialidad de que no hay explicación científica que pueda prescindir de leyes, por tendenciales que éstas sean, y que las leyes no son sino hipótesis actualizadas.

Las fuerzas destructivas

Porque si el énfasis en el materialismo histórico como teoría de la evolución social -teoría inseparable, por otra parte, en la tradición marxiana, de su función plausibilizadora de estrategias revolucionarias o reformistas- ha podido suscitar la identificación de aquél con el trazado de un desarrollo emancipatorio unilinear, necesario, ininterrumpido y ascendente de un macrosujeto hacia la verdadera historia, esto es, la dirigida de un modo consciente y racional por hombres libremente asociados, la consciencia del carácter hipotético y heurístico de las segundas ha permitido corregir todo determinismo y toda hipóstasis de lo que es, a lo sumo, una prognosis basada en tendencias, a profecía veterotestamentaria. Convendría, en este sentido, reflexionar sobre la visión nada fatalista ni eurocéntrica de la determinación histórica y. el enfoque en absoluto necesitarista de las posibilidades históricas que abren las relaciones estructurales que, recurriendo a ejemplos históricos concretos, desarrolló Marx en su célebre carta de noviembre de 1877 a propósito del posible paso de Rusia de las comunidades aldeanas al socialismo ahorrándose "las torturas" del sistema capitalista: "Así, pues, unos acontecimientos de llamativa analogía, pero desarrollados en diferentes medios históricos, desembocaron en resultados por completo diferentes. Si se estudia cada uno de esos procesos por sí mismo y luego se comparan unos con otros, se encuentra fácilmente la clave del fenómeno; pero nunca se conseguirá abrir sus puertas con la ganzúa de una teoría histórico-folosófica general cuya mayor excelencia consista en ser suprahistórica". Es evidente, por último, que ciertas lecturas clásicas de la hipó tesis según la cual llegado un mo mento determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas entran en contradicción con las relacio nes vigentes de producción no resultan ya primariamente defendibles. Como contradicción se ha entendido muchas veces el contraste -cada vez más marcado, ciertamente- entre la socialización de la principal fuerza productiva, el trabajo, cada vez más social, y las relaciones vigentes de producción, cada vez más privadas. Pero no ha dejado también de entenderse como tal, en efecto, el supuesto freno que las relaciones de producción vendrían a imponer a un ulterior desarrollo de las fuerzas productivas, freno utilizable como condición estructural de posibilidad de la acción subjetiva revolucionaria. Sólo que como vienen argumentando ya no pocos, la conversión creciente de la ciencia en fuerza productiva directa ha ido acentuando el carácter destructivo de algunas de esas fuerzas científicamente potenciadas. Sin olvidar, claro es, los argumentos de quienes en términos globales -y chocando frontalmente con la arraigada consciencia, sobre todo entre la clase obrera occidental, de la ecuación desarrollo/bienes razonan la necesidad de renunciar hoy, en cualquier programa emancipatorio, al expansionismo propio de nuestro modelo civilizatorio. (Sin olvidar, de todos modos, que la consciencia de la destructividad del desarrollo capitalista late, asimismo, en el universo textual marxiano...)

Compleja crisis de civilización

Que la emancipación no puede ser ya enfocada de modo primariamente económico- social y sólo en segundo. término ideológico y político, dada la presencia del Estado en la base productiva; o que la fragmentacion y pluralización del sujeto revolucionario por vías poco clásicas, a consecuencia, entre otros factores, del excedente de consciencia que permiten las actuales condiciones de trabajo; o que las resoluciones que parecen apuntarse -o no apuntarse- a la actual crisis civilizatoria, que tan disciplinante efecto está teniendo, no coinciden con las expectativas ortodoxas, son ya, por otra parte, tópicos también de cierta izquierda. Sólo que su horizonte es aún, a pesar de las apariencias, el contorneado por Marx. Y en el terreno que da sentido aún a su legado -y al de algunos otros-: el de las expectativas emancipatorias de una humanidad a cuya autoconsciencia social tanto -contribuyó el autor de El capital.

Jacobo Muñoz es catedrático de Historia de la Filosoria de la Universidad Complutense.

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