Rabat afirma que el Polisario pretende convertirse en un factor de tensión entre España y Marruecos
Marruecos considera que el Polisado pretende, con sus actuales exigencias al Gobierno socialista español, introducir un factor adicional de tensión, ahora que -según estiman las autoridades marroquíes- en Madrid se ha adoptado una actitud. positiva y comprensiva hacia el reino marroquí.
Las recientes amenazas del Polisario de publicar pasados acuerdos con el PSOE y con el propio jefe del Gobierno, Felipe González, sobre cuál sería la actitud de los socialistas españoles si llegaban al poder con respecto a los acuerdos tripartitos de Madrid de 1975, constituyen, para las fuentes marroquíes consultadas por EL PAIS, un intento del Polisario "de obtener del Gobierno español lo que es incapaz de lograr sobre el terreno".A pesar de la reciente entrevista del presidente argelino Chadli Benyedid con el rey de Marruecos, Hassan II, y el príncipe heredero, Sidi Mohamed -entrevista que no aporta ninguna esperanza novedosa de entendimiento marroquí-argelino, pese al optimismo vertido sobre ella, en lo que al Sahara: respecta-, los marroquíes estiman que ciertos sectores políticos argelinos no son ajenos á estas nuevas presiones sobre España.
En Rabat recuerdan que ya a las pocas horas del triunfo electoral socialista, en octubre pasado, el diario argelino El Muyahid publicó una petición recogida del Polisario para que España denunciase los acuerdos tripartitos de Madrid.
Decisiones temidas
Antes de que esas peticiones del Polisario fuesen públicas, antes, incluso, de que los socialistas triunfaran, el Gobierno marroquí abrigaba ya serios temores, basados en pasadas declaraciones y promesas del PSOE en la oposición, de que, una vez en en poder, el PSOE tomaría decisiones realmente temidas en Rabat en relación con el Sahara.
Aunque no se esperaba una denuncia de los acuerdos trípartitos mismos, los marroquíes se preparaban ya a una legalización del Polisario en Madrid y a la constante movilización que seguiría de parúdos y organizaciones políticas de España favorables al Polisario.
Para hacer frente a esa eventúafidad, Marruecos había previsto represalias en dos frentes: un recrudecimiento de la reivindicación de Ceuta y Melilla y un endurecimiento de sus exigencias en las negociaciones sobre pesca.
La visita de Fernando Morán a Marraquech el 24 de diciembre pasado fue una auténtica sorpresa para todos, y más que para ningún otro, para los propios marroquíes. No solamente España se mostraba, por boca de Morán, preocupada por la estabilidad de Marruecos, sino que además se declaraba satisfecha con el referéndum de autodeterminación en el Sahara, aceptado por el rey Hassan II en Nairobi en junio de 1981.
Dudosa 'realpolitik'
Todo ello, en aras de una realpolitik cuyos objetivos no se entien den bien, y de una colaboración con Francia -que teme perder té rreno comercial, político y militar frente a Estados Unidos en Marruecos- en la que España sólo tiene que perder. Ahí están, en este sentido, las protestas oficiales de Francia al rey Hassan II por haber concedido a un consorcio hispano-japonés la construcción de una planta- de ácido sulfúrico para el complejo petroquímico de Jorf Lasfar; o la amable invitación de Mitterrand a que los países mediterráncos discutan entre sí el ingreso de España y Portugal en la CEE. Fernando Morán agotó gratutitamente, según la versión de fuentes informadas en Rabat, la posibilidad de sostener que España tenía aún algo que decir respecto a la solución del problema del Sahara.
Una postura en ese sentido hubiera sido tanto más comprendida incluso por los marroquíes, por cuanto las interpretaciones restrictivas del referéndum dadas por Hassan II -como referéndum de simple confirmación "de la marroquidad del Sahara"- y las partes invitadas a negociar -que para Rabat no son otras que Argelia y Marruecos- hubieran permitido una postura española más flexible.
Estas importantes concesiones del Gobierno español, que ni siquiera sus correligionarios socialistas marroquíes entienden muy bien, no impidieron, en definitiva, que los planes marroquíes siguieran adelante. La reivindicación de Ceuta y Melilla fue planteada con carácter de urgencia y de forma inamistosa, y el embajador marroquí en Madrid, Abdelhafid Kadiri, confirmó el 4 de marzo, pasado que Marruecos "no relaciona su reivindicación con la de España sobre Gibraltar" y que "desea solucionar el problema de Ceuta y Melilla antes de que España solucione el suyo sobre Gibraltar".
La visita de Barón y Romero
A fines de febrero, durante la visita a Rabat de los ministros Enrique Barón y Carlos Romero, el Gobierno marroquí presentó las exigencias más duras y significativas planteadas hasta entonces a España, y que se resumen en la exigencia de que reduzca en un 70% su esfuerzo de pesca en aguas marroquíes y saharianas.
Los ministros españoles no supieron reaccionar ni formular contrapropuestas menos lesivas para los intereses españoles y se limitaron a pedir a Marruecos que no aplique -de golpe sus deseos.
En resumen, la política española en el Magreb, que no ha tenido reparo en lesionar pasados principios, ha logrado ya, en estos primeros cien días, el siguiente resultado: el Polisario reclama la denuncia de los acuerdos tripartitos de Madrid, Marruecos urge la devolución de Ceuta y Melilla, y solicita, por otra parte, una reducción del 70% del esfuerzo de pesca tradicional español. Además, está de nuevo sobre el tapete la polémica cuestión del tránsito de los agrios marroquíes a través de España.
El mensaje de Felipe González, en el que se decía que no habría acuerdo global entre los dos países si Marruecos persistía en su irredentismo en relación con Ceuta y Melilla, mensaje que recientemente entregó un-ministro español al rey de Marruecos, fue remitido por éste a su Ministerio de Asuntos Exteriores, después de recordar a Enrique Barón y a Carlos Romero que el único interlocutor del monarca alauí es el rey Juan Carlos.
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