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El Papa, en el 'volcán centroamericano'

El Papa engloba en un crudo discurso la dramática situación de América Latina

Juan Arias

La última etapa del viaje a Centroamérica de Juan Pablo II ha sido de treinta horas, tras haber visitado el minúsculo Estado de Belice y Haití, la primera república negra del mundo y el país más pobre de toda América Latina.

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En Haití el Papa ha pronunciado el discurso más duro de su viaje, durante la conmemoración del Congreso Eucarístico, y donde se encontró con los miembros de la Conferencia Episcopal Latino americana (CELAM), que está celebrando en Haití la 19ª asamblea de su historia. ."Ser obispo hoy en América Latina", dijo el Papa a los representantes de los setecientos obispos, que son casi la mitad del episcopado mundial, "significa buscar respuestas adecuadas a esa ansiosa búsqueda espiritual de todo un puebIo para evitar que pueda mendigar en otros sitios el pan que acaso no encontrarán en su Iglesia". Les recordó el Papa que hoy pesan problemas muy graves" sobre estos pueblos de América Latina.

Y les alerta a que la preferencia por los más pobres "no sería cristiana si se inspirase en meros criterios políticos o ideológicos; si fuera exclusiva o excluyente; si engendrara sentimientos de odio o de lucha entre hermanos".

Y ha sido esta la clave de todo el viaje. El Papa ha analizado sin medias tintas las llagas de éstos pueblos: "la miseria, el analfabetismo, la marginación, los asesinatos de inocentes, las hirientes injusticias, la falta grave de equidad en la distribución de las riquezas, los crímenes cometidos contra los indígenas".

El cáncer de la violencia

El Papa ha condenado todo. Pero al mismo tiempo ha afirmado, dirigéndose a los obispos, que este proceso que a todos, dijo, "nos apena e inquieta", es debido en gran parte al hecho de que muchos jóvenes, "sea por interés de partido o de sistemas dentro del juego de la hegemonía, ceden a la tentación de combatir la injusticia con la violencia". Para Juan Pablo II, el único remedio a este cáncer de injusticia que corroe a América Latina no es ni puede ser la violencia, sino la aplicación concreta de la "doctrina social de la Iglesia", capaz, ha dicho el Papa, de contrastar todas las otras visiones del mundo.A los fieles y autoridades de Haití, la primera tierra de América Latina donde llegó Cristóbal Colón, bautizándola como "La Española", Juan Pablo II les dijo: "Las cosas deben cambiar". El presidente de la República, Jean Claude Duvalier, dijo en su discurso:

"Deseo con ardor que la Iglesia, de la que apreciamos sus múltiples acciones al servicio de la colectividad, pueda participar aún más, en la obra nacional de desarrollo".

Juan Pablo II, a quien en el aeropuerto de Puerto Príncipe se le había preparado la alfombra roja más larga que jamás ha tenido en sus viajes, criticó al régimen de este país y denunció las injusticias, las desigualdades excesivas, la degradación de la vida, la miseria, el hambre, el miedo de la mayoría, la falta de tierra entre los campesinos y todas las víctimas de la explotación".

En la carpeta informativa de Juan Pablo II sobre Haití figuraba una ficha con estos datos: el único país de América Latina que está en la lista de las veinticinco naciones más pobres del mundo, que tiene el 65% de la población sin trabajo; el 80%, analfabeta; el 61% de los habitantes en la capital con sólo tres metros cuadrados de vivienda por persona.

El presidente de la República de Haití anunció ayer que renunciaba a su derecho concordatario de presentación de obispos "para completar la simbiosis entre la Iglesia y el Estado y seguir las doctrinas del Concilio Vaticano II". El Papa, que había sido sorprendido con este anuncio, tuvo que improvisar unas palabras de agradecimiento afirmando que esto contribuirá "al desarrollo armónico de la Iglesia en Haití".

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