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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ameno cine de aventuras

Es ya lugar común que buena parte de las primeras películas de nuestros jóvenes directores adolezcan de dominio en la puesta en escena, de conocimiento técnico de la realidad interior del cine. Desde que cerrara sus puertas la Escuela Oficial de Cinematografía, el aprendizaje del oficio es personal, privado y, por tanto, siempre en términos generales, insuficiente.Alvaro Sáenz de Heredia, además de su parentesco con el famoso director de los años cuarenta y cincuenta, tiene tras de sí varios años de trabajo en el campo de la publicidad filmada y en ayudantías de dirección, se nota favorablemente en este su primer largometraje como director. La acción que narra se desarrolla con un conocimiento serio de las reglas del género de acción al que se remite, con la economía de imágenes que da la seguridad de saber qué sentido tienen cada una de ellas en el ritmo total de la película.

Fredy el croupier

Guión y dirección: Alvaro Sáenz de Heredia. Fotografía: A. Berenguer. Música: Alfonso Santisteban. Intérpretes. Javier Elorrieta, Ana Obregón, Jaime Adalid, Luis Suárez, Ricardo Palacios. Comedia de aventuras. Española, 1982. Locales de estreno: Pompeya, Amaya, Gayarre, Sáinz de Baranda.

Lo que narra carece, por otra parte, de pretensiones distintas a las de confeccionar un espectáculo ameno y, en su momento, divertido. Fredy, el hijo del asesinado dueño de un garito clandestino de juego, decide vengar a su padre.

En colaboración con un pintoresco amigo se lanza a trapichear en otros garitos similares hasta sentirse preparado para el gran golpe, aquel que debe permitirle la venganza completa. Las peripecias de su trayectoria escalonan la película sin que el interés ni la risa decaigan, aunque en ocasiones, y por mala costumbre del espectador, puedan parecer inverosímiles en rostros y decorados españoles. Esa inversimilitud es apoyada en ocasiones por los intérpretes que, aunque realizan un trabajo respetable, se ven obligados a hablar ininterrumpidamente, sin descansos, yendo mucho más lejos de lo necesario.

Hablando tanto se llega incluso a decir disparates (¿cómo no va a conocer la chica que bailaba en el club la muerte de su dueño? ¿cómo se sabe que un vehículo se dirige hacia la costa si para llegar le quedan siete horas?), pero son, en todo caso, aspectos menores de una película que lográcon limpieza su objetivo y, sobre todo, promete la existencia de un director con conocimientos para hacer ese cine de entretenimiento que no pasa obligatoriamente por una responsable expresión personal.

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