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La tragedia de nacer niña en China

La campaña oficial de control de natalidad refuerza la tradición secular que considera una desgracia no tener hijos varones

En China nace un niño cada dos segundos. Las autoridades, alarmadas ante las cifras obtenidas en el último censo, que dan una población total de 1.008 millones de habitantes, han emprendido una amplia y rigurosa campaña de planificación familiar, con el objetivo de que cada pareja tenga un solo hijo. La campaña, que prevé una serie de penas económicas y sociales para los que no respeten las directrices oficiales, ha reforzado, paradójicamente, las prácticas tradicionales chinas, que desprecian a la mujer como fuerza de trabajo, y ven una desgracia en el nacimiento de hijas, informan desde Pekín el diario The New York Times y la agencia France Presse.

"Todo se arreglará con mi muerte. Si no lo hago, todo será peor. Hoy es el último día, el tercer día...". Este fue el testimonio patético que dejó Dai Fenghua, que se suicidó administrándose veneno a los pocos días de haber dado a luz su segunda hija. Su esposo, que le había reprochado no haber aportado un hijo al matrimonio, le ordenó hacerlo dándole como plazo tres días. Es un caso aislado, pero no único, de los ocurridos en la China rural, que han saltado a las páginas de los periódicos con motivo de la nueva campaña de planificación familiar que comenzó a principios de este año en China bajo el lema Una familia, un hijo.

Medidas drásticas

Los gobernantes chinos, en su esfuerzo por limitar el crecimiento demográfico de un país que en el último y reciente censo dio la escalofriante cifra de 1.008 millones de habitantes, se enfrentan a tradiciones seculares que ven en la descendencia femenina una vergüenza. Es un país donde todavía subsiste el asesinato de las niñas recién nacidas, aunque sea un delito severamente penado por la ley, y donde no tener un hijo varón significa una catástrofe para toda la familia, y no sólo para los padres.La política de planificación familiar comprende una campaña de mentalización, con utilización de grandes carteles murales y otros medios -uno de cuyos aspectos es la afirmación de que tener hijas no constituye una tragedia-, pero le basa en drásticas medidas que penalizan el segundo hijo, y prácticamente prohiben el tercero. Con el nacimiento de un segundo hijo se reduce el salario en un 10%, y la pareja debe pagar los gastos del parto del segundo hijo, y de educación de los dos. Un tercer hijo pro duce una nueva reducción del salario y la retirada de la subvención para alimentos, así como fuertes presiones para que ambos miembros de la pareja se sometan a esterilización. También se dan facilidades para el aborto en parejas con más de un hijo.

Existen excepciones previstas en la ley para casos de segundas nupcias, y de muerte o enfermedad del primer hijo, pero incluso en estos casos la autorización para el nacimiento de nuevos hijos se distribuye con cuentagotas en función de las cuotas fijadas de antemano en cada empresa o en cada organismo local de planificación familiar.

El abismo entre la postura oficial y la práctica tradicional ha llevado a excesos como los casos de suicidio, o de asesinato, de la madre cuando nacen niñas. En lugares donde existen medios sanitarios, los padres piden un análisis previo para determinar el sexo del niño, y suelen decidir que la futura madre aborte si se asegura que va a nacer una niña. Aunque en las ciudades, donde vive el 20% de la población, el número de niños que nacen es muy similar al de niñas, en el total de la población los varones superan a las hembras, lo que contradice las leyes biológicas y señala la existencia de medios de selección. En las zonas rurales, donde reside una amplísima mayoría de la población, el hecho de que la tierra haya vuelto a ser de propiedad privada ha agudizado el conflicto, puesto que se necesitan brazos para labrar la tierra y los padres, limitados a tener un solo hijo, quieren que, al menos, sea varón. Un diario local informó recientemente que más de 80.000 esterilizaciones y 12.000 abortos se habían efectuado en el curso de los diez primeros días de este año en una sola provincia, la de Zhejiang, al norte de China. Las parejas que debían ser esterilizadas eran las que tenían dos o más hijos, aunque la esterilización, se señalaba, es voluntaria.

El prinicipal responsable de la política de planificación familiar en China, M. Qian Xinzhong, reafirmó, en el curso de una reciente reunión, la necesidad de esterilización para parejas con dos hijos y la recomendación de que las mujeres con un hijo se hagan poner un sterilet. Este método de control de la natalidad, que las autoridades se esfuerzan en popularizar, tanto en las áreas urbanas como en las rurales, está considerado como el anticonceptivo más eficaz, dado que sólo los médicos de los hospitales pueden ponerlos y, sobre todo, retirarlos, siempre con la autorización de la oficina local de planificación familiar.

La retirada de un sterilet por cualquier otra persona está considerada en China como un acto reprobable, que puede acarrear muchos años de prisión, dado que se considera como una acción contra la política oficial de limitación de la natalidad.

Uno de los responsables del control de la natalidad en Pekín ha indicado que uno de los objetivos de la campaña en curso es poder determinar con precisión qué parejas no practican ningún método anticonceptivo, por medio de encuestas sistemáticas en los hospitales y los ambulatorios de empresa.

"Una vez que lo sepamos, iremos a ver a estas parejas para persuadirles de que recurran a la anticoncepción o al aborto", explica la directora de la oficina de planificación familiar del barrio Dongcheng, en Pekín, Dong Qifang. Aunque señala que nunca ha oído hablar de esterilizaciones forzosas, la señora Dong reconoce que la política de control de natalidad en vigor actualmente en la capital es extremadamente rigurosa. "Dejamos a las parejas elegir el medio anticonceptivo, pero les prevenimos que no deben tener un segundo hijo".

Esterilización y aborto

El año pasado, en este barrio, sólo cincuenta parejas infringieron esta regla, una cifra mínima en comparación con las 10.800 parejas que tuvieron su primer hijo en este período. Según Dong, los métodos más utilizados en Pekín son el aborto y el preservativo, seguidos del sterilet y la píldora. La este ilización, aunque vivamente recomendada desde posturas oficiales, está todavía poco extendida, aunque continuamente surgen en la Prensa artículos sobre las excelencias de la vasectomía y de la ligadura de trompas.Los hombres se muestran muy reticentes antes la vasectomía, y alegan que les resta fuerzas para el trabajo aunque esta queja parece estar ligada al hecho de que estas operaciones las hace a menudo personal mal preparado y con pocos medios. Las autoridades chinas son conscientes de este hecho y no cesan de insistir en la necesidad de perfeccionar las técnicas de control de la natalidad así como el personal encargado de aplicarlas.

La Prensa china ha anunciado recientemente un nuevo método de esterilización masculina que no necesita operación quirúrgica alguna y se basa en una simple inyección. Sin embargo, no se han dado detalles sobre la base médica de este método, como tampoco sobre un nuevo método de aborto, basado en un cocimiento de hierbas, también aplicado por inyección. Este último sistema ha estado en estudio desde hace diez años, y se basa en la medicina tradicional china, que utilizaba estas hierbas para calmar la sed en casos de diabetes y provocar el parto. Se ha empezado a aplicar recientemente con una eficacia del 92% en mujeres encintas de menos de tres meses, y ha sido objeto de una reciente reunión de la Academia China de las Ciencias.

A pesar de todas estas medidas de control de la natalidad, los expertos estiman casi imposible el objetivo del Gobierno chino de que el país no sobrepase los 1.200 millones de habitantes para el año 2.000. El problema demográfico se revela insoluble a corto plazo porque, entre otras cosas, y según las estadísticas, de 20 a 25 millones de chinos alcanzan cada año la edad de matrimonio. En el caso de que todas estas parejas aceptaran la regla del único hijo, se darían 10 millones de nacimientos al año, por encima de los 9,5 millones que desean las autoridades.

En la actualidad se producen 16 millones de nacimientos al año (nace un niño o niña chino cada dos segundos). En 1981 la tasa de natalidad fue del 1,4%, frente al 1,1% esperado. Ante la magnitud del problema, las autoridades chinas se han volcado en este aspecto, y, como ha dicho Chen Yun, uno de sus máximos dirigentes, lo primero es conseguir limitar a un hijo por pareja el número de nacimientos. "El resto es mucho menos importante", ha afirmado.

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