Peligro en la India
HOY, DOMINGO, se celebra en el Estado de Assam la tercera fase de las elecciones de la Asamblea local: está en peligro la estabilidad de Indira Gandhi, ya amenaz ada en otros frentes. No es el resultado lo que más puede repercutir en el Gobierno central, sino los sucesos que produzca lajornada. Desde que se abrió la campaña, el número de muertos ha ido en aumento y, aunque los recuentos varían, se calculan entre trescientos y quinientos. Una vez más, las víctimas son mínimas entre la clase política directamente implicada y máximas entre la población civil, mujeres, niños y ancianos. Como en Líbano. El centro de la cuestión está en la actual composición de la población de Assam; el fondo, en la misma tendencia general de desagregación de la India, rota en castas, etnias, religiones, idiomas, costumbres. Y, sobre todo ello, el enorme poder del hambre y la miseria. En el Estado de Assam (79.000 kilómetros cuadrados, quizá veinte millones de habitantes; más de la mitad de habitantes que tiene España en menos de la cuarta parte de territorio) hay cinco religiones principales, territorios muy distintos acumulados por las distintas disposiciones de la antigua colonización británica, una casi separación -salvo un pasillo- de la India central por el Estado de Bangladesh, y unos cinco millones de inmigrantes de Bangladesh y de Nepal. La lucha por el poco de comida se ha hecho dramática: Indira Gandhi ha dado el voto a los extranjeros porque su obsesión es la de una gran India, la de que todos son indios, y porque pretende que todos tengan los mismos derechos; pero el nacionalismo de los autóctonos, de los antiguos, de los puros, rechaza esa identidad. Como en otros momentos de la historia, como en otros países, los inmigrantes, sometidos a una especie de discriminación de los puestos, de honor (Parlamento, policía, Gobierno, Ejército), han realizado su desarlo por la vía económica (como los judíos en otros tiempos centroeuropeos, o incluso españoles remotos; como los italianos de Chicago) y han llegado a tener un cierto predominio: no se consideran extranjeros, sino indios.La convocatoria de elecciones -legal, decidida por Indira Gandhi dentro de la Constitución- ha producido una reacción y ha hecho temer a los nacionalistas una pérdida de poder, una composición de¡ Parlamentó en la que hubiera extrahjeros. Han reaccionado con violencia contra ellos, y ellos han respondido. Las luchas por el reparto de la pobreza son siempre más despiadadas que la lucha por el reparto de la riqueza. El Gobierno central ha enviado unos 75.000 soldados. Su intervención ha sido muy dura, y se han tenido que enfrentar con la policía autóctona. Hay, por tanto, enfrentamientos armados -y matanzas- entre extranjeros y autóctonos: las hay también entre los políticamente dominantes -hindúes- y los miembros de otras religiones y de otras tribus, y de distritos que defienden su autonomía; las hay entre policía local y policía federal. La sensación de los testigos europeos es la guerra de todos contra todos, la de la locura colectiva y asesina: sobre todo, ante los cadáveres de las víctimas inocentes, asesinadas por pertenecer a una etnia o a una religión. Es la guerra por la comida.
La prolongación de las elecciones en tres jornadas -el lunes, el jueves y hoy, domingo- ha prolongado el daño. Los resultados de las dos jornadas anteriores son poco indicativos y muy escasos en número: los autóctonos han recomendado la abstención, porque no reconocen las elecciones. La jornada de hoy podría tener un resultado parecido, pero ya definitivo; y podría significar un cambio parlamentario importante que no fuese reconocido por la mayoría dominante. Los autóctonos de Assani hablan de momento histórico: puede ser una amenaza de proclamar su propia independencia con respecto a la India, favorecida por las circunstancias geográficas. Una guerra civil, una reanudación de las matanzas, está dentro de lo posible: si no para ahora mismo, para el tiempo venidero.
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