Marx
Lo que pasa es que Engels tenía una novia obrera en Manchester, y por ella se enteró de cómo iba el curro en la revolución industrial. Engels se lo contaba todo a Marx, en sus cartas y visitas, y así nace el marxismo como teoría de la Historia, de la sociedad y del dinero. O sea, que, contra lo que creen los ágrafos de alma enmedallada, el marxismo tiene un origen sentimental y romántico.Como ya he contado aquí, al ministro Solana (a quien Emilio Romero llama "acratilla anarcoide" o algo así), parece que le gusta la idea de celebrar el centenario de don Carlos Marx con una exhibición de la correspondencia original entre Marx y Engels, que se traería de Alemania. Quien ha sacralizado a Marx en el siglo es la derecha, claro. Viven flipados con Marx. Toda la evolución del capitalismo moderno y sus concesiones al proletariat, no son sino maneras de hacer marxismo blanco, socialismo, de derechas, sindicalismo desde el otro lado. El capitalismo progrediente (palabro que le debo a don Pedro Shwartz, que es él muy palabrón) no es sino un anticiparse a las iniciativas y vindicaciones de la izquierda, como lo hacía Giscard en sus primeros y buenos tiempos. En esta columna tengo hablado recientemente de las mil derechas en que hoy se divide y hace cachiza la derecha española. Podría, asimismo, hablarse de tres izquierdas: comunismo, socialismo de izquierda (Pablo Castellano ha dado un recital al respecto la semana pasada), y psocialismo. La huella de Marx en la modernidad es tan indeleble y extensa que, aun renunciando a su iconografía, todo viene a ser una aproximación a él (que no al marxismo oficial).
Argentina debate su futura democracia entre radicales y peronistas. Argentina, qué le vamos a hacer, lo que necesita es una pasada por la izquierda, por curarse de cesarismos latino/heredados, aparte Hebe Pastor, Adela Gard y todas las madres de la Plaza de Mayo, recibidas aquí en febrero. Los siete grandes bancos parece que se van a quedar en tres, dado su poder expansivo. Esto quiere decir que el mercado del dinero se restringe y se ciñe (quizá involuntariamente) a la realidad pesetaria del país. Hubo en carnaval un homenaje a don José Gutiérrez Solana, con intervención del alcalde Tierno, entre otros. Solana pintó el pueblo, pero un pueblo pre/sindical, malversado en entierros de la sardina y bailes atroces. Un pueblo que aún no había tomado, como en Europa, la Historia por asalto. Este pueblo se ha ahormado históricamente y ahora monta debates culturales en Getafe, un suponer. Ceno en Zalacaín con Ana García Obregón, Inmaculada y María del Pino, las tres gracias que consagran involuntariamente la primavera psocialista. Ana viene de Nueva York, donde está dándose una película suya en doscientos cines y en relieve, o sea, que se la puede tocar. Trae un vestido blanco y sencillo:
-Lo he comprado en Nueva York por 2.000 pesetas.
Luego descubro que es un Lanvin, pero el esnobismo de lo pobre, el miserabilismo, que decía Pemán, se manifiesta en ese alarde que nuestra primera star joven hace a la inversa: un vestido de trapillo para Zalacaín. Nuestra burguesía tiene nostalgia de la miseria, "la nostalgia del barro", de que hablaron los segundos románticos. Todo burgués ha ido jugando sucesivamente a existencialista, beat, hippy, rockero y pasota. Inmaculada me dice que lo que más le gusta es hacer la compra en el híper y tirar del carro.
María del Pino, adolescente, morena, esbelta y canaria, me dice que sus monjas están deseando que yo vaya a hablarles. Es el morbo de oír a un "heterodoxo" (heterodoxo incluso de Marx). Marx, para bien y para mal, es nuestro demonio en el jardín.
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