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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Anatomía de un hospital

Tal como recogió su periódico la noticia en el número del día 9 de enero, mi padre -don Felipe Valverde Jiménez- fue objeto de unPasa a la página 10 Viene de la página 9

intento de robo en la tienda que regenta en Vallecas; le fueron propinadas varias puñaladas, fue trasladado en ambulancia al hospital Francisco Franco, donde fue operado rápidamente y quedó ingresado durante seis días en el servicio de reanimación. Hasta aquí, la atención médica fue perfecta: los médicos y las enfermeras atendían constantemente a mi padre; además, actuaron con una gran rapidez.

Los problemas empezaron cuando el enfermo fue trasladado -vista su mejoría- a la planta tercera, departamento de tórax. Estuvo allí doce días.

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El inicio no pudo ser peor: fue confundido en el traslado con otro enfermo y hasta que se aclaró el incidente fue paseado por varias plantas del hospital, con el riesgo que ello suponía para el paciente. Posteriormente, y estando yo con mi padre, llegó una enfermera que, ante mí asombro, me preguntó qué le pasaba a ese hombre; le expliqué lo que le había sucedido y las heridas que me habían explicado los médicos que sufría. Después llegó otra enfermera para ayudarle a hacer unos ejercicios respiratorios; de nuevo me preguntó qué le sucedía al enfermo; quedé asombrado: las enfermeras debían cuidarle y no sabían las lesiones que tenía. Cuando una enfermera tiene a un enfermo a su cuidado, su primera obligación debe ser saber las lesiones que sufre, pero yo -al no ser su médico- no tengo los conocimientos suficientes para decírselo; debe informarla el doctor que le trate o debe leer el historial clínico.

Las enfermeras no tenían ningún cuidado al entrar o salir de la habitación; dejaban la puerta abierta -por lo que solía haber corrientes de aire, lo que expone a los enfermos a una pulmonía- o la cerraban de un portazo, por lo que los enfermos se despertaban si habían conseguido dormirse.

El enfermo de la cama 3305, al lado de la de mi padre, fue llevado a la habitación inmediatamente después de ser operado y se mantuvo allí durante un día y dos noches, sin ser visitado por ningún médico, hasta que su mujer -harta de la situación- decidió hablar con quien pudiera solucionar el problema. Después de ir a varias plantas, llegaron a la conclusión de que le habían llevado a una cama equivocada y que debía estar en la 3405; fue trasladado y, en el espacio de media hora, fue visitado por médicos, enfermeras, etcétera, se le quitó inmediatamente el suero y la sonda que tenía en la nariz (¿es que no debía haberlos tenido durante las dos noches y día anterior?; la sonda le molestaba sobremanera). En las horas posteriores a la operación -las más peligrosas- estaba, pues, ¡localizable y los médicos nunca le hubieran encontrado.

( ... ) Después de haber sido dado de alta hospitalaria, se le mandó volver a mi padre el 24 de enero a la consulta médica número diez, tórax, en el semisótano, de diez a doce de la mañana. Una vez que trasladamos a mi padre al hospital para dicha consulta (el enfermo estaba todavía muy débil físicamente), y después de ir a varias plantas, resultó que se habían equivocado: ahora había que ir a la consulta de otorrinolaringología, a las 9.30 horas, en el edificio de maternidad. Como se ve, algo totalmente diferente. Se nos dijo que, si podíamos, volviéramos al día siguiente, ya que la consulta había acabado. Mi padre no está para continuos traslados, está muy débil aún. /

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