Alicia de Larrocha, en el 'Segundo concierto' de Brahms
La programación del último concierto de la Orquesta Nacional en el Teatro Real de Madrid., que dirigió el maestro invitado Vladimir Fedosiev, parecía sacada del arcón de los viejos recuerdos y maneras; así la obertura Fausto, de Wagner, o Francesa de Rímini, de Chaikovski, o la sinfonía Incompleta, música bella si las hay, pero no aconsejable ya sino a las grandes batutas. Sólo la presencia de Alicia de Larrocha, como solista del Segundo concierto de piano en si menor, opus 83, suponía una llamada de interés.Hablar de la música de Alicia de Larrocha es repetir lo tantas veces escrito y comentado aquí o allá, dentro o fuera de nuestras fronteras españolas. Alicia de Larrocha, desde hace quince años aproximadamente, es una famosa: aquello que cierta crítica francesa denominaba "una grande de España".
Obras de Wagner, Brahms,
Schubert y Chaikovski.Presentación del director Fedosiev. Orquesta Nacional. Teatro Real. 4, 5 y 6 de febrero.
A partir de esta situación y este reconocimiento general, Alicia de Larrocha, como todo artista, está sujeta a los azares propios de cualquier actuación pública más los particulares de toda existencia humana. Incluso cierto nerviosismo no desaparece, por muchas que sean las horas de vuelo, que ya decía Iturbi que había únicamente dos clases de concertistas: "Los que tienen 'trac' y los mentirosos".
Fácil es adivinar, por lo dicho, que Alicia de Larrocha no tuvo el viernes una de sus mejores tardes, si medimos su valor a partir de su propia personalidad y de la fama que legítimamente ha conquistado. No sé siquiera si el Segundo concierto brahmsiano es el pianismo que mejor conviene a la técnica nerviosa y articular, un tanto seca de sonido en los fuertes, lo que se advierte más cuando en los pianos logra calidades de tan singular belleza.
Sin duda el extraordinario andante, con el hermoso lied, tan excelentemente expuesto en esta ocasión por el violonchelista Rafael Ramos, quedará en nuestro recuerdo unido a una viva, clara y scherzante concepción del allegro grazioso final.
Y, por supuesto, cuanto hizo la pianista barcelonesa fue el único activo de un concierto en el que el soviético Fedosiev (Leningrado, 1932) consiguió la brillantez requerida por los pentagramas de Chaikovski, banalizó la Incompleta y colaboró justamente con la solista; pero ni las versiones fueron de gran clase ni la orquesta estuvo cuidada en su cohesión o en su afinación. En resumen: un claro y voluntarioso homenaje de todos a Alicia de Larrocha.
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