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Entrevista:

"En pocos días hemos hecho, si acaso, demasiadas cosas", asegura Alfonso Guerra

Trabaja dieciocho horas al día, pero afirma: "yo siempre encuentro tiempo. Anoche, por ejemplo, escribí dos poemas y repasé varios libros". Se siente orgulloso de su buena acogida entre los niños y dice pensar mucho, cada día, en su futuro: "tengo mi camino trazado, pero no creo que vaya a estar siempre en esto". Algún día, confía, podrá dedicarse a las actividades culturales, su verdadera pasión. Pero, entretanto, Alfonso Guerra ocupa el enorme despacho en el complejo de Moncloa, en el que su figura no acaba de encajar del todo. Insiste en que es "el último romántico, buena persona y tímido", aunque la gente no lo crea. No niega por completo el calificativo de pararrayos de Felipe González. No parece gustarle que le comparen cn Fernando Abril.

Pregunta. ¿No resulta Alfonso Guerra algo desconcertante? Por ejemplo, resulta chocante para la opinión pública que el vicepresidente del Gobierno diga que está de oyente en ese mismo Gobierno.Respuesta. Creo sinceramente que eso no desconcierta a la opinión pública, sino sólo a quienes se quieren desconcertar. Toda frase tiene su contexto, que puede ser irónico, sarcástico, serio... A mí me preguntan cuál es exactamente mi función en el Gobierno. Pues ninguna. El ministro de Obras Públicas sabe de carreteras, el de Transportes de ferrocarriles... Yo no tengo ninguna función concreta, estoy de oyente, reviso la actividad de los ministros, despacho con ellos, les oigo y doy mi opinión. Yo no tengo una parcela concreta de la que responder, soy responsable de todas ellas como miembro del Gobierno. Así que decir que estoy de oyente es no solo exacto, sino ser lo más sincero posible. Quien de ahí quiera sacar un escándalo, diciendo que soy un irresponsable, ése es su problema. Si la gente quiere liberar sus descompensaciones personales diciendo esto o lo otro, es un problema de psiquiatra.

P. ¿No cree que hechos como el llamado caso Balbín han llegado a afectar la credibilidad del Gobierno? ¿Ha tenido o no el vicepresidente del Gobierno alguna participación en este caso o, en general, en TVE?

R. Quizá podría explicarme más largamente, pero basta con un no. Creerlo o no creerlo compete al que oye o lee este no. En cuanto si ha afectado a la credibilidad del Gobierno, pienso que sí, porque ha ocupado un espacio desproporcionado: se habla del caso Balbín como si fuera el caso Bultó. Una cosa verdaderamente curiosa. Probablemente habrá afectado al Gobierno menos de lo que algunos quisieran y más de lo que otros desearan.

P. Usted dijo que si un ministro lo hiciese mal, se le cesaría de inmediato. ¿Y si lo hace mal un director de RTVE?

R. No sé si el contenido de la frase era exactamente así, aunque el espíritu, desde luego, era ése. Lo que yo digo es que los errores no hay que ocultarlos; cuando se piensa que se ha cometido un error hay que decirlo, y eso quizá lleve consigo el cese de alguien. Cuando un director de televisióno de otro medio lo hacémal, también debe reconocerlo, y si eso lleva aparejado el cese, que se produzca el cese. El problema es el juicio sobre si lo hace mal o no.

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P. Afirmó que no conocía al director de RTVE, Jose María Calviño...

R. Esa afirmación procede de uno de los famosos Desayunos del Ritz donde había cinco periodistas: cada una de ellas hizo su reportaje en un periódico, excepto una, que lo hizo en una agencia de prensa. Ninguna, excepto esta última, puso eso. Sin embargo, otros periódicos, reproduciendo a la agencia, sí lo publicaron. Yo no soy demasiado inteligente, pero no soy tonto; si yo veo en los periódicos fotografías de la toma de posesión del director de RTVE hablando conmigo, no puedo ser tan retrasado como para luego decir que no le conozco. ¿Tan poca consideración a mi inteligencia tiene la gente como para creer eso?

"Yo, de dureza, nada"

P. Alfonso Guerra pasa entre los periodistas por ser el más duro de todo el Gabinete. Se comenta que, desde este despacho, se controla incluso lo que los ministerios deben o no decir.R. Se han dicho muchas tonterías de mi capacidad controladora. Es una bobada eso de que soy una especie de vicetodopoderoso. Precisamente estos días me han comunicado que me han concedido un premio limón de una peña periodística, me hace mucha gracia y con mucho gusto iré a recogerlo. Pero no me parece excesivamente justo que se pueda decir que los periodistas piensan que yo soy duro en el tema de la información. Porque yo, en toda mi vida, jamás, he usado el off the record, cosa que no todos pueden decir. Yo creo que el terreno de la libertad de expresión hay que respetarlo al máximo: nunca he descolgado un teléfono para decirle a un periodista que un asunto hay que enfocarlo de esta o aquella manera. Yo no veo la dureza por ningún lado.

P. Han pasado más de sesenta días desde que el Gobierno tomó posesión. Cuando quedan menos de cuarenta para los míticos cien días que se suelen dar de tregua a un gabinete, ¿cuál es su opinión sobre si el desgaste que sufre este Gobierno es el normal, o es excesivo?

R. Esperar a los cien días parece ya un poco tonto, porque algunos se han lanzado contra el Gobierno desde el primer día. Nosotros hemos hecho un gran esfuerzo, primero de trabajo -hay muchos problemas encima de la mesa, a los que no hemos podido todavía hincarles el diente-. Hemos hecho reformas en la propia Administración, para que mejore su funcionamiento. Luego están las propias acciones de Gobierno, legislativas o ejecutivas. En todo ello, creo que hemos hecho en muy pocos días, si acaso, demasiado. Es verdad que hemos apretado en muchos,ternas a la vez, porque la gente lo exigía. Intentamos acudir a todo lo que podemos, con un ritmo rápido. En estos sesenta días estamos cubriendo una parte importante del programa electoral; lo que pasa es que hay gente que cree que en sesenta días se puede cubrir todo el programa electoral de cuatro años. Yo tengo bastante serenidad, en cuanto que la gente, en su inmensa mayoría, piensa que lo estamos haciendo muy bien. Hay veinte o veinticinco millones de españoles, muchos de los cuales no votaron socialista, que están deseando que nos salga bien. No me importa si esto va o no a repercutir después en una mayor votación al PSOE. Lo que me importa es que haya veinticinco milllones de corazones palpitando a favor de que esto salga bien, y no encontra.

P. ¿No resulta peligroso que se deterioré la imagen o el apoyo al Gobierno en determinadas clases que se ven afectadas por las reformas efectuadas desde el Gobierno, como médicos, abogados, funcionarios, obispos ... ?

R. Yo no creo que los médicos estén en contra de este Gobierno. Sin duda, hay algunos que no están a favor de que la Sanidad sea en este país lo que debe ser. No se puede pensar que todo el mundo esté a gusto con el Gobierno socialista, pero, en general, creo que, por lo menos, los médicos están en posición de colaborar. En cuanto a los funcionarios, están en actitud clarísimamente a favor. Respecto a los nombramientos, siempre hay la posibilidad de equivocarse y en algunos casos a mí me han dicho que a lo mejor se ha cometido un error; yo les digo que si comprueban eso, no deben tener inconveniente en desnombrar y nombrar a otro. También se da el hecho de que las aspiraciones de las personas, con todo lo legítimas que puedan ser, a veces se ven defraudadas. Pero, globalmente, no creo que se pueda decir que ha habido una política errónea en este terreno, sino todo lo contrario. Yo he participado muy poco en la política de nombramientos. ¿En los vetos? Yo no tengo ese poder; en todo caso, he podido dar mi opinión, si fuera negativa, sobre alguien. Pero, ¿vetar? Eso no.

"Nadie habla ya de golpe"

P. ¿Qué tal se han portado hasta ahora con el Gobierno los poderes fácticos?.R. Hemos logrado algo que ahora se mide poco, pero que hace dos meses estaba muy presente: hemos desterrado de las conversaciones la palabra golpe. Para ello, fue muy importante ganar de manera tan avasalladora en la noche del 28 de octubre, sin hacer ejercicio del menor avasallam lento. Luego, la labor de determinadas instituciones y colectivos ha sido escrupulosamente responsable: Iglesia, Ejército, Banca, empresarios... Nadie hubiese apostado hace tres meses por la facilidad y normalidad con la que se ha producido el tránsito al Gobierno socialista. Qué no decir de la responsabilidad que vienen demostrando desde hace muchos años las organizaciones sindicales. Y nosotros no hemos hecho, ni haremos, amenazas de que aquí pueden ocurrir dramas si no se ejerce una moderación, ni hemos hecho ruido de sables, ni de sotanas, ni de nada, porque no es verdad que lo haya habido.

P. ¿Qué es lo más urgente que le queda por hacer al Gobierno en los menos de cuarenta días que le restan para rebasar la barrera de los cien?

R. Primero, gobernar, que en este país no es poco y llevaba muchos años sin hacerse. Hay, lógicamente, unas prioridades. Tenemos un número importante de proyectos de ley que vamos a enviar a las Cortes y que ayudarán a que nos sintamos en un país moderno. Las empresas públicas, por ejemplo, necesitan un saneamiento muy serio. Probablemente la semana próxima pueda ya estar el proyecto de ley de incompatibilidades, que tanto asusta a los diputados de la derecha, alarmados ante la posibilidad de perder determinadas sumas de dinero. Sobre esto, algunas cosas que se dicen no son ciertas: mi tesis es que los parlamentarios deben ser incompatibles con algunas actividades, pero eso no se puede confundir con que deban estar atados al escaño. A mí me parece bochornoso que haya gente que está empujando en las Cortes hacia determinados intereses de empresas que ellos mismos llevan. Me parece correcto que un diputado o un senador tenga actividades privadas, pero es necesario que la Cámara tenga un registro de estas actividades privadas, para que no entren en colisión con las actividades de la Cámara. No es cierto que nadie vaya a tener que cerrar su bufete por ser parlamentario.

P. Al Gobierno le quedan por librar batallas importantes, como el referéndum sobre la OTAN, o la renovación del Tribunal Constitucional. ¿Hay un calendario para todo ello?

R. La del Tribunal Constitucional es una guerra curiosísima, porque resulta que la Constitución y la ley nos conceden la atribución de renovar hasta doce de los miembros del Tribunal, y ahora resulta que está uno obligado, si quiere ser progresista, digno y limpio, a no cambiar tantos o a cambiar cuantos. A mí me parece un recorte de la libertad inadmisible. ¿Qué es eso de decir "o los cambia todos o no cambia ninguno"? Oiga usted, se cambia lo que haya que cambiar, porque la ley me ampara. Respecto de la OTAN, nosotros tenemos un compromiso claro, y lo vamos a cumplir; ya hemos cumplido una parte muy importante, que es congelar la integración militar, que ya es un punto muy importante del programa, que tiene dos partes: una, la de la congelación en esta integración militar, y otra, el referéndum. Lo que yo no puedo tolerar es que un señor que tiene cuatro diputados en la Cámara me quiera imponer la fecha a mí, que tengo 202 diputados y diez millones de votos.

P. A Guerra se le achaca ser el protagonista de divergencias en el Gobierno (con Miguel Boyer), por ejemplo), y en el partido (con Pedro Bofill, por ejemplo).

R. A mí me divierte todo eso. En la reunión en la que, según dijo un medio informativo, tuve un encontronazo con Bofill, lo cierto es que el bueno de Pedro no abrió la boca en todo el tiempo, no cruzamos ni una palabra. También según esa versión, Galeote habría mediado entre nosotros, cuando ni siquiera asistió a esa reunión. Con lo de Boyer ocurre lo mismo y, además, leo que ha dimitido una cantidad de veces tremenda. Yo no me he enterado de ninguna, a ver si es que no me pasan a mi información de las dimisiones. Es muy curioso, porque, por una parte, yo lo puedo todo, y, por otra, soy el responsable de todas las dimisiones. Eso es una tontería, no responde en absoluto a la realidad. Naturalmente que yo difiero y otros difieren de mí en cuarenta mil asuntos: estaría bueno que todos pensáramos lo mismo en el Gobierno o en el partido. Claro que tenemos discusiones, a veces duras y largas y correosas, me parece que es lo elemental. No nos reunimos para decir todos amén. Aquí la gente no se convence de que el partido socialista no es lo que había antes gobernando, aquí no hay navajas bajo la mesa, sino discusiones sobre la mesa.

P. ¿Cómo ve el futuro de este país?

R. Creo que la cosa puede marchar. Hay una acumulación de entusiasmo popular grande, hay una regeneración cultural, una gran preocupación creciente por los temas culturales. La gente empieza a estar en otra órbita, y eso, para mí, sería la recuperación de una especie de edad de plata de la sociedad. Hay, en ese sentido, una posibilidad de que la gente se encuentre más a sí misma y deje de estar influida por cosas como campañas publicitarias de productos ridículos de los que no tiene ninguna necesidad. Naturalmente, no estoy predicando una vuelta a las cavernas, pero hay progresos que tienen dentro de sí más de regreso que de progreso. Se ha dicho que los Pirineos nos separan de la civilización. Yo creo lo contrario: la civilización está de los Pirineos hacia abajo.

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