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Mitterrand y el rey Hassan II acuerdan que Francia recupere su ascendiente sobre Marruecos

La razón de Estado terminó por triunfar sobre la sensibilidad de partido. Así, quizá, puede resumirse el viaje que acaba de efectuar a Marruecos el presidente socialista de Francia, François Mitterrand. Francia y Marruecos están de acuerdo en que la primera recupere el papel privilegiado que juega en este país. Ello no impidió a Mitterrand, sin embargo, exponer al rey Hassan II, al Parlamento marroquí y a la Prensa las numerosas diferencias políticas, e incluso de estilo, que separan su acción de la del monarca marroquí.

Lo que está en juego para Francia en Marruecos es demasiado importante como para permitir que nada lo ponga en peligro, y así lo reconoció el propio Mitterrand en alguna de sus recientes manifestaciones.La existencia de Marruecos en lo económico es difícil de concebir hoy sin Francia: una ayuda financiera civil prometida para 1983 equivalente a 37.000 millones de pesetas; una convención especial para participar en las inversiones previstas para el desarrollo del sector de los fosfatos marroquíes, que se eleva a 102.000.millones de pesetas, exactamente la mitad de lo que el Gobierno marroquí tiene previsto invertir en este sector; una deuda marroquí de 34.000 millones de pesetas por suministros militares; primer cliente y primer suministrador.

Pero este viaje y los meses que le precedieron han estado marcados por advertencias preocupantes para Francia. A mediados del año pasado las empresas francesas perdieron un importante contrato relacionado con la química derivada de los fosfatos en beneficio de un consorcio hispano-japonés, y a pesar de las promesas de inversión francesa en los fosfatos el rey Hassan II decidió optar por un procedimiento de la Westinghouse norteamericana para extraer y explotar el uranio que se obtiene del fosfato.

La obsesión por la penetración norteamericana en Marruecos ha sido tan fuerte en Francia que hasta el presidente Mitterrand se refirió a ella cuando dijo ante los 267 diputados marroquíes que los conflictos regionales deben solucionarlos los propios interesados y no permitir la injerencia en ellos de las grandes potencias.

A cambio de recuperar su antiguo puesto en Marruecos, Francia ofrece la paz política; los 68.000 millones de pesetas que transfieren al año los trabajadores marroquíes que trabajan en Francia, y, ahora, tras la visita de François Mitterrand, la promesa de que Francia construirá las centrales nucleares que el rey Hassan II solicita; la adquisición de un millón y medio de toneladas adicionales de fosfatos y la cooperación y ayuda para que Marruecos solucione lo mejor posible sus problemas con la Comunidad Económica Europea (CEE) derivados de la ampliación de ésta a Portugal y España.

Ha de reconocerse, sin embargo, que con una gran habilidad y savoir faire el presidente francés no dejó de sostener en Marruecos ninguno de los criterios de Francia contradictorios con los de Marruecos. Confirmó el respaldo al derecho de autodeterminación del pueblo saharaui mediante referéndum controlado por organizaciones internacionales reconocidas; sugirió que el Gobierno de Francia es partidario de un entendimiento entre Marruecos y Argelia para solucionar este conflicto; dijo que aprueba el método que se desprende de las resoluciones de la cumbre árabe de Fez sobre Oriente Próximo, y aseguró que confiaba en que "las promesas que contiene la Constitución marroquí sobre democracia se conviertan un día en realidad".

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