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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Triunfo de los artistas bilbaínos Larrauri y Achúcarro

El último concierto de la Orquesta Nacional, encomendado al ruso-brasileiro Isaac Karabtchevsky, tenía un acusado carácter vasco: por el estreno de Gardunak, de Antón Larrauri, y por la actuación del también bilbaíno Joaquín Achúcarro. Casi toda la obra de Larrauri -ya bastante extensa- responde a un sentimiento racial que, unas veces, se manifiesta abiertamente, y otras sirve de fundamento a estructuras y expresiones de inequívoco perfil contemporáneo.Hoy, cuando hablar de vanguardia apenas tiene sentido, cuando, como decía Petrassi, "si suena la palabra vanguardia, es un viejo el que habla", la actitud de Larrauri en su amplitud y en su polilingüismo estético (más que bilingüismo) resulta normal. ¿Quién le pone hoy puertas al campo hechas con madera de la tradición o de esa otra más corta tradición llamada Darmastadt? Por lo pronto, no será Antón Larrauri que en su Gardunak trata al uso tradicional pero desde nuestro tiempo, tres temas vascos, principalmente el conocidísimo Aldapeko. Y lo hace con entera validez y fuerte vitalidad, rasgo éste el más definitorio de la personalidad del músico bilbaíno.

Joaquín Achúcarro, y Antón Larrauri, compositor

Orquesta Nacional de España.Director: L Karabtchevsky. Obras de Larrauri, Brahms y Dvorak. Teatro Real, 28, 29 y 30 de enero.

La obra llegó a todos y el remiso público del Real aplaudió con entusiasmo y recibió, en clima de triunfo, la presencia de Antón Larrauri en el escenario madrileño. Gardunak está dedicada a Gabriel Verkós, el violoncellista que, con Jenaro Morales y Aurelio Castrillo, formaron el célebre Trío de Bilbao.

Joaquín Achúcarro fue solista espléndido en el primer concierto de Brahms. Ya hace tiempo que venimos comentando el grado de madurez, potencia expresiva, criterio de alto vuelo, técnica preciosa y pujante que hace de Achúcarro una figura valiosa y diferenciada dentro del pianismo internacional.

En su nueva actuación madrileña han quedado evidentes tales valores, con todo y no ser la colaboración de Karabtchevsky y la orquesta de análoga categoría, lo que ya se comprobó en la introducción-exposición de la soberbia partitura brahmsiana. Sí se alcanzó el nivel deseable -y merecido por Achúcarro- en el adagio, verdaderamente conmovedor.

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