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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un lento pregón de Shakespeare

Poderoso Shakespeare: sus textos llevan siglos resistiendo toda clase de interpretaciones, versiones, innovaciones o descoyuntamientos, y ganan siempre. Su Rey Lear que se da en la Sala Olimpia pasa por la experimentación de dramaturgia y dirección realizadas por Miguel Narros. Hay una contradicción entre la minuciosidad, la fidelidad del texto (traducido por el Instituto Shakespeare de Valencia) y la libertad con que lo trata Narros en cuanto a prosodia, expresión corporal y fonética, escenografía y efectos plásticos; y no entiendo esta contradicción como algo negativo, sino como una parte de la experimentación.El Instituto Shakespeare, que dirige Manuel Angel Conejero -responsable personal de la versión castellana con Martínez Luciano, Vicente Flores y Jenaro Taléns-, se caracteriza por la busca de una fidelidad no sólo en el concepto, sino hasta en la aproximación de equivalencias fonéticas; no se basa solamente en el texto escrito; añade el estudio de las grandes interpretaciones actuales en lengua inglesa. La aplicación de una ortofonía distinta en castellano, por la dirección de actores de Narros, modifica, por tanto, esa intención inicial. Con bastante frecuencia, y sobre todo en el papel principal, Narros parece buscar su técnica en los pregoneros: frases cortadas por encima de la puntuación de sentido, principios de parlamento lentos, finales arrastrados. Sobre este pregón se superpone una acentuación del fárnoso carácterromántico de Shakespeare, tal como lo vio y lo explicó en un famoso ensayo Víctor Hugo y como ya Narros lo intentó en su dirección y dramaturgia de Macbeth, lo cual conduce a veces a un desgarramiento de la voz y una sobreinterpretación de lo trágico y lo sentimental., sin que de todas formas se desprenda, en muchos casos, del naturalismo trágico del propio Shalespeare. El romanticismo le lleva a una especie de gerinanismo, que estaría emparentado con el expresionismo alemán de principios de siglo, y aún más allá, puesto que hay hasta resonancias de la estética militar nazi: uniformes, taconazos, rigidez en algunos personajes; debe haberle parecido una forma válida de acentuar el carácter sadomasoquista que, sin duda, hay en esta obra de Shakespeare, aun a costa de la ternura y la dulzura que también podría encontrarse en ella. La expresión corporal y fonética es especialmente interesante en algunos actores, como Joan Gea y, sobre todo, en José Pedro Carrión, que hace muy bien el papel del bufón: por el gesto, la calidad de voz, la actitud y el subrayado irónico de sus frases. La estética se centra en una época reciente, indeterminada. Recuerda en alguna ocasión la versión de Strehler para el Piccolo Teatro de Milán. La escenografia de Andrea D'Odorico se reduce en la práctica a los figurines: son excelentes.

El rey Lear, de William Shakespeare

Traducción del Instituto Shakespeare de Valencia (Miguel Angel Conejero, J. V. Martínez Luciano, Vicente Flores, Jenaro Taléns). Interpretación de Fermi Reixach, Pedro del Río, Julia Torres, Patricia Adriani, Mercedes Camins, Pep Munné, Joan Gea, Helio Pedregal, Enríe Benavent, Lluis Fornés, José Pedro Carrión, Paco Cano, Manolo Zuriaga, Joaquín Climent, Robert Lisart y Joan Verdú. Escenografía de Andrea D'Odorico. Dirección y dramaturgia: Miguel Narros. Estreno: Sala Olimpia, 20 de enero.

Parece como si Miguel Narros no hubiera querido negarse a sí mismo la posibilidad de tratar el texto por varios caminos distintos, aun a riesgo de la confusión. El resultado es una obra de una duración desmesurada; se entra en el teatro a las nueve de la noche y se sale cerca de las dos de la madrugada, y el intermedio, aunque largo, es insuficiente para la recuperación del espectador, cuya atención queda un poco desconcertada por la falta de fijeza en el escenario, que en algún momento, quizá por no haber tenido en cuenta la falta de concentración. del público actual, parece descontrolada, sobre todo en la última hora de la primera parte.

La interpretación es irregular, como inevitablemente sucede con los repartos largos: no todos los actores son receptivos a las intenciones y las instrucciones del director. Fermi Reixach es un Rey Lear con una voz bonita y apta para la tragedia: la necesidad de pregonar el papel impide saber si es un actor suficiente. Queda antes definido como el mejor de todos Pedro Carrión y la calidad expresiva de Joan Gea, a los que hay que añadir la certeza y seguridad, y la carga de ironía, con que Helio Pedregal interpreta el suyo.

El público, a pesar del cansancio, apreció méritos como para aplaudir al final de cada parte; Narros correspondió, con la compañía, a este homenaje.

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