_
_
_
_

El juicio por el secuestro de Quini empieza hoy, con petición de 21 años a cada acusado

Los secuestradores del futbolista Enrique Castro, Quini, se sentarán hoy en el banquillo de los acusados de la sección primera de la Audiencia Provincial de Barcelona. El ministerio fiscal solicita para cada uno de los tres principales encartados la pena de veintiún años de prisión, mientras que la acusación particular, ostentada por el letrado Octavio Pérez Vitoria, reclama veintitrés años de cárcel y una indemnización de 35 millones de pesetas. Los abogados defensores, Eugenia Olivar, Federico Valenciano, Emilio Zegrí y Joan Castelló, piden un total de trece años de cárcel.

Más información
El Cerebro dirigió las investigaciones

Cuando esta mañana los cuatro encartados por el secuestro del futbolista Quini sean conducidos hasta la sección primera de lo penal de la Audiencia de Barcelona para ser juzgados, quizá nadie recuerde a esa legión de falsos secuestradores del futbolista, que telefónicamente se responsabilizaron de la acción y que incluso llegaron a precisar un rescate que jamás cobrarían.Entre esta legión de falsos secuestradores destaca el caso de José Coma Pijoan. Apostado desde un teléfono, situado frente a una de las entradas del puerto barcelonés, José Coma se puso en contacto con el ex jugador barcelonista Josep Fusté. Las negociaciones se prolongaron durante tres días y finalizaron una buena mañana, cuando el falso secuestrador fue detenido en su habitación de la pensión Tere. Se averiguó entonces que el detenido tenía una orden de búsqueda y captura por una pelota de talones falsos que había intentado cobrar en un banco andorrano. Descubrió también la policía una patética historia protagonizada por ese aprendiz de camarero que intentó montar un establecimiento, se vio enredado por una mujer y, que en el colmo de la desesperación, no vio otra salida que la de hacerse pasar por secuestrador de Quini. José Coma Pijoan, camarero de una boite en Lérida, conserva hoy un recuerdo muy borroso de todo aquello.

También es posible que Mari Nieves, la esposa del futbolista Quini, se haya olvidado de esas veintiuna conversaciones telefónicas que mantuvo con los secuestradores entre el 2 y el 24 de marzo. Quizá Mari Nieves no recuerdé.ya aquella conversación del 3 de marzo, a las ocho de la noche, cuando una voz anónima le aseguraba una y otra vez que su marido se encontraba perfectamente.

Preguntaba ella:

-Pero entonces, ¿cómo se yo que está bien?.

-Se lo digo yo. Si no me cree, le enviaré una prueba de ello. Puede que sea un dedo. ¿Qué le parece?.

-¿Que sea...?.

-Un dedo. Un dedo de un pie. ¿Me creería entonces?.

Quizá también José Ramón Alexanco, compañero de equipo del secuestrado, lo haya olvidado casi todo. Como aquella conversación telefónica que mantuvo con los secuestradores el 23 de marzo de 1981, a las doce del mediodía, cuando faltaban pocas horas para que se resolviera el caso.

-Quini está algo nervioso porque desde hace dos semanas cree que le vamos a poner en libertad... Aseguraba uno de los secuestradores.

-Bueno, no te pido sino que te exijo que a la transferencia, queremos ver a Quini, contestaba Alexanco.

-Nosotros para qué le queremos, ¿qué quiere que hagamos con él?. Nos está costando un dineral tener a ese hombre ahí parado.

Difícilmente se recordarán estos minúsculos detalles en el juicio oral de mañana. La sesión apenas durará un día y en la vista comparecerán como únicos testigos el jugador secuestrado y el responsable del departamento de relaciones públicas del Club. Nadie más.

Hoy, sobre todo, lo que se discutirá en el juicio oral es el estado de obcecación en que se encontraban esos tres parados, que un buen día se liaron la manta a la cabeza y decidieron secuestrar a un futbolista. Los abogados defensores piensan llevar hasta la sala los resultados de una encuesta realizada entre 888 médicos, en la que se demostró que el 93% de los parados sufren transtornos de conducta y que el 43% padecen estados depresivos y neurosis. La encuesta, que fue realizada en 1982, les vendrá como anillo al dedo a los defensores.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_