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El Rey roto

El que en España hayamos vuelto a tener un Rey comporta para el columnista, aparte otras ventajas más fácticas, la ventaja profesional de que un Rey (y eso hay que admitirlo, aunque uno tenga el corazón mendelianamente republicano) soporta toda la literatura que haga falta. De don Manuel Azaña había que escribir de otra forma.El Rey roto. Don Juan Carlos ha tenido la audacia de esquiar donde no había nieve -Gstaad-, como tuvo la audacia de ponerse autoritarlo -23/nosequé- cuando no había autoridad. Un hombre que salió de aquello, y salió con bien para todos (aquí estamos, convertidos en un país psocialista), tiene derecho a partirse la pelvis de vez en cuando, ya que supo defenderse de que le partieran el alma y la corona. ¿Puede decirse que, con el Rey roto, a España se le ha partido el eje? No. Y lo de menos es que siga despachando desde la cama. Lo importante es que esta caída, debida a su audacia ulisaica que no cesa, viene a corroborar a un hombre de acción que rompe con las viejas tradiciones alfonsinas y filipenses, indolentes y palatinas. Este hombre no para, es (por decirlo con el viejo lenguaje de nuestro parvulario existencialista) más existencia política y dinámica que esencia vagorosa de lo monarcal. (En mi columna de ayer, yo deslizaba "Barrionuevo" por Ramón Buenaventura, citando a un joven e interesante poeta traductor de Rimbaud: los políticos es que nos tienen comido el tarro.) Quiero decir, en fin, que la política vuelve a hacerse épica en cuanto que, saliendo de las decadentes indolencias de Calvo Sotelo, lleva al Rey a hacer una monarquía sin monárquicos (históricos) y a esquiar sin nieve.

Como lleva a Javier Solana, ministro de Cultura, a hacerse soluble, anoche, entre el personal estrenista de Darío Fo, en el Lara. El hombre que esquía sin nieve, en Navidades, es primer soldado de España también por eso, y el valor no se le supone, sino que lo pone a pruebas diariamente.

Hay rojos que le llaman El Rubio, entre la estimación y la distancia, reconociendo, en fin, que es tan activo como los activistas, aunque no sea rojo, sino rubio/ Vermeer. Artificiero que desactivó el paquete más sospechoso de la transición, el Rey Don Juan Carlos es un rey roto, no sólo por la caída, sino porque el terrorismo / golpismo, el cuarentaflismo residual y el monarquismo no abdicacionista se golpean todos los días contra su aventajado esqueleto. Tiene una fisura de pelvis, según los partes médicos, y tiene una fisura de alma que le melancoliza, como cuando dijo en la transición de Carlos Arias a Adolfo Suárez:

-Nunca creí que se pudiera sufrir tanto.

Veo a este Rey menos que antes, porque él anda esquiando sin nieve y yo volando sin motor, que decía el maestro (escribiendo sin tema, pues creo en la escritura como generadora de contenidos). Después de cuarenta años de zarismo quietista, estábamos necesitando un hombre con marcha, una generación con marcha, del Rey a la gobernadora de Palencia. Al Rey, garante de democracias y socialismos, le faltaba una fisura en el alma: se la produjo el 23/F. El que ahora tenga, además, una fisura deportiva en la pelvis es cosa de poco momento. Los profesionales de la audacia aprenderán de él a ser audaces y los profesionales de la indolencia intelectual recordarán aquello tan viejo de Sartre: "La existencia precede a la esencia", tomado quizá de Heidegger, que a Sartre le llamaba periodista. Quienes respetan la audacia física (que nunca es solamente física, claro) tienen que renovar su respeto, en la Pascua, al más audaz inter pares. La fisura de pelvis es una anécdota navideña. Lo que a Juan Carlos le ha hecho Rey, lo que al Rey le ha hecho Don Juan Carlos, es la fisura / deserción 23/ F. Desde entonces es triste como un Baviera y audaz como un Austria.s Borbón.

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