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Reportaje:1982, año negro de la economía de la RFA /1

El número de parados superó los dos millones por primera vez en 28 años

Cien millones de marcos (más de 5.000 millones de pesetas) quemaron los alemanes de la RFA en fuegos artificiales la última noche del año, como si quisiesen alejar los malos espíritus que acechan a la otrora próspera economía del país. El pasado otoño fue la situación económica, concretamente la falta de acuerdo a la hora de repartir las cargas derivadas de la crisis, lo que dio la puntilla a la agonizante coalición de Gobierno entre socialdemócratas (SPD) y liberales (FDP), que había gobernado durante trece años la RFA.El dictamen extraordinario de los cinco sabios de octubre empezaba con las frases "la situación económica en la República Federal ha empeorado desde comienzos del verano de este año de forma inesperada. La decepción es tanto mayor, porque la reducción del crecimiento de los costes en el interior del país y la rebaja del déficit de la balanza de pagos progresaron -notablemente, y con ello parecían sentadas las bases para una reanimación de la actividad económica".

El nuevo proceso se caracteriza, según los cinco expertos consultados por el Gobierno federal, por un descenso en las exportaciones, limitación de las inversiones, caída del empleo y disminución del poder adquisitivo real, "con la consecuencia de que también retrocedió el consumo privado". A finales de año, las cifras de parados en la RFA se aproximan a los 2.200.000, lo que representa un porcentaje del 9%. La media del año fue de 1.840.000, algo más del 7,5%

Al lado del incremento del paro, medio millón de parados más que a finales del año anterior, hay que registrar positivamente un descenso de la tasa de inflación, que en 1982 fue del 5,3%, un punto menos que en 1981. Otro signo positivo, a finales de año, fue el equilibrio en la balanza de pagos, que en años anteriores había registrado un déficit importante.

Estas dos cifras, baja inflación y equilibrio de la balanza de pagos, unidas al descenso de los intereses en Estados Unidos, han permitido al Banco Federal alemán rebajar en los últimos meses el porcentaje del redescuento, que se espera repercuta en un descenso general de los intereses, lo que podría animar la decaída coyuntura económica.

Los sindicatos y el Partido Socialdemócrata (SPD) criticaron al Banco Federal por la política restrictiva seguida, a la que se achaca buena parte de la culpa de las elevadas cifras de paro. El ex canciller federal, el socialdemócrata Helmut Schmidt, a los pocos días de cesar en su cargo, lanzó una fuerte andanada contra el Banco Federal por su política monetaria restrictiva y fuertemente antiinflacionista.

En la campaña electoral de 1976, Schinidt había lanzado el eslógan simplista de Prefiero un 5% de inflación a un 5% de parados. Al final de la llamada era Schmidt había un 5% de inflación y más de un 7% de paro. Estas cifras, que producirían envidia en muchos países, son en la RFA escandalosas, acostumbrada desde hace muchos años a una mejora continua de la economía.

El año de las quiebras

1982 fue el año de las quiebras. Casi 15.000 quiebras suponen una nueva marca en la historia de la RFA; más de mil empresas cada mes tuvieron que presentar la declaración de quiebra, en su mayoría en el sector de la construcción y del comercio al detalle. La fe en la solidez de la economía de la RFA sufrió una fuerte sacudida con las crisis de empresas con nombres legendarios, como la AEG-Telefunken, salvada en el último minuto por los créditos del Gobierno federal. Otras grandes empresas, como la Grundig, buscan su salvación por medio de la venta de la propiedad mayoritaria a un consorcio francés. La situación de las grandes siderurgias alemanas es también desesperada. La siderurgia del Sarre se salvó las pasadas Navidades por medio de un pacto que prevé la renuncia de los obreros a la paga de Navidad y la entrega de un crédito extraordinario del Gobierno.

En la cuenca del Ruhr, los llamados barones del acero, los Krupp, Thyssen, se comportan, según una expresión de la revista Stern, como "buitres en espera de carroña", a la expectativa de que el vecino quiebre, para poder hacerse con las exiguas carteras de pedidos. En Duisburgo, el centro de la industria pesada del Ruhr, se teme que en el próximo año se llegue a un 25% de parados, el doble de las cifras actuales, muy por encima de la media nacional.

Las altas cifras de parados suponen una fuerte carga para el erario público, porque los ingresos fiscales disminuyen considerablemente, al mismo tiempo que aumentan las cantidades que el Estado tiene que aportar al seguro de paro. La consecuencia es un incremento incesante del déficit público, que la llegada al poder de la nueva coalición, entre democristianos (CDU/CSU) y liberales (FDP), no ha conseguido parar, sino que incluso ha sido incrementado en el presupuesto para 1983.

Fantasma de la depresión

El Estado tiene que luchar contra ese déficit y mantener una política de restricciones, que de ninguna manera puede tener un efecto multiplicador sobre la economía nacional. El informe de los cinco sabios de octubre constataba que "para un aumento del consumo privado faltan todos los presupuestos. La fuerte subida de las cifras de paro rebajó la tendencia al consumo y el descenso de los intereses no fue lo suficientemente fuerte para compensarlo". El temor al paro hace que la gente tienda a ahorrar, para prevenir la eventualidad de la pérdida del trabajo. Este ahorro, la falta de demanda interior, repercute en un descenso de la producción y en un aumento de las empresas en situación precaria, con la inevitable secuela de despidos y mayores cifras de paro. Un círculo vicioso que parece imposible de romper. En 1982, el crecimiento bruto de los salarios fue de un 4%, que no ha logrado equilibrar el 5,3% de inflación. A pesar de esta discrepancia, las cifras de parados actúan como un fantasma sobre los obreros, que parecen dispuestos a aceptar todo con tal de no perder el puesto de trabajo.

El fantasma de la depresión se extiende sobre la economía de la RFA, y periódicos serios, como el semanario Die Zeit, se plantean la pregunta de si se repetirá la historia de los años treinta.

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