Una incubadora sin alma
Una muchacha de diecinueve años está en la cárcel porque asesinó un alma. Entre escombros la violó un hombre sin pedirle permiso. La muchacha decidió que no podía tener un hijo de un hombre que no le había pedido el sí y buscó, tras unos días de miseria algo desesperantes, alguien que le ayudara a volver a la nada lo que ella, por su voluntad, no había programado. El 3 de julio de 1977 moría en Barcelona una mujer diabética. El tocólogo era un buen hombre con principios y no practicó el aborto. El alma de la madre y el niño se fueron derechas al cielo. El médico, aquel día por la noche, se descubrió ante el espejo exhalando una sonrisa de beatitud. Varias personas fueron detenidas durante el viaje del Papa en España.En un país donde existe la libertad de expresión, se atrevieron aviesamente a opinar que Juan Pablo II no tenía por qué meterse en cuestiones del cuerpo femenino. Pero el Papa es un jefe de Estado y ellas son mujeres, a veces con cuerpo, otras con cuerpo y alma y, cuando están muertas, con sólo un alma, pues hace siglos se admitió a regañadientes que las mujeres sí tenían alma.
El tema del aborto, me temo, va a quedar bajo el lodo de demasiadas cuestiones urgentes. Cual solícitas amas de casa, los socialistas tienen que poner en orden un hogar arruinado y maltrecho. El aborto no es cuestión urgente..., para los que no se quedan preñados de un hombre que, gentilmente, no les pidió permiso. Para las que osan proyectarse el futuro con voluntad propia. Para las mujeres que insinúan que la maternidad es una elección entre otras. No se preocupen; sin embargo, en el país del simulacro, la familia está salvada.
Las revistas del corazón, entre otras, coinciden en lo mismo: incluso los nuevos ministros tienen familias intachables. La única diferencia con lo anterior sólo radica en que antes las esposas de los grises señores de UCD eran sólo amas de casa. Las actuales son amas de casa y penenes.
Carmen San Sebastián, presidenta de la Acción Católica allá por los cuarenta, escribía con femenina y sutil pluma que el aborto "es pecado manifiesto de rebeldía contra Dios, pues quien lo comete hace suyo uno de los derechos privativos de la divinidad: el de dar fin a los seres cuando lojuzga pertinente es pisotear uno de sus divinos mandamientos, 'no matarás', tras haberse encenagado, bestializado hasta el límite, por incumplimiento de otro: 'no fornicarás'...". Con los años, esta -la mía- generación del simulacro descubrió que fornicar era el placer de los dioses, pero todavía no se atreve a confirmar este placer bajo los aires de la libertad total.
La cuestión del aborto, pues, no está clara. Entramos en una época de visible honestidad pública, cosa que celebro. Pero es fácil, porque es hermoso, condenar a los que se llevan divisas a Suiza. ¿Cómo condenar la real, aunque no tan aparente, inmoralidad privada? ¿Quién se atreve? Una sociedad no puede cambiar del todo si antes cada ser no se enfrenta consigo mismo. Me temo que no queden resquicios en los apretados horarios de los nuevos dirigentes para mirarse ante el espejo. Mientras tanto, hay quien lo ve claro: un ginecólogo italiano, por ejemplo, introducía el año pasado una jeringa con agua bendita en las gestantes. Su único deseo: bautizar estos fetos.
Quizá con ello descubría un nuevo placer, la fornicación espiritual... Los que están contra el aborto tienen que acabar por admitir, a la fuerza, que el feto tiene alma. Y aquí empieza el embrollo teológico. Veamos, Camilo José Cela se pregunta: "Si la madre y el feto forman un todo, ¿es admisible suponer que el conjunto está habitado por dos almas?" ¿Dos almas en un solo cuerpo? ¿Dos cuerpos con dos almas? Quizá lo más racional es pensar que sólo el feto tiene alma. Al fin y al cabo, durante siglos, la mujer ha sido considerada un recipiente, una incubadora. Para Esquilo, la madre no era más que un vaso donde el germen del padre se desarrolla. Veintitrés siglos más tarde, el marqués de Sade afirmaba que la mujer no es más que una cloaca. Si es asi, si suponemos que, sólo el feto tiene alma, ¿por qué culpar a un cuerpo sin alma de retar a Dios? La mujer sin alma ya no es pecadora, sino un ser inocente que, de morirse, se va al limbo. Y si no peca por no tener alma puede abortar, pues a nadie se le ocurre pensar que el animal que mata para sobrevivir se va derecho al infierno. El infierno no existe para los que no tienen alma.
Ahora bien: si sólo la madre tiene alma, entonces no peca. Y, si los dos tienen alma, ¿por qué no preguntarle al feto lo que opina? Los médicos y los teólogos no se ponen de acuerdo. No se sabe a ciencia cierta cuándo empieza a formarse el alma. Según el Casares, "alma es la substancia espiritual que informa el cuerpo humano". Y "feto es el producto de la concepción de la hembra vivípara, después del período embrionario y antes del parto". El lío sigue igual: ¿cuándo el producto pasa a ser cuerpo? Y, si los que no creen en la existencia del alma se desembarazan de un producto que todavía no es cuerpo, ¿qué ley infringen? Los médicos y los teólogos pasarán años discutiendo sobre esta cuestión, más larga que la del sexo de los ángeles. Mientras tanto, los magistrados ya lo han decidido. Una muchacha de diecinueve años está en la cárcel por algo muy simple: desea tener un producto-cuerpo-hijo del hombre a quien ama.
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