El misticismo sonoro de Gonzalo de Olavide
Terminó la Sinfónica de RTVE sus actividades de este año con un concierto extraordinario, dirigido por Arturo Tamayo y cuya motivación principal era el estreno de Estigma, de Gonzalo de Olavide, encargo de RNE con motivo de las conmemoraciones de Teresa de Avila.El compositor madrileño, residente en Ginebra desde hace tres lustros, ha escrito una partitura excelente y dotada de tal poder de comunicación, que el público -menos numeroso del deseable, dada la fecha y las deficiencias de la publicidad- respondió con entusiasmo, ovacionó y braveó a Olavide y al director, Tamayo.
Componer sobre Santa Teresa no es fácil, si se hace desde una real distinción y renunciando a cualquier tentación de música de aniversario, subespecie de la denominada música utilitaria. Olavide buscó al personaje a través de un texto procedente de La vida de la santa, capítulo XXXI, de tanta fuerza dramática como llameante problematicidad: "Quiero decir que algunas tentaciones / y turbaciones secretas / que el demonio me causaba / ... Aparecióme hacia el lado izquierdo / la abominable figura. / Miré la boca / que habló espantable. / Parecía una gran llama clara/ sin sombra. Dijo que me había librado de sus manos, / mas que él me tornaría a ellas. ¡Estigma, estigma, estigma."
Color y misterio de santa Teresa
Orquesta Sinfónica de RTVE. Director: A. Tamayo. Solistas: Elvira Padín, Carmen Sinovas, Juan Porras, Jesús Zazo, H. Kriales, P. Ceballos, E. Correa, V Martínez, J. Meliá, M. Sáez, J. Enguidanos y J. Tordesillas. Obras de Stravinski, Bach y Olavide. Teatro Real. 23 de diciembre.
Color y misterio
Confiesa Olavide que del texto le interesan sobremanera su color y su misterio; esta vez ese tan traíso y llevado término -el misterio- cobra extraño poder de significación y expresión. Un cuartero vocal recita, canta o interviene en un quasi parlato impostado en el conjunto orquestal, de modo que lo que en otras obras es solista, en la de Olavide funciona como un elemento más de cuentos, la vivifican.
No podrá negarse que Estigma encierra un gran valor místico, por cuanto es partitura imaginada para un espacio determinado (Olavide pensó en un gran templo) y construida a través de una consideración cuasi mística del sonido, mínimamente scribiniana, y del silencio entendido de un modo activo, a lo san Juan de la Cruz.
Tan compleja ideología precisaba a la hora de hacerse realidad comunicativa no sólo de una buena técnica compositiva, sino de una verdadera maestría: la que demuestra, una vez más, Gonzalo de Olavide, artista profundo, de extraordinaria potencia creadora.
Artura Tamayo entendió Estigma con clarividencia y desde una total identificación con la idea del compositor, de modo que el estreno resultó admirable y de meridiana claridad. Tamayo, que, como Olavide, reside en el extranjero, sigue una carrera siempre ascendente y además hace gala de verdadero arrojo a la hora de componer sus programas. Y, por supuesto, de un refinado criterio, porque antes del estreno ofreció una sobria y transparente versión del Monumentum pro Gesualdo, homenaje de Stravinski a ese otro Stravinski de siglos atrás.
Completó la sesión con la Ofrenda musical de Bach, en la muy bella y expresiva versión orquestal de Markevitch, en la que director, orquesta y solistas trabajaron con entusiasmo hasta conseguir los mejores resultados posibles.
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