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RELIGION

Martín Patino analiza en el club Siglo XXI la 'nueva presencia de la Iglesia' en el Estado aconfesional

"La secularidad del Estado tiene plena razón de ser si es entendida como neutralidad ideológica y, al mismo tiempo, como garantía de libertades", afirmó ayer José María Martín Patino, provicario de la diócesis de Madrid-Alcalá, en el curso de la conferencia que pronunció en el club Siglo XXI sobre Nueva presencia de la Iglesia en la sociedad española.Martín Patino situó el punto de aranque de su análisis en el hecho nuevo de una Constitución aconfesional, que da ocasión a algunos para cuestionar la legitimidad del reconocimiento de la magnitud pública de la Iglesia. La evangelización de la sociedad pluralista y en trance de emancipación plantea a la Iglesia nuevas exigencias.

En opinión del conferenciante, el ordenamiento jurídico ha ido reconociendo en España, sucesivamente, la hegemonía de cada uno de los conceptos de confesionalismo y laicismo en perjuicio del otro. Sin embargo, cuando es la libertad la que se erige en valor público, como ha ocurrido en España, ya no tiene sentido aquel enfrentamiento y se abre paso a una síntesis, que consiste en el respeto a la libertad religiosa como libertad civil.

El Estado aconfesional, añadió Martín Patino, se declara incompetente para cualquier elección o juicio religioso. Esta actitud no es incompatible con el reconocimiento positivo de lo religioso como factor social específico, que debe favorecerse mediante relaciones de cooperación con las distintas confesiones.

En cuanto a la presencia católica en la sociedad, Martín Patino señaló que resulta esencial para comprenderla la relación entre la fe y la cultura, y añadió que interesa tomar conciencia del significado que pueden tener expresiones como Iglesia vasca, Iglesia catalana o Iglesia gallega. La nueva presencia de la Iglesia en los pueblos de España se enfrenta, por ello, con una tarea delicada de inculturación de la fe que no puede ser minimizada ni exagerada.

Finalmente, el conferenciante analizó la presencia pública de la Iglesia en sus relaciones con los partidos políticos, desde el punto de vista del testimonio que ha de dar sobre "la trascendencia y los valores absolutos". El Evangelio exalta determinados valores, pero lo hace desde su propia originalidad religiosa y sin identificarse con modelo histórico de sociedad o programa político alguno. El campo de la acción evangelizadora, por tanto, se extiende en aquel nivel más profundo que describe Pablo VI como el de "las concretas convicciones particulares". Superados todos los recelos, esas convicciones merecen ser convocadas ánte el gran reto moral que tienen planteado en España la política y la cultura y la comunidad católica debe mantener una presencia pública que no defraude las esperanzas del momento histórico.

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