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Alfonso Guerra acepta la vicepresidencia única del Gobierno socialista

Alfonso Guerra aceptó a primera hora de la tarde de ayer ocupar la vicepresidencia única del Gobierno de Felipe González, tras una larga conversación entre los números uno y dos del PSOE. Con ello termina una semana de dudas, vacilaciones y tensiones, al menos aparentes, que han polarizado el primer plano de la atención informativa de los últimos días en torno a la presencia o no de Guerra en el Gabinete socialista, mientras quedaba oscurecida la formación de la lista de ministros. Guerra, que en ningún momento estuvo ausente de esa lista, se negó ayer a explicar a este periódico las razones de su decisión.

La noticia que rompía las jornadas de cábalas fue difundida ayer, domingo, por la agencia Efe a las 14.52 horas. Minutos después, la misma agencia ampliaba la información mediante un despacho que trasladaba una nota escueta de la secretaría de Prensa del PSOE, según la cual "tras una conversación mantenida con el vicesecretario general del partido, Alfonso Guerra, Felipe González, candidato a la Presidencia del Gobierno, ha tomado la decisión de incluir a aquél en el futuro Gobierno con la consideración de vicepresidente".Aunque este comunicado oficial atribuía la decisión sobre la inclusión de Guerra a Felipe González, fuentes oficiosas del partido reconocieron que había sido el número dos del PSOE quien había dado su conformidad a la incorporación al primer Gobierno González, de cuya lista en ningún momento estuvo ausente. Sin embargo, el único requisito exigido por Guerra para aceptar el cargo de vicepresidente -que se lo pidiera el partido- no fue cumplido, al menos formalmente, ya que la comisión ejecutiva, en su última reunión, del pasado viernes, no resolvió el problema, ni tampoco comisionó al secretario general del PSOE para que hiciera una última gestión en nombre del partido cerca de Alfonso Guerra, que había solicitado "tiempo para reflexionar".

Los intentos de este periódico para obtener una explicación directa de Alfonso Guerra sobre las razones que le han movido a cambiar de opinión, no tuvieron éxito en la tarde de ayer. Guerra almorzó muy tarde y después regresó a su despacho de la calle Bravo Murillo, en donde estuvo trabajando durante varias horas. La jefa de la oficina de Prensa del partido, Helga Soto, trató de gestionar un encuentro de Guerra con redactores de EL PAIS, pero finalmente la entrevista no fue posible.

Por lo demás, las personas de la ejecutiva socialista con las que contactó este periódico -algunas de ellas miembros del futuro Gobierno- no expresaron sorpresa ante la decisión del número dos del PSOE, aunque reconocieron no tener noticias de ella. En todo caso, coincidieron en atribuir las indecisiones de Alfonso Guerra a problemas estrictamente personales, desprovistos de toda relevancia política. Desmintieron, por ejemplo, que existieran malas relaciones objetivas entre Guerra y los miembros del futuro Gobierno.

Concretamente, por lo que se refiere a las proclamadas diferencias con el equipo económico gubernamental que dirigirá Miguel Boyer, las citadas fuentes recordaron que no es lógico, desde una perspectiva del partido, mantener reticencias hacia el mismo, ya que "todo el equipo económico del PSOE va a quedar colocado, bien en el Gobierne, o en otros puestos claves de la economía nacional".

Javier Solana, ministro de Cultura del probable Gabinete socialista, coincidió con estas manifestaciones y añadió que, a juzgar por los contactos mantenidos tanto con Guerra como con Felipe González, las dudas del vicesecretario general del PSOE para formar parte del Gobierno sólo guardan relación con los deseos de Alfonso Guerra, "muy cansado durante la última etapa", -de preservar su vida privada y recuperar el tiempo perdido en perjuicio de una serie de dedicaciones personales de las que no ha podido ocuparse apenas en los meses anteriores. "La idea de vestir frecuentemente el chaqué o recibir personalidades al pie de la escalerilla de avión no se encuentran entre las principales aficiones de Alfonso Guerra", afirmó Solana.

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El 'teatro' de Guerra

Otras altas fuentes socialistas recordaron, por su parte, la vocación de Alfonso Guerra a teatralizar los problemas y a producir gestos, a partir de los cuales y con la colaboración (le la imaginación de algunos comentaristas, se fabrican tremendas disidencias y tensiones y "esas historias", dijo textualmente una de las personas consultadas, que no quiso que se revelara su nombre, "de que a Alfonso no le gusta el Gobierno".

En esta misma línea, el presidente del Congreso de los Diputados, Gregorio Peces-Barba, declaró a EL PAIS que no es correcto buscar ningún tipo de clave política en "supuestas diferencias entre Felipe y Alfonso, por la sencilla razón de que esas diferencias no existen". Agregó que la indecisión del vicesecretario general del partido únicamente pudo provenir de posibles dudas, tanto de Guerra como del propio Felipe González, sobre si sería más conveniente que el número dos del PSOE se dedicara al partido o al Gobierno, que, por lo que se ve, han sido resueltas en favor de la segunda opción.

En cuanto a la relativa orfandad en que quedará el Grupo Parlamentario Socialista sin la presidencia de Alfonso Guerra, sobre todo por lo que se refiere a la necesidad de que el líder de la oposición, Manuel Fraga, cuente con un interlocutor adecuado, fuentes parlamentarias socialistas reconocieron que este argumento había pesado también en las vacilaciones de la dirección del partido. Estimaron, sin embargo, correcta la decisión adoptada, ya que en todo caso, cuando la ocasión lo exija, tanto Guerra como Felipe González o cualquier otro miembro del Gobierno podrán contestar a Fraga desde el banco azul.

En cualquier caso, la incorporación de Guerra al Gobierno exige elegir nuevo portavoz parlamentario. En principio, la dirección del PSOE propondría para este cargo a Javier Saénz Cosculluela, secretario general del grupo en los últimos meses de la anterior legislatura, y para sustituirle en este puesto, al hasta ahora secretario general adjunto, Virgilio Zapatero. Fuentes próximas a Zapatero manifestaron su resistencia a participar en la dirección del grupo.

En general, ninguna de las fuentes socialistas consultadas aceptó que los dos máximos dirigentes del PSOE hubieran convenido en pactar unas aparentes disidencias para distraer la atención de la formación del Gobierno.

Algún destacado representante del sector crítico del partido negó también que las diferencias de los últimos días sean sólo tensiones aparentes y señaló que, por el contrario, "el tiempo demostrará que la incorporación de Guerra a un Gobierno felipista que no gusta a las bases del PSOE, es una mala solución".

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