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El viaje papal a Sicilia se salda con una tibia condena a la Mafia

Juan Arias

El tema de la Mafia, que ha traspasado las fronteras de Sicilia e Italia, es, sin duda, el motivo por el cual la Prensa internacional y las cadenas de televisión de medio mundo han seguido a Juan Pablo II hasta la isla italiana, lo que no había sucedido nunca antes en un viaje del Papa dentro de este país. Sin embargo, la tibieza con que el Papa trató el tema ha despertado no pocas controversias sobre su último viaje.

Hoy no se puede hablar de la vieja Mafia artesanal, sino más bien de un tráfico internacional de negocios sucios: la droga, colocación limpia del dinero de secuestros, asesinatos y ejecuciones sumarias que tienen un peso directo en la política de este país.Precisamente en Sicilia sucumbieron en los últimos tiempos, bajo las balas mafiosas, políticos, jueces, militares y periodistas, personas todas ellas que deseaban acabar con la plaga de inmovilismo y de la complicidad.

Curiosamente, en Sicilia, donde la Democracia Cristiana y la Iglesia han sido durante mucho tiempo los grandes acusados de connivencia con la Mafia, fue vilmente asesinado el democristiano Pierluigi Mattarella, presidente de la Asamblea regional y que era favorable a la colaboración leal con los partidos de izquierda. Y en el arzobispado de Palermo, donde el difunto cardenal Ernesto Ruffini se había distinguido por sus ambigüedades con los poderes mafiosos, ahora se halla instalado el cardenal Salvatore Pappalardo, que ha conseguido movilizar a la Iglesia de la isla para que todos los obispos sicilianos votaran recientemente un documento según el cual serán excomulgados los mafiosos.

El cardenal Pappalardo esperaba de este viaje, como se le informó al enviado especial de EL PAIS, una sola cosa: que el Papa llegase a Sicilia para dar aliento a sus esfuerzos y que declarase ante los obispos y el cIero que compartía la arriesgada labor de la parte más progresista de la Iglesia siciliana, y que Juan Pablo II repitiese, desde Sicilia, la excomunión y la condena moral del "fenómeno mafioso".

La cuestión es saber si el Papa lo hizo o no con la fuerza que hubiese deseado Pappalardo. Según algunos, el Papa lo hizo, pero con tibieza, sin comprometerse a fondo. Según otros, Juan Pablo Il hizo algo más de lo que se podía esperar.

Todo hubiese sido más evidente si en su último discurso a los jóvenes, en la plaza de Politeama, de Palermo, antes de salir para el Vaticano, Juan Pablo Il no hubiese omitido un párrafo de su discurso que era ciertamente el más importante de todo el viaje. Figura en el texto entregado a la Prensa y ayer lo publicó el órgano oficioso del Vaticano, L'Osservatore Romano. Pero el Papa, no se sabe por qué, en el último momento prefirió suprimirlo. Se trata del párrafo donde daba su espaldarazo a los obispos de Sicilia apoyando la excomunión a la Mafia.

El párrafo decía así: "Que vuestra esperanza sea tenaz frente al fatalismo, a la disgregación, a la complicidad, a la marginación delictiva, al crimen, que tanta sangre y tantos muertos ha desparramado en vuestras calles, mereciendo la clara condena moral, confirmada recientemente por vuestros obispos, de los cuales comparto plenamente el ansia pastoral y el generoso empeño también en este campo".

De lo que no cabe duda es de que la palabra Mafia, como demostró todo el viaje del Papa, es aún hoy el mayor tabú siciliano. Nadie quiere pronunciarla.

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