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De la economía artesanal, a las grandes inversiones

Juan Arias

Cuando el cardenal Giovamo Antonelli, inventor del óbolo de San Pedro, se dio cuenta que el único modo para asegurar al Vaticano una fuente económica segura era transformarse en un auténtico empresario, consultó nada menos que a un hebreo, pero que era entonces el mejor banquero europeo: James Rotschild. La primera operación fue trasladar de Italia al extranjero todo el capital líquido. Desde aquel momento, la Santa Sede, que hasta entonces mantenía una economía artesanal, basada en las ofertas de los fieles en materia económica, entra en pleno ritmo capitalista y se pone al paso de las reglas del mercado y de la organización financiera mundial.Las primeras inversiones fueron autorizadas por el papa León XIII. Existe una fecha clave en ese calendario: el 23 de noviembre de 1880. Aquel día, el Vaticano se bautizó en los negocios invirtiendo una parte de su capital en la sociedad Inmobiliare, que capitalizaba los terrenos de lo que es hoy la famosa vía Veneto, de Roma. Ya antes de la guerra mundial, la Inmobiliare era un gigante. Con la connivencia de la junta municipal democristiana, consiguió construir el gran hotel Cavalieri Hilton, en pleno parque de Monte Mario, uno de los puntos de mejor panorámica de Roma. Más tarde, en Washington, el famoso hotel Watergate, donde resbaló Nixon, y la Stock Exchange Tower, de Chicago, que es el edificio más alto del mundo.

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En realidad, Calvi sacó cientos de millones de su banco de Milán, enviándolos a sus consociados de América Latina, concretamente al Banco Andino de Lima, al Ambrosiano de Managua y al Ambrosiano Overseas de Nassau, en el paraíso fiscal de las Bahamas. Se trataba de manejar un dinero fuera del control del Banco de Italia. Al llegar a Centroamérica, todos estos millones de dólares se desparraman en un grupo de sociedades casi todas de nacionalidad panameña. Oficialmente, con la excusa de concesiones de crédito.

El punto clave de todo es saber de quiénes son estas sociedades de Panamá. ¿Son del IOR, es decir, del Vaticano? Es lo que afirman los inspectores del Banco de Italia. Y lo prueban con las 53 cartas de aval dadas por Marcinkus a Roberto Calvi. Si el Vaticano, afirman, garantizó a Calvi en sus operaciones, ahora es responsable de su quiebra. El banquero del Papa se defiende diciendo que se trata de cartas de favor personales a Calvi sin valor jurídico. Más aún: Marcinkus se había hecho escribir una carta de Calvi con la cual lo eximía de toda responsabilidad sobre las cartas de aval y se comprometía a no usarlas contra el Vaticano. Pero ahora resulta que dicha carta de Calvi es anterior a las cartas de aval y que las cartas de aval son posteriores a las operaciones de Calvi y que Marcinkus estaba en el Consejo de Administración del Overseas Ambrosiano de Nassau, donde obligó al Papa a pararse con la excusa de una escala técnica durante su primer viaje a Santo Domingo y México. ¿Qué significan, se dicen todos, estos juegos que permitieron a Calvi destrozar el mayor imperio bancario privado del IOR?

Si se puede discutir sobre el problema jurídico de la validez de dichas cartas de aval a Calvi, afirman que lo que nadie puede poner en duda en el Banco de Italia es que el IOR tiene que restituir lo que recibió directamente como crédito del banco de Calvi. Según datos publicados recientemente por el semanario L'Expresso, las deudas del IOR y de las sociedades panameñas, filiales extranjeras del Ambrosiano avaladas por el Vaticano, son las siguientes:

1. Deudas con el Banco Andino: IOR, 101 millones de francos suizos y 77 millones de dólares; Astolfine, SA, 474 millones de dólares y catorce millones de francos suizos; Belrosa, Inc., 88 millones de dólares; Bellatrix, 104 millones de dólares; Erin Company, 34 millones de dólares; Manic, 157 millones de dólares.

2. Deudas con el Ambrosiano Overseas de Nassau: IOR, diez millones de dólares y 39 millones de francos suizos.

¿Es verdad que parte de este dinero del que hoy es deudor el Vatícano se fue rumbo a Polonia para ayudar a Solidaridad? El semanal L'Espresso se lo preguntó expresamente al cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado. Este ni confirmó ni desmintió, pero EL PAIS ha podido saber que de aquella entrevista Casaroli hizo cambiar sólo una palabra. Precisamente sobre este tema.

Por su parte, en la única entrevista concedida por el arzobispo Marcinkus, al semanario Il Sabbato, inspirado por Comunión y Liberacion, hay una ausencia muy significativa. En la misma se le transmiten al banquero vaticano todas las acusaciones contra él recogidas en la prensa mundial. Y sólo falta la pregunta de si a través del banco del Papa llegó dinero a Solidaridad. Evidentemente, es un problema sobre el que Marcinkus ha preferido no hablar.

Sin embargo, algunos cardenales afirmaban en Roma que no es ningún crimen que el Vaticano mande dinero a Polonia. Parece ser que también el Partido Comunista Italiano ha ayudado al sindicato de Lech Walesa. El problema es si ese dinero fue fruto de ilegalidades bancarias y una de las causas de la quiebra del Banco Ambrosiano. Y también de esto los cardenales llegados a Roma de todo el mundo van a pedir explicaciones. Parece ser que les informará personalmente el cardenal Agostino Casaroli, quien les revelará el resultado de la investigación que por deseo del Vaticano han hecho sobre el comportamiento del IOR en el asunto Ambrosiano los tres banqueros internacionales: un italiano, un suizo y un norteamericano.

La última palabra a toda esta historia no la ha puesto nadie todavía. Se afirma que el Papa está entre la espada y la pared porque en la curia los cardenales están divididos a favor y en contra de Marcinkus. Las malas lenguas dicen que los favorables son quienes han recibido favores del banquero pontificio, y los que están en contra, quienes no los recibieron o tuvieron la inteligencia de rechazarlos.

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