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La liberación de Walesa, fruto de la mediación de la Iglesia polaca

Cuando el pasado día 9, Jerzy Urban, portavoz del Gobierno, se presentó ante los periodistas, sus palabras no permitían suponer que la liberación de Lech Walesa era cuestión de horas. En aquella ocasión sus palabras fueron: "No hay nada nuevo que decir sobre la liberación de Walesa. Al igual que los demás internados, su puesta en libertad depende de la normalización del país".

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En aquella ocasión, la atención fue acaparada por la entrevista que acababa de celebrar el general Jarazelski con el primado y por el anuncio de la visita del Papa a Varsovia el próximo 18 de junio. Por primera vez, sin embargo, los máximos representantes del Estado y la Iglesia coincidían, si no en el vocabulario, por lo menos en ciertas palabras -como normalización y cooperación-, hecho que Urban se encargo de subrayar.Nadie esperaba entonces que los acontecimientos se sucedieran con la rapidez que luego ocurrieron. Al día siguiente, la huelga general convocada desde la clandestinidad, fracasaba. Era, en parte, efecto de la intimidación y, en parte también, producto de la desmovilización. En Varsovia, únicamente se registraron conatos de manifestación ya entrada la tarde. Urban volvió de nuevo a convocar una conferencia de Prensa, a fin de llevar a los periodistas la conclusión oficial de la jornada: "El pueblo polaco, al no seguir la consigna de huelga, indica que quiere la paz y el orden". Esta vez, curiosamente, no se habló de Walesa, sino de Bujac, miembro de la dirección de Solidaridad que aún permanece en la clandestinidad.

La gran sorpresa

Pero mientras las fuerzas antídisturbios se movían incesantemente por las calles de la ciudad, con el fin de evitar cualquier alteración del orden, hacía ya varias horas que el primer secretario del partido comunista soviético había dejado de existir, acontecimiento que el propio portavoz del Gobiemo debía desconocer.Fue el día 11 -casi con veinticuatro horas de retraso- cuando las radios empezaron a transmitir programas especiales como homenaje póstumo a la memoria del dirigente soviético. Aparentemente, era la noticia del día. Cuando el portavoz del Gobíerno se hizo visible en el centro de Prensa, todo el mundo pensó que venía a leer la declaración gubernamental sobre el fallecimiento de Breznev, como así era. Salvo que al margen, Urban anunció la liberación, en un plazo breve, del ex presidente de Solidaridad, Walesa.

De acuerdo con este timing, todo hace pensar que el desencadenamiento del proceso tiene su origen en la entrevista Glemp-Jaruzelski, del martes día 9. La Iglesia, en efecto, ha representado un papel moderado, de pacificación.

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Siempre en los momentos más críticos -incluso antes del 13 de diciembre-, una entrevista entre el jefe del Gobierno y el primado ha contribuido a rebajar la tensión, evitando, tal vez, lo que habría sido una tragedia. No faltan quienes ven en el comportamiento de monseñor Glemp, "demasiada cautela". Dentro del mismo episcopado hay obispos como el de Przemysi (monseñor Tokarczuk), que prefieren fustigar a la Junta desde el púlpito.

Abrazo de amor

Reforzado por la autoridad que le daba haber estado días con el Papa en España, el primado esta vez ha jugado a fondo el papel de apaciguador. El mismo día de la convocatoria de huelga general, ante un auditorio no del todo satisfecho, monseñor Glemp decía sin rodeos: "La Iglesia se mantiene frente a su enemigo, y no quiere destruirlo. Puesto que la Iglesia abraza a su enemigo por amor... La Iglesia quiere convertirlo".La proclamación de la ley marcial y, después, la abolición legal de los sindicatos, ha llevado a una creciente polarización. Esto, unido a que el polaco es por temperamento apasionado, hacía que la situación fuera realmente grave. Imperan las actitudes viscerales. "Mis amigos se enfadan cuando les digo que lo que hizo el general Jaruzelski el 13 de diciembre lo hubieran terminado haciendo, de otro modo, los soviéticos con mayor violencia". Pero este tipo de razonamiento es antipopular, inaceptable, aunque provenga de una persona marcada por años de cárcel y que, en consecuencia, no es sospechoso de simpatizar con el régimen.

Conscientes de su aislamiento, de que están gobemando sin el apoyo de la mayoría (como admitía el viceprimer ministro Rakowski), el Consejo de Salvación Nacional intenta captarse a un sector de la antigua Solidaridad, incluido el propio Walesa. "Las ballonetas pueden servir para muchas cosas, menos para sentarse en ellas", es una frase que se escucha con frecuencia estos días.

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