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Yuri Andropov tratará de reducir la tensión en las relaciones de la Union Soviética con los países occidentales

La desdramatización de las relaciones con Occidente será, probablemente, una de las prioridades del nuevo hombre fuerte de la URSS, Yuri Andropov, quien, desde el viernes, es secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Así, al menos, lo deja entender la intensa actividad diplomática que realizó el domingo, aprovechando la presencia en Moscú de las delegaciones extranjeras que habían venido al entierro de Leónidas Breznev.

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El hijo de Andropov, en Madrid.

Entre tanto, Andropov despachó. con sus colegas del este de Europa -el polaco Wojciech Jaruzelski. entre, ellos- con gran rapidez. Cierto es que, con ellos, los contactos son más fáciles y frecuentes. Por el contrario, se aplicó en las entrevistas con los dirigentes alemanes y norteamericanos que habían asistido a los funerales.Andropov conversó el domingo, durante media hora, con el vicepresidente de Estados Unidos, George Bush, y con su secreto de Estado, George Shultz. Una hora dedicó al presidente de la República Federal de Alemania, Karl Carsten, y a su ministro de Asuntos Exteriores, Hans Dietrich Genscher.

Esta actividad diplomática del Kremlin abre, posiblemente, una nueva era. Andropov no tiene los problemas de salud y vejez de su antecesor. Para él no es níngún martirio mantener un diálogo, ni pasar una hora de pie estrechando manos de otros hombres de Estado, como tuvo que hacer el domingo durante la recepción fúnebre celebrada en el Kremlin.

Pero de los contactos mantenidos por Andropov con ocasión de los funerales de Breznev, los más significativos son los que sostuvo con los tres jefes de Estado o de Gobierno estrechamente relacionados con el problema de Afganistán.

En los mentideros de Moscú se afirma que, a finales de 1979, cuando el Kremlin tomó la decisión de invadir Afganistán, Andropov -por entonces, presidente del KGB- mostró sus reparos. Sus razones podían ser varias: o bien había pronosticado la fatal repercusión que este hecho tendría para las relaciones Este-Oeste, o, quizá, no lo consideraba necesario.

El 'problema afgano'

El domingo,'Andropov se entrevistó con los otros tres protagonistas del problema afgano: la primera ministra india, Indira Gandhi, y los jefes de Estado de Pakistán y Afganistán, Zia ul Hak y Babrak Karmal, respectivamente.

Con Indira, las conversaciones giraron, en parte, sobre la renovación del diálogo ruso-chino, que afecta al Gobierno de Nueva Delhi, así como sobre una serie de cuestiones bilaterales. Pero el protagonismo de la primera ministra india en el movimiento de los no alineados y sus reticencias respecto a la postura soviética sobre Afganistán la convertían, además, en una interlocutora importante.

De la conversición entre Karmal y Andropov no se sabe nada. Pero, al fin y al cabo, Babrak Karmal es un hombre, de la casa, y no parece que vaya a oponerse a los posibles nuevos vientos que corran en el Kremlin.

Lo realmente novedoso es la conversación mantenida por el nuevo secretario general del PCUS con el jefe del Estado paquistaní, Zia ul Hak. Cualquier solución a este problema pasa, sin duda, por un acuerdo previo con el régimen de Islamabad, en cuyo país se encuentran las bases de la resistencia islámica.

Durante sus últimos meses de vida, Leónidas Breznev dirigió parte de sus esfuerzos diplomáticos a lograr un compromiso que hiciera posible la retirada del Ejército soviético de Afganistán, sin que, a la vez, se pusiera en peligro la subsistencia del actual Gobierno de Kabul.

Breznev apoyó las gestiones que, en este sentido, realizaba el vicesecretario general de Naciones Unidas, Diego Cordovez, que trataba de encontrar un entendimiento entre afganos, paquistaníes e iraníes.

La labor de Ia ONU

La labor mediadora de las Naciones Unidas -que había sido elogiada repetidamente por el Kremlin- marchaba, no obstante, lentamente. Moscú -cuando se va a curnplir el tercer año de la invasión de Afganistán- parecía comenzar a pensar en la necesidad de deshacerse de esta patata caliente que tanto ha perjudicado sus relaciones con Occidente, y cuyos costos militares son apreciables.

La rapidez con la que Andropov parece haber aprovechado la presencia en Moscú de las delegaciones de países con los que tiene contenciosos pendientes muestra sus posibles deseos de forzar la maquinaria diplomática soviética, que se encontraba frenada, entre otras cosas, por la mala salud de su predecesor.

Las declaraciones optimistas hechas públicas por sus diversos interlocutores muestran cómo éstos ofrecen a Andropov, en principio, un voto de confianza.

Desde el punto de vista interno -cuando Andropov aún no se ha hecho por completo con las riendas de su país-, al nuevo secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética le interesa, probablemente, obtener algún fruto diplomático que pueda hacer valer ante sus posibles competidores, como contraste, al menos, de los fracasos que en este campo cosechó su predecesor durante los últimos tres años.

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