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LA LIDIA

Cogidas de Richard Milliam y del banderillero Francisco Piquer

El segundo toro de la corrida salió dispuesto a demostrar que la obligación de todo bicho de su especie es la de llevarse por delante a quien se le tercie. Y a fe que lo demostró. Camino de la enfermería se fue el banderillero Francisco Piquer, al que persiguió hasta un burladero y lo sacó de allí, con upderrote limpio e impresionante, cuando el confiando subalterno se encontraba ya al amparo de los maderos. Y la misma senda siguió el matador Richard Milliam, aparatosamente volteado y corneado después en el suelo al iniciar la faena de muleta.Afortunadamente las cogidas tuvieron más espectacularidad que gravedad, hasta el punto que el matador salió a despachar al cuarto toro, contra los deseos del facultativo. Pero por unos instantes la sombra de la tragedia planeó sobre la plaza y quitó el resuello a las gentes del toro que iban y venían por el callejón llenos de desconcíerto.

Plaza de Aranjuez

14 de noviembre.Un novillo de Sotillo Gutiérrez, para rejones, chico y manso y cuatro toros de la misma ganadería, bien presentados, mansurronesi. El rejoneador Vicente Magro, vuelta por su cuenta. Paco Alcalde: Oreja. Silencio. Oreja. Richard Milliam: En el único que mató, oreja. Durante la lidia del segundo toro resultaron cogidos Francisco Piquer y Richard Milliam. El primer sufre contusión de rodilla y el segundo herida en el escroto y varetazo en el muslo de pronóstico leve y menos grave respectivamente.

Los toros de Sotillo Gutiéreez, en realidad, no resultaron peligrosos. Este toro del desaguisado fue un toro andarín, insuficientemente picado y con tendencia a hacer hilo con los toreros, pero nada más. Si se echó a los lomos a sus antagonistas fue porque es condición de los toros de li dia hacer esas gracias de vez en cuando. Pero ni él ni sus hermanos fueron barrabases en ningún momento. Mansurrones, sí, con pocas ganas de pelea y sin entregarse con codicia, pero toreables, en cierto modo, como lo prueba el que ambos matadores obtuvíeran trofeos.

Paco Alcalde mató tres toros por la cogida de su compañero y lo hizo con facilidad y sin apuros. Sólo dió la nota fea con las banderillas. Y es que hay toreros que se empeñan en coger los rahiletes cuando es evidente que el destino no los ha llamado para ese menester. Lo mismo le ocurrió a Richard, con el que alternó el manchego. Ambos tiraron palos al suelo y pasaron lo que no está escrito para clavar. Allá ellos, si se empeñan en seguir haciéndolo.

Con la muleta, Alcalde estuvo frío y desangelado, pero seguro y con eficacia, aunque a veces aprovechó los viajes y sacó a relucir algunos conocidos trucos del oficio. Richard Milliam compuso la figura y buscó la marchosería y el andar pinturero, olvidando que el toreo es algo más que la imitación de los carteles de colores. Un tal Vicente Magro rejoneó un novillo escuálido con más voluntad que acierto. El bicho tuvo tendencia a refugiarse en las tablas y el caballero tuvo que hacer las suertes en aquellos terrenos. Para matar atravesó al novillo de un rejonazo.

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