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Entrevista:

Eliahu Inbal, una de las mejores batutas jovenes de Europa, dirige en Madrid el 'Réquiem' de Verdi

El director de orquesta Eliahu Inbal cuenta 46 años de edad. Nacido en Jerusalén, alumno de Celebidache y de Bernstein, es una de las mejores batutas jóvenes -menores de cincuenta años- en el actual panorama europeo. Este fin de semana interpreta en el teatro Real una de las piezas clave del repertorio sinfónico-coral, el Réquiem de Verdi, con la colaboración de dos grandes cantantes, Julia Varady -que debuta en España- y Ruza Baldani.

Inbal está desde 1974 al frente de la Sinfónica de la Radio de Francfort, una orquesta que él ha transformado en uno de los cinco primeros conjuntos de Alemania y con la que nos visitará la próxima temporada. En 1971 se presentó en Madrid, dirigiendo, durante el famoso ciclo Mahler de la Orquesta Nacional, la Décima sinfonía, en la edición completada por Deryck Cooke. Desde entonces ha sido un asiduo visitante de las orquestas madrileñas, con especial atención a la Nacional, a la que dirige este curso en dos programas.Pregunta. Habiendo mantenido usted un contacto de casi once años conja Orquesta Nacional, habrá podido seguir la evolución del conjunto. ¿Cómo ve a la Nacional de 1982 en relación a la de 1971?

Respuesta. Bien, la verdad es que yo estoy encantado con esta última versión de la Nacional. He encontrado a los profesores muy atentos, en estado de alerta, con respuestas rápidas a mis indicaciones y con un gran deseo de tocar bien. Noto en los músicos un extraordinario sentido de cooperación, de responsabilidad, mucho más que en ocasiones anteriores -y la verdad es que siempre he trabajado a gusto con esa orquesta-, con una moral nueva. Me ha impresionado que un miembro del comité interno de la orquesta, hablando conmigo entre los ensayos, me dijera: "Somos conscientes de que tenemos que ser más ambiciosos". Y he sentido esta ambición por mejorar, por subir a más categoría. Se advierte más disciplina, mucha más gana de trabajar.

Mire, en los países latinos, como Francia, Italia o España, siempre puede uno encontrarse con problemas inesperados, pero, al mismo tiempo, se da una capacidad de entusiasmo, de improvisación y de espontaneidad que a menudo se echa de menos en países más fríos. En el norte de Europa, en la misma Alemania, hay más tranquilidad, más solidez, más silencio, menos bullicio; pero, con frecuencia también, hay más rutina.

En Italia, si los músicos no alborotan o no chiflan, entonces no hay nada que hacer, el concierto será un desastre; en Alemania, por el contrario, si hay un escándalo en el ensayo seguramente no habrá concierto. Esto hay que saberlo y no sorprenderse demasiado. Yo cuento siempre, en los países latinos, con el corazón y el temperamento de los músicos. Por eso me gusta venir a España, o a Venecia o Florencia, en Italia.

Y déjenme decirles una cosa creo que el futuro de la Orquesta Nacional, tras la experiencia de estas dos semanas, lo puedo contemplar con optimismo; si una orquesta tiene voluntad de superación, normalmente lo consigue... Naturalmente, con la ayuda de buenos directores.

P: A través de la radio hemos escuchado algunas de las interpretaciones que usted ha hecho en Francfort de las Sinfonía cuarta y Sinfonía octava, de Bruckner, en las versiones primitivas de 1874 y 1887, respectivamente. ¿Qué valor concede a estas ediciones, desechadas posteriormente por su propio autor?

R: Muchísimo. Quiero decirles que también he preparado con mi orquesta la Tercera sinfonía, según el manuscrito de 1873. El mes pasado he montado en Francfort un ciclo Bruckner con estas tres sinfonías de que hablamos, y las hemos grabado en disco por vez primera. Creo que estas partituras son, en su verdadera ur-fassung, o edición original, una revelación.

La Octava se parece bastante a la partitura que habitualmente se interpreta, que es una partitura corregida y alterada por el propio Bruckner, pero la Cuarta y la Tercera son dramáticamente distintas, con movimientos enteros diferentes de los acostumbrados. Estas versiones originales son mucho más modernas, su lenguaje es más avanzado y personal, más vital, más salvaje, quizá más imperfecto: hay algunos errores en la instrumentación que cualquier buen director puede corregir sin problemas.

Me permitirán que les diga algo que puede parecer herético: después de haber trabajado varios años en estas primeras versiones de las obras he llegado al convencimiento de que son incomparablemente mejores que las versiones corregidas.

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