Anatomía de Fraga
Lo dijo cierta vez Felipe González, en uno de los deslizamientos de su bondad natural (bondad que no sé yo si es virtud en un político):Al señor Fraga le cabe el Estado en la cabeza.
Ahora se ha probado, además, que le cabe mucha España en el cuerpo. Fraga es hoy, o va a ser en seguida, la muy noble, muy leal y muy comprensiva oposición, de modo que parece oportuna una anatomía de su persona o, lo que es lo mismo, de su partido. Y digo que es lo mismo porque lo unitario, en Fraga, es Fraga: lo demás es accesorio. Así, el Estado que le cabe en la cabeza a Fraga es, naturalmente, un Estado fraguista, ya que Fraga es un arbitrista de derechas que en cualquier momento podría resultar agravado en presidencialista por la democracia o en caudillo por lo que no es democracia (que también se hospitaliza hoy en su partido democrático). "El contenido del corazón" (que diría Luis Rosales) de Fraga Iribarne, yo creo que arroja sobre todo un tardofranquismo aperturista en que don Manuel podía jugar a demócrata cultural teniendo de guardaespaldas una inmensa dictadura real. En ese corazón aperturista de cuarenta años se albergan La tía Tula, de Unamuno (millones de ejemplares en TVE/Salvat), Aurora Bautista, que hizo la película, Nuria Espert en figura y enaguas de Le putain respetuose (que hasta Sartre y la Beauvoir se pasaron por aquí, en el 67, hotel Versalles), Carlos Fuentes cambiando de piel ante Robles Piquer, en un strip/tease literario e inquisitorial, más un racimo de paradores nacionales ruinosos construidos con el dinero espontáneo del turismo para hacer parecer que pareciera que el turismo lo había inventado él.
Más abajo, en el hígado, "abuelo del corazón" -Neruda-, que es la víscera política, Fraga tiene unas cuantas piedras: piedras del Valle de los Caídos, piedras de los mecheros de Alzaga y Garrigues, piedras del Alto de los Leones, quele han depositado Fernández Cuesta y Girón, piedras filosofales de Blas Piñar, piedras católicas de Pedro, piedras inaugurales y primeras piedras de UCD, que le quitaron de debajo de los pies a Adolfo Suárez. ¿Podrá el omnívoro Fraga digerir tantas piedras? Si a este ilustre político lo troceamos en una pizarra, mediante números y líneas de puntos, según el método conocido (lo he estado ensayando esta mañana), a mí me sale que Fraga tiene en la cabeza el autoritarismo; en los cuartos delanteros, el liberalismo conservador y diplomático anglosajón; en los cuartos traseros, el nacionalcatolicismo a un lado y el nacionalnacionalismo al otro. En las partes ajamonadas propiamente dichas (lo que López-Rodó llamó un día las cachas, con impensable autoerotismo), Fraga muestra, respectivamente, un autoritarismo acecinado y un voluntarismo curado al humo. Esta ruda anatomía, extrapolada al partido, supone que Alianza se escora por la izquierda hacia los diversos liberalismos/populismos (Garrigues, ex-ucedé, etcétera), que a su vez se filibusterizan entre sí, y se escora por la derecha hacia los versicolores inmanentismos: Falange, Fuerza Nueva, ucedismo de Martín Villa (sin Martín Villa), y facticismos surtidos/frustrados. Todo lo contrario, pues, de una mayoría natural, una gran derecha o cualquier otra cartografía homogénea de las que a Fraga le gusta presentar. Hemos hablado aquí de las voladuras controladas de los partidos. Nadie está libre de ese peligro, pero es que en AP ya ha empezado la guerra civil fría de los partidos calientes.
Fraga, político de raza que se crece en las campañas electorales (a la democracia se lo debe) ha conseguido batalladoramente ser el capitán de la muy leal -y comprensiva- oposición, pero sabe, asimismo, que ha sido el caballo de Troya electoral de unos troyanos que desnaturalizan AP. Su AP.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.