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¿Un Gobierno, dos Gobiernos, desgobierno?

Diversos medios informativos han puesto de relieve en los últimos días la amplia gama de incertidumbres e inconvenientes que plantea el largo período que ha de transcurrir legalmente para el traspaso de poderes, tras las pasadas elecciones legislativas, y la no menos larga serie de delicados aspectos de racionalidad y de protocolo que plantea el eventual acortamíento del calendario de actos constitutivos que, también dentro del margen discrecional que permite la legalidad, puede permitir a los partidos o los órganos de la transición apurar los plazos para reducir un compás de espera tan dilatado.Pasemos por alto que una buena parte de las críticas al largo ceremonial puede proceder de la lógica impaciencia informativa por conocer los nombres de quienes han de componer el nuevo Ejecutivo, y pensemos que también pueden influir en esa crítica unas normas que no contribuyen precisamente a potenciar un clima de traspaso de poderes y funciones con naturalidad y casi autonomismo en vez de con una solemne liturgia, quizá deseable y valorizadora del acontecimiento, pero seguramente también premiosa sin suficiente justificación y confusa en su significado y prelaciones. Pero habremos de convenir que no faltan razones subjetivas y objetivas para pedir una aceleración de los trámites hasta el límite de lo legalmente posible y una reforma del calendario operativo para el futuro.

Lo que, sin embargo, sí resulta tan perjudicial o más que el propio protocolo y el dilatado calendario es el secretismo de los líderes del PSOE a la hora de facilitar los nombres de quienes van a formar el equipo de Gobierno; la lista de hombres que compondrán los cuadros y el staff de la presidencia; los responsables directos de la gestión económica, y las cabezas ejecutivas que permanecen o puedan incorporarse a las distintas áreas de los órganos del partido vencedor en las elecciones.

Cualquiera de las fórmulas occidentales debería aconsejar la publicación inmediata de la lista de lo que unos llaman Gobierno en la sombra, otros Gobierno paralelo -que cubre el período entre elección y toma de posesión- y no pocos, simplemente, recambio automático, no de hecho ni de derecho -por unos días o unas semanas- pero sí nominado con todo el respaldo de una autoridad en potencia y todas las ventajas de tipo sociológico, psicológico y de funcionalidad que pueden evitar la sensación de vacío de poder, parálisis administrativa, o, lo que es peor, tentación de unos para precipitar decisiones o de otros para mediatizar acciones que los ciudadanos de a pie reducen con buen instinto a la pregunta: pero, bueno, entre tanto, ¿quién manda aquí? (...).

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No es bueno, en definitiva, que los ciudadanos de este país no sepan si hay un Gobierno, dos Gobiernos o un simple desgobierno, por el hecho de que unos hombres tengan los días contados y otros no sólo no puedan todavía actuar, sino ni siquiera se sepa quiénes son.

11 de noviembre.

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