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Visita de Juan Pablo II a España

"No os canséis demasiado", dice el Papa a los informadores que siguen su viaje

Rosa Montero

La Nunciatura está enclavada en la muy apropiada calle de Pío XII de Madrid. Es allí, en sus amplios jardines, en donde ayer por la mañana se celebró el encuentro del Papa con los periodistas que cubren su viaje. Hay centenares de informadores acreditados, pero esta cita es sólo para el pool, es decir, el pequeño grupo con pase prioritario que sigue al Papa estrechamente: ciento y pico, entre titulares y suplentes.En las escalinatas del palacio, sin embargo, hay algunas personas más. Aquí, como en casi todas las tribunas reservadas a prensa de los, actos públicos, hay gentes de procedencia ignota y función desconocida, cuya presencia desazona a los fotógrafos españoles (neófitos en las giras papales) porque con su entusiasmo por estar cerca de Juan Pablo II dificultan el trabajo profesional. Pero los reporteros gráficos extranjeros, veteranos en estas lides, puntualizan: "En ningún viaje del Papa hemos trabajado tan bien como aquí".

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La expectación aumenta. Pilar Urbano, la conocida reportera de Abc, consigue que el servicio de seguridad le deje pasar a la primera fila del corro. El cardenal Emery Kabongo, el secretario negro del Papa, reparte unos estuchitos de plástico con un llavero de metal: en una cara, Juan Pablo II; en la otra, Santa Teresa. Se abren las puertas, hay aplausos, se arremolinan los informadores: el Papa sale al jardín, con su sonrisa leve y lista de siempre. Le colocan la capa púrpura sobre su vestimenta blanca, y en ése instante Pilar Urbano sale disparada y se postra de rodillas ante él, ofreciéndole su pluma estilográfica: "Bendígala, Santo Padre". En un primer momento, Juan Pablo II no entiende lo que quiere: coge la pluma, se la devuelve. "Bendígala, por favor, Su Santidad", repite Pilar. Y el Papa la bendice.

Y después, las brevísimas palabras, apenas tres minutos. El Papa saluda a los periodistas, a aquellos que son ya "viejos conocidos" y a los nuevos. "Que no os canséis... "dice, y hace una afable pausa intencionada que los periodistas llenan con risas en sordina, para luego añadir malicioso y bromista: "... demasiado", y los informadores sonríen doblemente, en la complicidad del agotador viaje. "¿Está cansado el Papa?", pregunta alguien a gritos. "No os canséis vosotros", contesta Juan Pablo II, "hay una interdependencia". Dicho lo cual, bendice y se retira. Se oyen unos gritos de diapasón agudo: "Muchas gracias, Santo Padre, le queremos mucho, le queremos mucho". Es Covadonga O'Shea (directora de Telva, una revista de orientación cristiana) que está entusiasmada.

En el arremolinamiento, Rosa María Menéndez, una mujer madura que pertenece a Iglesia Mundo, captura el micrófono: "No se vaya, Santo Padre, no se vaya, una fotografía con todos, Santo Padre, por el amor de Dios, una fotografía con todos, por el amor de Dios", implora, contumaz, con el tono de quien pide una limosna. Al fin se escucha una voz de hombre: "¡Bajen todos a la explanadda inmediatamente! ¡Retiren los micrófonos! ¡Pónganse mirando hacia allá! ¡El Santo Padre tiene interés en hacer la foto, pero disponemos de segundos!". La gente gira sobre sí misma, desorientada ante las órdenes. Pero los mas hábiles o más enfervorizados se apretujan contra Juan Pablo II, literalmente incrustados en su capa, en una piña que fotografía Diaz Merchán, convertido por un instante en adecuado reportero.

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