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Visita de Juan Pablo II a España

Los representantes judíos mostraron su "dolor" por la audiencia del Papa a Yasir Arafat

Juan Arias

Juan Pablo II quiso dedicar ayer la primera hora de su nueva e intensa jornada española a un encuentro ecuménico recibiendo, en lugares separados, a los representantes de las comunidades cristianas no católicas y a los responsables de las comunidades judías. A estos últimos, Juan Pablo II les saludó con la expresión hebrea: Shalom, que quiere decir Paz. Samuel Toledano, secretario de la Federación de Comunidades Israelitas de España, señaló, en un comentario, escrito para la agencia Efe, que "hemos manifestado a Su Santidad nuestro dolor por la audiencia concedida recientemente al que simboliza el odio y la violencia ciega", en clara referencia al líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat.

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Ambos encuentros tuvieron lugar en la Nunciatura Apostólica, a puerta cerrada, sin la presencia de los medios informativos, pero al dejar la Nunciatura, todos, unánimemente, declararon que el clima de la conversación había sido de "plena cordialidad", y que el papa Juan Pablo II había querido hablar personalmente con todos y cada uno de ellos. Samuel Toledano, secretario general de la Federación de Comunidades Judías Españolas, en su alocución de saludo al Papa, quiso recordarle que, la esperanza de los judíos españoles es que "el milagro emprendido con los católicos contribuya a la paz en toda su plenitud, para que así se cumpla la profecía de Isaías, que dice: "Y en el desierto florecerá el derecho, y la justicia en el desierto morará. La obra de la justicia será la paz, y el fruto de la justicia la tranquilidad y la seguridad".Por su parte, Juan Pablo II, dirigiéndose a los representantes judíos, les dijo: "Tenemos un patrimonio común y la Iglesia está vinculada espiritualmente a la estirpe de Abraham, nuestro padre de la fe". A las diversas confesiones cristianas no católicas: la Iglesia reformada episcopal, la ortodoxa rusa, la ortodoxa rumana, la anglicana, la luterana y la evangélica de lengua inglesa, Juan Pablo II les dijo: "Se muy bien que por razones históricas bien conocidas habéis sufrido en el pasado para poder mantener las convicciones de vuestra conciencia", pero añadiendo enseguida, "gracias a Dios, aquella situación ha sido superada". Por eso, según el Papa, es necesario ahora seguir "purificando la memoria del pasado" para llegar a una total comprensión y colaboración mutua "basados en la verdad y en la caridad".

El reverendo Ramón Taibo, obispo de la Iglesia española reformada episcopal dirigiéndose al Papa afirmó que, hoy día existe un espíritu de colaboración fraternal entre las diversas iglesias cristianas, que en España ofrecen al pueblo español un testimonio y un servicio". Juan Pablo II les hizo también una confesión: "Desde el principio de mi pontificado", les dijo, "el ecumenismo ha sido y seguirá siéndolo uno de mis objetivos primordiales", y recordando que en España "el desequilibrio numérico entre católicos y cristianos de otras iglesias es evidente" les exhortó a que las relaciones entre los que llevan el nombre común de cristianos sean siempre fraternales.

En la puerta de la Nunciatura se cruzaban los representantes de las iglesias no católicas que salían de su encuentro con el Papa, con los periodistas, que iban a ser recibidos tamtién por Juan Pablo II. Unas monjitas iban saludando a unos y otros* con caras pascuales. Estaban allí, esperando a que saliera el Papa para verlo y mirarlo, de cerca, por la milésima vez. Uno de los cristianos ortodoxos salía con un estuche en la mano. Era *la medalla conmemorativa del viaje papa¡ a España: "Es un recuerdo del Papa", dijo, enseñándolo como una reliquia. Las monjitas no se resistieron: ¡Abralo, por favor, que lo veamos! El reverendo lo abrió, lo acercó hasta unos centímetros de los ojos extasiados de las monjitas católicas: ¡Déjenos tocarlo por lo menos! Y, casi como en un rito litúrgico ecuménico el reverendo no católico fue pasando la medalla regalada por el Papa de Roma a lo largo de la hilera de monjitas que la iban tocando como niñas felices.

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