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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Músicos

EL BREVE homenaje a Carmelo Bernaola que ha consistido en la presentación de un libro dedicado a, su vida y a su obra recuerda la dificil situación de los compositores contemporáneos españoles. Hay aquí una abundante creación reconocida en el mundo: un grupo donde el nombre de Bernaola puede ir unido al de Luis de Pablo, Tomás Marco, Cristóbal Halffter, Ramón Barce, García Abril, Moreno Buendía y algunos más (la "generación del 51"), continuada por compositores jóvenes que tratan de abrirse camino en un medio ingrato. Esta forma de arte y cultura sufre probablemente más (que otras la desproporción entre una labor intelectual elevada y un público desprovisto de formación y con una tendencia a la sordera artística para lo que es renovador. Se piensa que el Estado tiene que ser mediador en un aspecto a corto plazo, el de la atención a la creación, y en otro de largo aliento, el de la educación musical, que hoy está insuficientemente estimulada.Los músicos creadores tienen dificultades considerables para subsistir. Algunas obras de encargo, muy pocas ejecuciones en público, discos muy minoritarios. Están obligados a buscarse medios de vida aparentemente afines: la enseñanza, muchas veces con tropiezos burocráticos por cuestiones de titulación o de oposiciones en las que se tropiezan con un círculo cerrado, y generalmente con la desesperación de ver llegar alumnos sin la suficiente preparación básica. Los fondos para el teatro, a veces en odiosa y sórdida lucha para disputar una porcioncilla de derechos de autor a los escritores; los del cine, que constituyen una labor mecánica y de desgaste, o las ocasiones que les da la televisión. Todo ello en concurrencia con reproducciones mecánicas de compositores antiguos, gratuitos porque están en el dominio público y no generan derechos, o se los dan a supuestos adaptadores que no se encuentran en la obligación de tener talento. O la ejecución de un instrumento en algún caso (Bernaola es clarinete en la Banda Municipal de Madrid; hasta la temporada pasada tocaba en los conciertos del Retiro y las procesiones convenientemente uniformado). O las becas, las protecciones, los mecenazgos de algunas fundaciones, que han venido a sustituir hoy las de los grandes aristócratas de siglos pasados, pero sin que el sistema cambie demasiado.

Anthony Burgess recordaba hace poco en este periódico su condición de músico frustrado por la pobreza. No pudo ni comprar el papel pautado para la composición de su primera ópera, que quedó inédita. Hoy ya no basta siquiera con el papel pautado: para algunas formas de la música son necesarios verdaderos laboratorios. No están a su alcance, muchas veces tienen que buscarlos en el extranjero.

Es conveniente felicitarse por la nueva abundancia que se vierte sobre algunos compositores populares, muchos de ellos asombrados aún ante la pintura del solfeo. El juglar ha mejorado extraordinariamente, y está bien, aunque el contraste sea una legión innumerable de muchachos aspirantes que viven la más antigua. bohemia, y, la sustitución de una riqueza de composición, inspiración y creación por las necesidades del espectáculo, la multiplicación de la electrónica y la moda procedente de la metrópoli del imperio cultural. Esta abundancia no se correponde con la dificultad de trabajo para los músicos cultos, cuya labor es prácticamente incomprensible para la absoluta mayoría de los españoles, que confunden su creación con ruidos más o menos inconexos, y a veces un poco divertidos.

La incomprensión es antigua, la condición de músico largamente maltratada. No parece que el futuro vaya a ser mucho mejor hasta que se renueve la base, la comprensión general de su obra. Tengan, por lo menos, el homenaje y el respeto de una comunidad incapacitada a la que están dando un prestigio mundial

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