El futuro Gobierno
Quizá lo más interesante, lo más original, lo más innovador que han dicho los socialistas, antes y después de ganar las elecciones, se refiere a la formación de su primer Gobierno. Felipe González lo ha esbozado y Alfonso Guerra lo ha precisado incluso por la televisión:-Formaríamos un Gobierno de políticos, de técnicos y de gente con gancho social.
Los políticos, para la política; los técnicos, para temas tan específicos como la sanidad o la ecología; las personalidades públicas, como sustancia que hará soluble al PSOE en la sociedad, al Gabinete en la España actual. Y todo ello, por supuesto, sin espíritu bucanero de partido, sin exclusivismos ni preseas. Me parece una bella utopía práctica. Estamos en el tiempo de las utopías practicables, que son las únicas en que cree ya la gente. Eso sí que sería profundizar la democracia, una frase que todos han pronunciado a izquierda / derecha y que nunca ha quedado mucho más clara que esa otra del humanismo cristiano.
Lo que el socialismo español ha perdido por un lado para adaptarse a la cartografía real de España (y su capacidad de adaptación le ha dado el triunfo) lo ganaría por otro haciendo al partido soluble en la sociedad. He escrito Para españoles y para franceses, durante la campaña electoral, que la gente sólo acepta ideologías desfanatizadas y socialismos no dogmáticos. La experiencia de un Gobierno de independientes, o mixto, no es nueva en el mundo, pero sí en España. Los notables de la tribu (vieja sabiduría de los tristes trópicos: Levi-Strauss vuelve a tener razón) inspiran más credibilidad que los profesionales de la política. Sólo hay que ser, corno quería el maestro D'Ors, "especialistas en ideas generales". Si no, es que se fanatiza uno mucho. Lo cual que me llama María Teresa García Badell de Azpiazu, bellamente tarasca:
-Oyes, que salías en un espacio publicitario pidiendo el voto para un partido. Y yo defendiéndote en las cenas.
(Ya saben ustedes que las famas madrileñas se elucidan en las grandes cenas). Yo, como Fanny Rubio, o García-Sánchez, o tantos otros, tendría que salir diciendo que no he recomendado el voto para nadie, entre otras cosas porque no se me ha pedido. Lo contrario de esa apropiación de nombres en que han caído varios partidos es eso que pretende hacer el psocialismo: invitar a los hombres y los nombres a que participen en el gobierno de la cosa. Esto supondría una especie de asamibleísmo insólito, una comuna controlada y pacífica: Don Gonzalo Fernández de la Mora (ya se sabe que el don es peyorativo, o puede serio, según los casos) se equivocaba por aproximación, hace veinte años, profetizando "el crepúsculo de las ideologías". Lo que ha entrado en crepúsculos son los ideólogos, o más bien sus corredores de comercio, los políticos.
El crepusculario de los políticos se corresponde con el amanecer de los paisanos (paisano viene de país, y perdón por la obviedad etimológica), y yo diría que el psocialismo ha ganado gloriosamente sus elecciones, más que como partido, como paisanaje.
El político es un équite en traje de calle como el équite / militar es una consecuencia del antiguo guerrero, y en la medida en que se ha dicho que la política es la guerra por otros caminos. En las Comunas de París hubo paisanos; como Baudelaire / Rimbaud, en la Revolución hubo paisanos como el marqués de Sade, nuestra guerra civil fue mayormente una guerra de gente de paisano contra gente de guerrera.
La otra noche, en La clave, Herrero de Miñón evidenció esa conducta de guerrero de chaqueta frente al más civil de los coloquiantes, el periodista Julián Lago, director de Tiempo, que supo mantenerse ejemplarmente en paisano. La peculiaridad del psocialismo quizá sea, ante todo, su decisión de paisanaje.
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