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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El Plan Marshall y Argentina

El próximo Gobierno constitucional enfrentará dificultades unánimemente reconocidas como las peores de su historia contemporánea. Afrontará también un orden mundial conflictivo que plantea a todos los países, no sólo el nuestro, desafíos y dilemas inéditos. Como en otras circunstancias del pasado, un período crítico en Argentina coincide con cambios profundos en el orden mundial.

En circunstancias límites como las actuales, el país debe replantearse sus interrogantes fundamentales. Uno de ellos se refiere al potencial económico disponible y a las fuentes principales del desarrollo económico futuro.El inventario de recursos revela que Argentina cuenta con un inmenso espacio territorial, una oferta diversificada de recursos naturales y un acervo cultural y tecnológico considerable. Desde el punto de vista de la dotación de recursos humanos y naturales, Argentina es el país mejor dotado de la América Latina y del mundo en desarrollo.

El desastre de los últimos años ha debilitado severamente el aparato productivo. Pese a todo, el país conserva todavía un considerable potencial de acumulación y los medios necesarios para la expansión sostenida de la producción y del nivel de vida.

Debe realizarse un debate abierto y profundo sobre el potencial argentino y sobre las posibilidades de asentar, sobre los recursos propios, el proceso de reconstrucción posmonetarista y el despegue definitivo hacia una economía industrial avanzada. A estos efectos, las comparaciones internacionales suelen ser útiles y esclarecedoras. Con estos propósitos, en esta nota se comparan el aporte norteamericano a la reconstrucción europea después de 1945 con la experiencia argentina de los últimos años.

Concluida la segunda guerra mundial, Estados Unidos cumplió un papel significativo en la recuperación de Europa occidental. El impulso principal provino de la progresiva. revaluación del dólar y de los elevados gastos norteamericanos en el exterior.

El deterioro de la posición competitiva de Estados Unidos y la expansión de la liquidez internacional generada por el creciente déficit norteamericano impulsaron las exportaciones y el nivel de actividad en Europa y el resto del mundo industrializado. De todos modos, el llamado Programa de Recuperación Europea, promovido por el entonces secretario de Estado, Marshall, contribuyó a financiar la escasez de dólares de la temprana posguerra. El programa benefició a diecisiete países europeos y abarcó un período de cuatro años desde su inicio en 1947.

Siete años de crisis

El Plan Marshall consistió en contribuciones no reembolsables que ascendieron a cerca de 15.000 millones de dólares de la época. Computando la inflación de las últimas tres décadas, aquel monto representa alrededor de 60.000 millones de dólares de 1982.

¿Cómo se compara este monto del Plan Marshall con las magnitudes significativas de la experiencia argentina de los últimos siete años? Al respecto conviene recordar tres indicadores principales: la brecha entre el producto real y el potencial, la destrucción de capital productivo y la deuda externa. El primero se refiere a la diferencia entre el producto efectivamente registrado a partir de 1976 y el que debía haberse realizado si la economía nacional hubiera mantenido la tasa de crecimiento vigente hasta 1973. Entre 1976 y 1981 la brecha asciende a casi 100.000 millones de dólares. En 1982 el producto real será del 70% del potencial y la brecha asciende a 40.000 millones de dólares.

La pérdida del producto e ingreso en el período 1976-1982 alcanza a 140.000 millones de dólares. Vale decir: más del doble del Plan Marshall. El segundo indicador, la destrucción de capital, también revela hechos significativos. Suponiendo un producto industrial del orden de los 25.000 millones de dólares, una relación producto-capital de 1 a 3 y un desmantelamiento del activo fijo existente en el sector manufacturero del 30%, se observa que la destrucción del capital industrial en el período 1976-1982 asciende a una suma próxima a los 30.000 millones de dólares.

Por otra parte, considerando una tasa de ahorro del 20%, la pérdida de ahorro por la brecha entre el producto real y potencial antes apuntada es del orden de los 30.000 millones de dólares. A esto hay que agregar la disminución de la reserva vacuna de diez millones de cabezas en los últimos años. En conjunto, la destrucción de capital atribuible a la política monetarista, instalada a partir de abril de 1976, supera los 60.000 millones de dólares. Vale decir: un monto semejante al del Plan Marshall.

Finalmente, comparemos aquel programa de ayuda de Estados Unidos con la deuda externa argentina. Entre 1975 y la actualidad, la deuda externa se incrementó en 32.000 millones de dólares. Alrededor de la mitad del valor actualizado del Plan Marshall. En resumen: los recursos que Estados Unidos destinó a promover la reconstrucción europea bajo el Plan Marshall fueron inferiores a la destrucción de riqueza registrada en Argentina después de 1976.

Reconstruir sin ayuda

El país no puede esperar hoy programas de ayuda externa para financiar su reconstrucción posmonetarista. No habrá ayuda no reembolsable, como el Plan Marshall, ni aumento sustancial del financiamiento privado internacional mientras persistan las dificultades de la balanza de pagos argentina y las tendencias actuales del orden mundial.

No cabe esperar, a corto plazo, una expansión sostenida del comercio mundial, la mejora de los términos de intercambio de la producción primaria y la rebaja sustancial de las tasas de interés reales que imperan en las plazas financieras internacionales. A diferencia de la reconstrucción europea después de 1945, Argentina no contará con ayuda externa ni tampoco con un contexto expansivo del crédito y la producción mundiales.

Argentina deberá enfrentar esta crisis contando, fundamentalmente, con sus propios recursos. Pero la magnitud de la destrucción de riqueza posterior a 1976 y su comparación con el Plan Marshall ilustra, por una vía ciertamente dramática, la dimensión y el potencial de una economía que soportó tamañas calamidades.

Un país autoabastecido de energía, excedentario en alimentos, con un considerable mercado interno, un acervo tecnológico no despreciable y una tasa de ahorro del orden del 20% de su ingreso nacional cuenta con el potencial suficiente para asentar, en sus propios recursos, su reconstrucción y crecimiento.

La apreciación del potencial argentino ha sido, históricamente, la línea divisoria entre la propuesta nacional y la versión dependiente de nuestro desarrollo. Desde el debate registrado en la Legislatura de Buenos Aires y el Congreso Nacional, en la década de 1870 hasta la actualidad, los epígonos del país preindustrial sostuvieron siempre la incapacidad argentina de formar un sistema económico integrado y de consolidar un modelo de desarrollo autosustentado.

Desde Vicente Fidel López en adelante, la propuesta nacional enfatizó, en cambio, las posibilidades reales del país y la factibilidad de formar un sistema industrial avanzado en el marco del inmenso espacio territorial argentino.

Hoy, en 1982, sigue planteado el mismo dilema histórico. Sólo que ahora la solución definitiva del interrogante no admite más demoras. La política monetarista posterior a 1976 colocó al país en una situación límite: Argentina enfrenta la crisis volcándose a su dimensión interior y a la plena movilización de su potencial o tolera, definitivamente, la subordinación y el atraso.

La respuesta compromete el rumbo futuro del desarrollo del país y también el tipo de relaciones que se establecerán con el resto del mundo. Vale decir: ratifica la posición periférica en el orden mundial o, como decía Pellegrini, se intercambia "producto acabado por producto acabado". La respuesta compromete también la estrategia para enfrentar la deuda externa.

El país chico y dependiente aplicará la receta ortodoxa de ajuste de los pagos internacionales. El país real, en cambio, ubicará la deuda en el marco más; amplio de la reconstrucción de sus instituciones y su economía y, sobre estas bases, negociará y llegará a soluciones mutuamente aceptables con los acreedores externos.

Aldo Ferrer ex ministro de Economía de Argentina.

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