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Lluis Claret, un prodigioso sucesor de Pau Casals, explica la fascinación por el violonchelo

Lluis Claret, andorrano de origen y formación catalanas, de 30 años, considerado como un genio de la interpretación del violonchelo, actuó anoche y actuará hoy, por última vez, en el teatro Español de Madrid, donde interpreta a Bach y a Kodaly. La suya es una carrera sorprendente, cuya calidad ha llevado a los críticos a situarle como sucesor del gran maestro Pau Casals. En este perfil de su vida y de su obra, Claret explica su fascinación por el violonchelo.Claret entra en la habitación con el aire de quien no quiere interrumpir una conversación. Lleva a cuestas, como si nada, su gran instrumento, el violonchelo, y parece que va a decirnos, como Pau Casals: "Si no perdiera tanto tiempo inútilmente con ese guitarrote...".

Como suele decirse al pasar de los treinta, parece más joven que cuatro años atrás. "Sí; pero seguramente es cierto. Me siento más joven ahora. A pesar de mi corta carrera, siento que tanto desde el punto de vista del concertista como del de pedagogo, empiezo a dar frutos".

Lluis Claret no se considera ningún consagrado, ningún niño prodigio encerrado entre cuatro paredes, gastando horas y horas con el instrumento. "Ha habido épocas en las que he trabajado duro, pero siempre han sido momentos concretos. Generalmente todo se ha desarrollado de un modo natural y esta es una de las principales cosas que intento inculcar a mis alumnos: naturalidad". Trabaja diariamente con el instrumento unas tres o cuatro horas -"que son muy pocas"-.

Lluis nació en Andorra en 1951. Tiene un hermano gemelo, Gerar, que toca el violín. Andorra, porque su padre vivía exiliado allí. "Se exilió en 1939, con la entrada de los franquistas, acompañando enfermos, porque era comisario de hospital. Como casi todos los exiliados, mi padre fue una mezcla de muchas cosas, y entre ellas, organizador de los primeros conciertos para españoles en la Francia liberada". Y así el padre conoció muy personalmente a Pau Casals, que sería más adelante padrino en el bautizo de sus hijos .

"Mi dedicación a la música se debe a una manía de mi padre. Vivíamos en Andorra, donde el 98% de la población no sabía lo que era la música. En los años cincuenta, Andorra era todo montaña hasta la puerta de nuestra casa".

"Sí; un buen hombre que tenía y enseñaba absolutamente todos los instrumentos: piano, violín, guitarra, violonchelo, acordeón.... todos. Y fue mi primer maestro". Escogió el violonchelo y no sabe exactamente por qué: "Quizá porque tuve la posibilidad de ejercer la elección antes que mi hermano gemelo y por la devoción familiar hacia Casals. En todo caso, ver el primer violonchelo de mi vida me produjo una enorme fascinación, y estoy convencido de que si volviera a nacer, volvería a escoger el mismo instrumento. Claro está, si fuera músico".

"Cuando teníamos nueve años, mi padre organizó una visita de examen a Pau Casals. A mí se me había roto el mango del chelo y mi padre lo encoló con cola de carpintero. Naturalmente, al llegar a destino el instrumento se había desenganchado de nuevo. No pude tocar y lloré". Más adelante, en otra visita al gran maestro, sí pudo tocar, pero "tenía que interpretar el tiempo de una sonata de Vivaldi, así, a palo seco. Tuve tanto miedo, que perdí la memoria. Sin embargo, algo debí tocar, porque mi padre marchó contento de sus hijos y con el visto bueno de Casals".

Introversión y un alto grado de timidez han, significado una dificultad cierta en la carrera del solista, al menos en sus inicios y por lo del Trac ante el público. En ese sentido Claret considera muy valiosas las enseñanzas recibidas de sus maestros, Enric Casals y Gyorgy Seböl, que no son violonchelistas, "a pesar de que conocen el instrumento, no desole un punto de vista técnico, pero sí de interpretación, y me han ayudado a identificarme con el chelo, fisicamente hablando, haciendo del instrumento y yo una sola cosa, y eso mejora mucho la música".

Lluis Claret no concibe la carrera de concertista sin la. de pedagogo, porque considera que "existe cierta obligación moral de dar lo que se conoce. La satisfacción en el momento del concierto, si todo va bien, es grande, evidente; pero es un instante, al fin y al cabo. En la.enseñanza se produce, al contrario, una sensación de a largo plazo. Ves por qué avanzan o retroceden los alumnos. Te metes en sus problemas personales, se comen muchas de tus energías y llegas a casa rendidoy con la cabeza como un bombo. Pero te sientes capaz de ayudar y eso crea relaciones emotivas con el alumno, y eso sí es realmente satisfactorio. Debe aprenderse a ser natural, a mantener ante el trabajo y, ante el trabajo en público una actitud de normalidad. Yo, cuando era más joven, no daba importancia a esas cosas. Ahora sí la doy".

"La perfección no existe. Es magia. Hay momentos, mágicos, pero es sólo eso. Tenden.los a la perfección, cada vez más lejana".

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