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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El lobo golpista

QUE LAS fuerzas de seguridad del palacio de la Zarzuela (Guardia Real) montaran un servicio de vigilancia extraordinario y permanecieran en estado de alerta, durante la noche del martes, ante la presencia inopinada de una columna acorazada en las inmediaciones, nos parece que no tiene nada de particular dos semanas después de que el Gobierno de Calvo Sotelo anunciara que había descubierto un plan para bombardear dicho palacio, sin que hasta el momento hayan sido detenidos y encarcelados los principales conspiradores. Es obvio que un nuevo golpe tendría que ir contra el Rey, y es satisfactorio saber que la casa del monarca está bien guardada y pertrechada en su vigilancia.Más preocupante resulta, en cambio, que el Gobierno y las autoridades militares de Madrid no pudieran explicar la presencia de esa columna cuando así les fue requerido por los responsables de la seguridad de palacio. Porque es obvio que un movimiento de ese género tenía que estar consignado (como al parecer lo estaba, según declaró más tarde la propia Capitanía General). La sensación de desconcierto y descontrol que en este asunto del golpe está ofreciendo el actual Gabinete llega hasta la irritación si se piensa que hasta el momento ni siquiera ha comparecido su presidente ante la opinión pública -ni ante el Parlamento- para dar explicaciones al respecto, delegando para ello en los ministros de Defensa e Interior. Delegación que nos parece del todo insuficiente, desde el punto de vista institucional, en un momento tan grave como el que el propio Gobierno asegura que vivimos.

Y más preocupante es también la forma cómo la noticia ha sido publicada por algunos medios de comunicación, sistema que más parece encaminado hacia la creación de una sospecha de distanciamiento entre la casa real y las Fuerzas Armadas. A estas alturas resulta ya casi obvio que, si hay fermentos o preparativos ciertos de una intentona militar, quienes los agitan tratan cuidadosamente de mantener la crispación civil y la ambigüedad de la amenaza sobre la población, sin duda como marco adecuado para sus intenciones. El cuento del lobo que nunca llega, pero que siempre está viniendo, aplicado al golpe es algo demasiado sutil y peligroso para ser empleado como lo está siendo por determinadas e insidiosas -como ahora se estila en decir- plumas.

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