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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La morisma

La bronca la empezó Fraga diciendo que el triunfo de los socialistas sería como una nueva invasión de los moros. Un historiador liberal y antimarxista, como don Américo Castro, nos tiene demostrado que no hay otra. España que la de "las tres culturas" -judíos, moros y cristianos-, y que la morisma, con ocho siglos de estancia en España (unas cien generaciones, según Ortega) y febril comercio carnal entre todas las razas, es tan española como los españoles, que por otra parte no se sabe muy bien quiénes son: ¿Túbal, Don Pelayo, Istolacio, Indortes, Orisón, Corocota? El que no es español, desde luego, es Séneca, por mucho que los revisteros taurinos y los revisteros de la Historia hayan adjetivado como senequista el toreo de Manolete. Felipe González le ha replicado a Fraga que él fue quien trajo la guardia mora de Franco. Fraga responde con la cronología:-Yo tenía trece años; qué estupidez.

Efectivamente, aquel joven virgen no estaba en edad de traer, no ya la guardia mora de Franco, sino ni siquiera un negrito/hucha de las misiones. Son reyertas electorales de poco momento, mientras el negro toro de España, ay blanco muro de pena, se sube por las paredes. Gutiérrez Aragón, en Demonios en el jardin, que se ha estrenado estos días, presenta ya la guardia de Franco en ese momento híbrido en que los moros iban siendo sustituidos, por guardaespaldas de boina roja y ladeada, uno de los cuales es Imanol/protagonista/ Arias. Pero ahí está la Leyenda del César Visionario, de Federico de Urrutia, donde se hace hablar a un moro en verso: "Que el fusil me lo da Franco/y con el fusil su palabra". Y está Agustín de Foxá, el modesto Malaparte del fascismo español, contando cómo se bautizaba a los moros en la travesía Protectorado/Península, para la guerra. Mí generación (y en algún libro lo cuento) ha llevado en su mano cándida la mano enorme y oscura del, moro, hasta las "casas de niñas", por diez céntimos de propina (que al menos eran de cobre). De modo que quien trajo los moros a España, para matar españoles, sin remontarnos al siglo X, fue Franco. Algunos de estos moros, entre el cuartel y la casa de niñas, entraba en una iglesia buscando, quizá, huellas antepasadas, y se encontraba a Santiago Matamoros en un altar.

O sea que llevamos diez siglos en que el problema de España es un problema africano, como ya viera Unamuno, y ahora parece que se trata de saber quién trajo los moros, porque en la comparación electoralista hay una identificación subliminal: socialistas igual andaluces, andaluces igual moros, moros igual invasores.

Exasperando este apotegma de trasfondo racista, habría que depurar también a los andaluces (de momento están en el paro concentracionario la mayoría) y a los levantinos, que tanto tienen de moriscos: los moriscos fueron la aristocracia culta de la civilización mora.

Seguimos disputándonos a Sussonna, la Fermosa Fembra, que de noche yacía con caballeros cristianos en la reya de Toledo: hay cabalierazos que la repudian de día y la codician de noche. No nos hemos movido del retablo de Reyna Ysabel. Dentro de ese retablo bulle la campaña electoral y unos llegan al deliberadó confusionismo socialistas/andaluces/mors, mientras otros (o los mismos) se proclaman galaicos hasta los tirantes del alma. ¿Por qué es más español ser del Finisterre que del Puerto de Santa María?

El gran turismo de los sesenta tiene/tuvo su catedral en la Alhambra. ¿Depuramos también a los árabes y volamos la Alhambra en nombre de un integrismo de la sangre que no se sabe muy bien por qué provincia cae? Si en la riquísima España de las invasiones empezamos a depurar invasores, habrá que terminar votando al oso cantabroastur. Ese sí que es un españolazo.

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