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El Partido Conservador británico no tiene fácil ni rápida solución para el desempleo

Andrés Ortega

El Partido Conservador británico ha lanzado un desafío al electorado del Reino Unido. "No hay solución fácil ni rápida al problema del desempleo", señaló ayer en Brighton, con una mezcla de franqueza y de arrogancia -muy aplaudida-, el ministro de Trabajo, Norman Tebbit, en el congreso anual del Partido Conservador.

El thatcherismo sigue su curso y ha logrado ya transformar la esencia de este partido. Los moderados -con la excepción del ex primer ministro Edward Heath- han puesto una sordina a sus críticas a la primera ministra ante su indudable popularidad.En el debate -si así se puede calificar a una serie de monólogos- sobre el paro, Tebbit culpó a los anteriores Gobiernos y a los líderes sindicales radicales de los actuales problemas económicos, sin olvidar la crisis internacional. El ministro se explayó sobre los programas del Gobierno para combatir el paro, especialmente en la versión juvenil. El número actual de parados se eleva a 3,3 millones. El desempleo se ha triplicado en los tres años y medio del Gobierno Tatcher.

Encabezan las encuestas

Los conservadores siguen encabezando las encuestas de opinión, a pesar de la mala situación económica del país. Estas mismas encuestas ponen al paro como el problema fundamental en la mente de los británicos. De hecho, la sala de congresos de Brighton estaba repleta para este debate, demostrando el interés por el tema. El nuevo departamento de mercadotecnia del Partido Conservador debe estar alerta, y quizá haya concluido que el mensaje de Margaret Thatcher ha hecho mella en el electorado: no hay alternativa.La teoría y la práctica thatcherista no concuerdan. Aún, dicen sus defensores, la privatización de la economía y su racionalización seguirán adelante, habiendo ya logrado indudables éxitos en algunos campos. Pero la economía estatal sigue desempeñando el papel predominante que tenía bajo Gobiernos laboristas, salvo en la lucha contra la inflación; los demás indicadores económicos no arrojan un balance halagüeño para el Gobierno Thatcher.

"Milton Friedman se quejó de que no había suficientes liberales decimonónicos en este Gobierno", recordó en un mitin marginal el moderado ministro para Irlanda del Norte, James Prior. Su repuesta fue la de decir que había pasado un siglo desde el siglo XIX, y que para el Partido Conservador asumir un liberalismo decimonónico tendría tan poco atractivo para los votantes como un Partido Laborista marxista.

Ante el renacer de Margaret Thatcher, los wets (moderados) de su partidoy de su Gobierno se han visto obligados a moderar sus críticas a los dries (duros). Se limitan a hablar, en términos generales, de ampliar la definición del estado de bienestar. Wets significa húmedos; dries, secos. El húmedo ministro del interior, William Whitelaw, prefiere ahora abandonar esta terminología de buen colegio de pago inglés para diferenciar entre los ginebreros -conservadores tradicionales- y los whiskeros -Thatcher y sus acólitos-, pues, efectivamente, Thatcher no ha logrado transformar el tradicional Partido Conservador, paternalista y aristocrático, de Harold Mac Millan en un partido agresivo, populista y radical. De conservador ya sólo tiene el nombre. El único portavoz de la protesta conservadora es Heath, pero ya no está en el Gobierno.

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En el tedioso debate sobre política exterior, el jefe de la diplomacia británica, Francis Pyrn, defendió ayer la actuación británica en la crisis de las Malvinas (sobre la que no negociará con Argentina mientras mantenga una actitud beligerante). Pym reiteró su fe en la Alianza Atlántica y en la CEE. Destacaron los aplausos a su antecesor, lord Carrington.

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