Reagan
El presidente norteamericano, Reagan, ha convertido una rueda de Prensa en un acto electoralista. Pasa como aquí, o sea. Que si uno se compra una piruleta está haciendo electoralismo consumista de la derecha. Que si uno se fuma un porro está haciendo electoralismo libertario de la izquierda.Lo bueno de la democracia es que nos potencia como ciudadanos y, en época de elecciones, si yo voy a una cena con mi santa esposa, estoy haciendo campaña por los que defienden la familia como célula fundamental. Si voy con una cabecita loca, una boquita pintada o un corazón solitario, estoy haciendo campaña por el divorcio, el aborto y la enseñanza pública. (Aunque, ahora, las niñas de las monjas también salen muy despiertas.) Hay que quedarse en casa leyendo un libro, pero si cojo a Pereda es que estoy con Fraga, y si cojo a Williams Borroughs es que estoy con la horda disolvente y amoral, al margen de ese "humanismo cristiano" que se ha convertido en el slogan, como tengo dicho, de la derecha/izquierda. El humanismo cristiano es, concretamente, Erasmo contra Lutero y Calvino. Pero ninguno de los tres ha bajado de Rotterdam o Ginebra para hacer campaña. Reagan está rodeado por los cherokees de la izquierda americana, como cuando las diligencias hacen rueda en los westerns. Hay un improbable porvenir para su plan de revitalización monetarista. En vista de lo cual ha decidido profundizar su política de siempre, o sea, la demagogia del optimismo, que es la que está practicando la derecha en el mundo entero (no sé si España entra en el mundo entero). Como tiene idus de marzo para noviembre, en la Cámara y el Senado, Reagan se lo monta contra la oposición democrática. Y, sobre todo, relanza su utópico paraíso de inocencia fiscal, donde los ricos no van a pagar impuestos y los pobres van a ser tan felices que no les importará pagarlos.
Como Reagan es el triángulo equilátero que preside la felicidad occidental a plazos, ha dado lugar a una inflación mundial del optimismo en la derecha. Mientras la izquierda utópica explica realidades, renuncia a encandilamos y propone un programa de trabajos y días en común, sangre y sudor para evitar las lagruimas y no mimetizar a Churchill, la derecha, siempre tan pragmática, tan positivista, tan de don Augusto Compte, se ha vuelto utópica y prometedora. Fuera con el pesimismo teológico de la derecha. Habrá alegría en los mercados, jolgorio en los transportes, luces entre los cielos, paraguas para todos, nadie pagará impuestos y veremos nuevas prosperidades y reformas. Los ricos serán tan felices que hasta darán empleo a los parados en su felicidad, que la felicidad de un rico lleva mucha mano de obra. Nada de esto se explica bien con números, va uno a echar cuentas y no salen, nadie explica quién va a pagar la oca (dejémonos de patos, que son la frase hecha). Reagan, y a su vez la derecha, mundial, han decidido vender felicidad como anuncios por palabras. Hasta ahora habían conseguido el paraíso del perrito caliente. Pero se han acabado los perritos calientes, incluso el perro frígido, y he aquí que nos venden el perrito caliente metafísico, la hamburguer futurible con salsa de tomate de humanismo cristiano. Un respeto, please, con el humanismo cristiano. Esta es la realidad planetaria: a la derecha consumista se le han agotado los perritos calientes, en España y en el mundo, como estaba previsto (no sé si Marx escribió algo sobre las contradicciones internas del perrito caliente). Y como vender pesimismo no es electoral, han optado por vendemos a plazos el perrito caliente/metafísico, que nos comeremos en el cielo o no se sabe dónde, porque pelas no hay para salchichas, ni Beguin vende otras salchichas que las que llevan carne de palestino. Reagan ha puesto su hamburguer a la diestra de Dios Padre.
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