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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los punkis

Llegan con sus cabezas de plumero, llegan con el rouge masculino en las bocas infames, cardos en la solapa, manos gruesas que señalan con el dedo corazón, para resultar finas, llegan con gafas negras, gafas de sol en la noche nublada de septiembre, sombríamente, luminosamente llegan.Es a la sombra de Princesa 3, el neocubismo barroquizado de luces y de motos, es Alphaville, Laberinto de pasiones, laberinto de sexos, Almodóvar, un cine que recoge y vomita todos los iconos comerciales, para luego resultar dudosamente comercial. Pelucas de marfil en el preestreno, todo entre el comic y la movida urbana, pasando por el puente de humo de algún porro. Marta Fernández Muro, Concha Gregori, Fernando Vivanco, Ofelia Angélica, Fany MeNamara, Luis Ciges, el viejo cómico duro, reciclado para el pop cine, Angel Alcázar, Cristina Pascual, Cecilia Roth, bella y ninfómana, nariz roma de gata que toma muchos taxis y muchos hombres, gustatriz y erótica, Imanol Arias al que la moda le ha puesto de moda y que acaba de hacer en su estilo grisalla lo que podía ser un gran papel en Demonios en eljardín, de Gutiérrez Aragón, pero queda vampirizado entre la violen cia hembra de Angela Molina y la sutileza en espiral de Ana Belén. Helga Liné, dando su antigüedad ya casi mordoré a una Soraya aproximadamente fónica, la que creó el sorayismo en la prensa del mundo y hoy queda pomporé como Sissi emperatriz, que cuando menos le pegó duro al pastillamen. Pepe Salcedo, montador a golpes, de una deliberada inexperiencia que nos impide saber cuándo la narración se le escapa y cuándo la incoherencia no es naïf sabio, sino chapuza. Angel Fernández, que retrata mal Madrid, dudando entre el realismo y el mimetismo / Hollywood de la gran ciudad. (Roberto Bodegas, en Corazón de papel, sí que ha visto Madrid a su luz y su hora) Pedro Almodóvar, mejor realizador en los mogollones que en las escenas de dos. Preestreno, previda, prejuventud, presexo, precine, prepresencia. Todo es pre, de tan nuevo, de tan impaciente, recental y poco hecho, pero la pegamoidad cumple noches como si cumpliese años, la juventud son esos veinte años que se pierden tramitando la infancia y en películas como ésta queda todo muy resuelto: los últimos tebeos, la prensa del corazón, el aeropuerto de Barajas, el complejo de padre (todas violan a sus padres) y el rechazo de lo pequeñoburgués, expresado en madres que repudian a, sus niñas / probeta y esposas de tintoreros que repudian al tintorero. Temas a los que otro cine (como la sociedad que refleja) daría vueltas y rodeos mediante el viejo psicologismo y la vieja sociología (la sociología suele ser el diagnóstico burgués de los problemas socialistas), temas que en la cultura de los cultos son tótem y tabú (para que duren, más que para que se resuelvan), este cine los trata directamente, abiertamente, los vuelve del revés y el incesto pierde aquí bastante su nombre: "Perdona ahora que te cuelgue: estoy en la cama con mi padre".

Vienen de la infancia, los viejos niños punkis, vestidos de desván, disfrazados de ropero, los jóvenes marcianos, y están ya en un futuro tragaperras, pero reflejan de paso, y no inconscientemente, la mentira del vecindario, el sorayismo que alienó a sus madres.

Llegan vestidos de sí mismos, con oro y plata y lamé El Corte Inglés (lo que no podrían es vestirse de funcionarios), llegan los jóvenes punkis, la vieja pegamoidad, vienen de entre las chicas del montón (Isabel Luque me dice que se ha reído mucho, pero ella dramatiza aún su belleza), verdaderos en falso, marginales en oro bajo, la noche les saluda y el Madrid electorero les ignora.

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