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LAS VENTAS

Hicieron arte con la corrida terrorífica

Le teníamos por legionario, a este Raúl recio, y es porque aún no le habíamos visto con el toro pastueño. Pero le salió ayer, y le recitaba la escena del sofá. "¡Hola!", se decía la afición. "Este que tira del noble toro, lo embarca con suavidad y ritmo, torea como si su muleta fuera de seda, se cimbrea, se contonea, arrulla a la apabullante fiera cornuda con sonetos y espinelas, ¿es posible que sea nuestro Raúl el legionario, o nos lo han cambiado?. Y lo era, a fe, solo que poeta.La corrida era una trampa saducea. La corrida venía impresionante de trapío, sólo apta para desesperados de la vida. Ese Raúl tumbatoros, Pepe Pastrana y El Melenas, trío de legionarios por plebiscito, aceptaron torearla, y cuando hacían el paseíllo sabíamos que les echaban a las fieras. Brindaron: Morituri, te salutam¡. El público, en reconocimiento al gesto, también un poco con mala conciencia por la hecatombe que se veía venir, les dedicó una ovación y los tres saludaron montera en mano.

Plaza de Las Ventas

26 de septiembre.Toros de Jesús Trilla, de gran trapío, tres difíciles y tres nobles, Raúl Sánchez. Pinchazo y media (aplausos). Dos pinchazos y estocada (vuelta). Pepe Pastrana. Pinchazo y estocada corta, (aplausos). Tres pinchazos, bajonazo y aviso con retraso (vuelta con protestas). El Melenas. Pinchazo y estocada delantera (división cuando saluda), Dos pinchazos, estocada, seis descabellos y aviso con retraso (vuelta por su cuenta).

Y empezó la guerra. El primer toro cárdeno como todos, veleto y astifino, quería partir por la mitad a todo el escalafón de toreros en general, y coger a Raúl por la ingle en particular. Raúl no se dejó, desde luego, pero dio lidia al pregonao, intentó torearle, le toreó además, robó redondos a cambio de una maraña de guadañazos, y entró a matar como pudo. Demasiado poco le aplaudieron para lo que merecía su arrojo.

El segundo le pegó una voltereta al Melenas en un quite y le quiso pegar otra a Pastrana en los primeros muletazos, pero el diestro estaba valiente y dominador, descubrió que el toro era manejable por el pitón derecho y consiguió ligarle derechazos. El tercero tenía genio y poder, derribó dos veces don estrépito, manseó en cuatro puyazos y acabó tan violento como pregonao. El Melenas le aplicó la única suerte posible, que era la del mosquito, y en su ejecución, revoloteaba por allí, pegaba brincos, daba zumbidos, y tal ajetreo le servía para escapar de la cornada. Todos se lo agradecimos y respiramos aliviados cuando el toro escabechado a golpe de verduguillo, dejó de pernear.

Como siempre ocurre en Las Ventas cuando aparece un toro poderoso que tira caballos, los siguientes salieron inválidos. La autoridad competente debe estudiar esta, curiosa relación y, de paso, vigilar los chiqueros, por si alguien durante, la fiesta los holla con escalo y avietá intención. Inválidos salían pero, en el caso de ayer, también nobles, de manera que los terroríficos ejemplares pasaron a ser amorosa compañía de los diestros, quienes de morituri nada, ni hablar, y les decían madrigales, les pegaban pases como quien lava, se adornaban con torería.

Raúl caldeó los tendidos cuando en el precioso, apabullante y astifino cuarto ejecutaba el natural hondo y lo ligaba con el de pecho, ceñido, de cabeza a rabo.

Pastrana, en el transcurso de un larguísimo trasteo al enarbolado quinto, sacó naturales de irreprochable largura, y El Melenas le hizo al sexto alardes de valor en el mismísimo platillo, como esperar la arrancada a decenas de metros del toro, y aguantarla. Si llegan a matar bien -que mataron mal- encima cortan orejas y salen a hombros de la plaza.

Para que se vea lo que puede ocurrir con una corrida cornalona, cuajada y seria, terrorífica, criada para legionarios. Pues no sólo aceptaron lidiarla, sino que la arrullaron con sonetos y espifielas y, si les dejan, son capaces de llevársela a la cama. Porque no es reglamentario, que si no se la llevan.

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