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Consecuencias de la matanza de Sabra y Chatila

El Gobierno israelí, progresivamente acorralado

El Gobierno Beguin está acorralado. Lo muestra su precipitada decisión de nombrar un "investigador único" para examinar las circunstancias de la matanza de refugiados palestinos en Beirut. El investigador propuesto, presidente del Tribunal Supremo, se ha negado a aceptar el encargo, mientras se suceden las dimisiones de militares y civiles de alto rango.Hoy está prevista en Tel Aviv una gran manifestación de protesta.

El primer ministro israelí tenía inicialmente la intención de "estudiar el tema -de la matanza- durante dos o tres semanas". Pero las presiones públicas y las amenazas de dimisión de varios ministros, unidas a la conciencia del abismo que se abría ante él y su ministro de Defensa, Sharon, han llevado al jefe del Gobierno a proponer ayer a su Gabinete que el presidente del Tribunal Supremo, Isaac Kithane, investigara el masivo asesinato.

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El juez Kithane se ha negado a aceptar el encargo, argumentando que el Tribunal Supremo tiene que pronunciarse antes sobre dos demandas interpuestas por ciudadanos en las que se pide a Beguín que explique por qué se ha negado a nombrar una comisión investigadora estatal como lo prevé una ley de 1968.

La diferencia entre un investigador único y una comisión estatal es que sólo esta última está capacitada en Israel para convocar testigos y comportarse como un tribunal.

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Así, por ejemplo, si un testigo comete perjurio puede ser condenado hasta a siete años de cárcel. Cualquier otro investigador, aunque sea el presidente del Tribunal Supremo, carece de estos poderes.

Mientras tanto, varias personalidades israelíes han abandonado sus puestos para protestar contra la actitud de Beguin y Sharon ante la matanza de palestinos. El teniente general Amiram Mitzna, director de la Escuela de Guerra, ha presentado su dimisión al jefe del Estado Mayor, Rafael Eytan, alegando que ya no confía en Ariel Sharon.

El director de la oficina de Prensa gubernamental, Zeev Hefetz, que permanecía al lado de Beguin desde 1977, ha pedido "vacaciones durante un año para escribir un libro". El verdadero motivo, sin embargo, es que este alto funcionario considera imposible mantenerse en un puesto en el que tiene que responder, tras la matanza de Beirut, a las preguntas de los corresponsales extranjeros.

Más doloroso ha sido el encuentro entre Ariel Sharon y varios centenares de padres de soldados caídos en el campo de batalla.

El presidente de esta asociación exhortó al Gobierno a realizar una investigación imparcial y completa de los trágicos acontecimientos ocurridos en los campos de refugiados palestinos. "Por el honor de nuestros hijos muertos, por el honor de nuestros hijos vivos, por el honor del Estado de Israel", fueron algunas de las invocaciones, a las que Sharon contestó, visiblemente turbado, con la promesa de que se haría la luz.

El ministro de Defensa, por otra parte, ha repetido ante la correspondiente comisión parlamentaria sus acusaciones, ya hechas en la Kneset, contra "oficiales israelíes" que, según Sharon, estuvieron implicados en otra matanza de palestinos, la de Tel El-Zaatar, en 1976. Carnicería esta también perpetrada por las falanges libanesas bajo la mirada complaciente de los sirios.

Como por entonces los laboristas estaban en el poder en Israel, la intención de Ariel Sharon es clara: desviar la atención de las atrocidades de Sabra y Chatila y sus propias responsabilidades en ellas para reprochar públicamente a la oposición actual su particular historia negra.

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