_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Militares contra urnas en Bolivia

LA JORNADA de hoy, miércoles, puede ser decisiva en Bolivia. Desde hace semanas, y sobre todo en los últimos días, crece la presión en la calle contra el Gobiemo militar: huelgas, manifestaciones, proclamas... Hoy, miércoles, es el día de la "Marcha por el pan y la libertad", que ha convocado la poderosa central sindical COB, de cuyas filas han salido en el pasado algunos de los más importantes políticos del país. No es sólo una acción proletaria: otras clases sociales se suman a ella. Se enfrentan con un Gobierno militar fracasado, consciente de su incapacidad para sacar al país de la bancarrota a que la han precipitado, y hasta de mantener el orden público. Una gran parte de los militares pretenden la entrega condicionada del poder a los civiles, depositando sobre ellos la herencia terriblemente negativa de su Gobiemo y de los últimos años de incuria.La historia de estos años de Bolivia muestra esa continua vacilación de los altos estamentos militares a la hora de ceder un poder que les desgasta. Su problema es considerable: querrían, simplemente, que un gobiemo civil estuviera hecho a la medida de sus ambiciones y de la clase que representan, y rechazan las soluciones que dan las urnas; incluso tratan de manipular esas urnas. Las elecciones presidenciales de 1979 pretendieron el establecimiento de una democracia libre: el resultado, cuya autenticidad fue negada desde el primer momento, daba una mayoría a Siles Suazo, apoyado por la Central Obrera Boliviana, pero no la mayoría absoluta para presidir el país automáticamente; fue elegido por el Congreso, bajo presión de un golpe militar, el presidente del Senado, Walter Guevara Arce. Duró dos meses: el 1 de noviembre, el coronel NMatusch dio un golpe de Estado y se quedó con todo. Estados Unidos (Carter) suspendió su ayuda, la Central Sindical declaró la huelga; dieciséis días después cedió el poder a los civiles, y el Congreso eligió presidenta provisional a Lidia Gueiler, hasta las elecciones del 29 de junio de 1980. Las volvió a ganar Siles Suazo con su coalición de centro-izquierda (UDP), pero tampoco por la mayoría absoluta, y la oposición volvió a insistir en las irregularidades electorales. Vista la tozudez de la ciudadanía boliviana por elegir a un candidato poco grato a los militares, el general Luis Garcia Meza decidió.que había que evitar "la instalación en el corazón de América de una hoguera de anarquía y de subversión internacional", palabras destinadas ya a hacer eco a la campaña electoral de Reagan en Estados Unidos; por lo tanto, dio el golpe militar número 189 de la historia del desdichado país, y decidió acabar con tal hoguera mediante el acreditado sistema de las matanzas (unas novecientas personas muertas en la zona minera de Caracoles, en agosto de 1980), el cierre de la universidad, la disolución de los partidos, etcétera; no sin sufrir a su vez el intento de golpe del general Humberto Cayoja y, finalmente, su propia destitución por el general Torrelio.

Una historia poco edificante, durante la cual el país ha continuado desangrándose: en el sentido real y en el metafórico de la economía destrozada. Ahora, como en Argentina, como quizá en algún otro país de ese continente, los militares preferirían volver a sus cuarteles como si no hubiese pasado nada, como si estos años apenas hubieran existido: es decir, sin que examinaran las cuentas de la corrupción, los capitales enviados a Miami, los manejos con drogas, las responsabilidades en matanzas, prisiones, exilios y asesinatos. Que la pesadumbre de una economía y de unas finanzas enteramente rotas recayera sobre los civiles. Es el miedo a que no sea así, y se aclare ante la opinión pública su responsabilidad real, lo que dificulta la operación: aunque una parte del Ejército, que no ha participado en el botín ni en el desastre político, tenga el mayor deseo de verse libre de la vergüenza que está recayendo sobre todo el Ejército.

La fuerza con que se está ejerciendo la presión de la calle, si se confirma en las manifestaciones de hoy, podría llegar a estar secundada por la parte limpia del Ejército. De no ser así, la represión puede aumentar enormemente, con la idea de que aferrarse al poder puede suponer, por lo menos, aplazar la justicia. O llegar a un pacto con la oposición, como el que se pretende en Argentina, para hacer borrón y cuenta nueva.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_