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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Navarra, a la retaguardia

No por profano y ciudadano de a pie, creo yo, que mis razones sean menos razones que las de don Ricardo de la Cierva, quien en un artículo publicado por Ya se adentraba en la cuestión navarra con tan mala fortuna como intención.Que mi respuesta sea a todas luces el sentir de la minoría del pue

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blo de Navarra, minoría que no lo es tanto al convertirse en entusiasmada y frenética mayoría en determinadas zonas geográficas de Navarra.

La llamada ley de amejoramiento no es sino una más del montón autonómico, ley de autonomía basada estrictamente en el artículo 143 de la Constitución, que por no reconocer no reconoce ni el origen histórico de Navarra, comunidad histórica si las hay.

La autonomía navarra no tiene estatuto, no porque no lo necesite al ser preconstitucional, sino, más bien, porque hay que presentarlo, refrendarlo, aprobarlo.

Y el resultado, o sería negativo, que no es probable, o si no quedaría deslucido, hecho en feo.

Es sí mucho más cómodo decir que no lo necesita. Un estudio racional, serio, objetivo del texto pondría en alerta de fuga a una buena parte de los navarristas tradicionales, humildes hombres y mujeres del pueblo, hacia los postulados y las filas de los vasquistas. Triste terminología. La historia nunca debe ser embrión de la nueva sociedad a crear, pero sí que puede ayudar, contribuir a su construcción. La historia vasca y navarra, por tanto, hay que desmitificarla, como muy bien decía el secretario provincial de Euskadiko Ezkerra-IPS, Vicente Serrano. Por eso, aunque nunca hubiese existido una entidad histórica llamada Euskadi, que yo creo que sí, porque si no qué es el reino de Navarra -del eusquera diversidad-, por muchas razones económicas, jurídicas, culturales, etcétera, a Navarra le interesa enormemente su incorporación a la andadura jurídico-política de la comunidad autónoma vasca, para la configuración de Hegoalde, Euskadi sur. Y eso había que haberlo hecho mediante referéndum, entre otras cosas porque es carne constitucional. El referéndum está contemplado por la Constitución, texto que, como aquí se demuestra, lo rechazan a la menor cuesta arriba.

Pero no ha sido así, en su lugar se han inventado la segunda ley paccionada sobre las bases de la otra de 1841, aborrecida por el pueblo al ser ley de guerra.

No ha habido ley paccionada, como tampoco la hubo en 1841. Ha sido el Estado central quien ha impuesto, una vez más, la mordaza a Navarra. Lazo cruel que anuda con ahínco el navarrismo reaccionario, como entonces el navarrismo liberal.

Ha perdido la Navarra foral, por ahí está la gran trampa del amejoramiento, que no se pone mejor nada, que se depende más de Madrid, del Estado central, ya que los intereses del Estado en Navarra son grandes y sus cómplices mandan aquí.

En fin, cuando el agricultor se queda sin un mercado cercano en que vender sus productos; cuando el trabajador y el pequeño empresario se ven privados del impulso industrial vasco, naciendo su industria del proceso de mancha de aceite; cuando se ve asediado por sesenta multinacionales y en vez de crear una industria lógicamente agropecuaria, se la crean siderometalúrgica; cuando los grandes montes son del Estado; cuando tenemos media hora de televisión navarra, frente al tercer canal catalán o a la RTV vasca; cuando el número dé funcionarios del Estado resulta el cuádruplo del funcionariado foral; cuando el eusquera es sólo reconocido como oficial en una parte del territorio, sin potenciarlo en las zonas hispanohablantes, frente al trato que reciben el catalán y el valenciano, o el eusquera en la comunidad autónoma vasca; cuando pertenecemos universitariamente al distrito de Zaragoza, incluso contrariamente al espíritu de la LAU, ya que el universitario navarro no está en su entorno; cuando tampoco está en su entorno completo el cristiano euskohablante, al estar separadas las diócesis vascas de las navarras de Pamplona y Tudela.

Cuando pasa todo esto en y por la ley de amejoramiento, no creo que la aprobación por parte de las Cortes Generales de esta ley pueda al navarro cegarle de emoción o ponerle en trance de fiesta, como afirmaba Víctor Manuel Arbeloa.

Navarra ya no es foral, ya no va a la vanguardia como pionera de la libertad privativa de autogobierno, sino que se repliega, la repliegan, la llevan a la retaguardia.

Algunos no lo comprenden ni lo quieren comprender, "si oyes doblar a muerto las campanas, ¡Oh, Navarra!, están tocando por ti"./

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