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Viento, vino y poco público en la representación de Plauto en los jardines del templo de Debod

Apenas trescientos espectadores asistieron el martes a la representación especial de Asinaria o comedia de los asnos, de Plauto, organizada por la Asociación de la Prensa de Madrid a beneficio de los huérfanos de periodistas. Durante la función, escenificada por la compañía Asinaria en los jardines del templo de Debod, los actores se entregaron como en los mejores días, ofrecieron vino al público y lucharon con desigual éxito contra un fuerte viento que se llevaba los velos de Filenia la Complaciente y hacía tambalear las débiles mesas del mercadillo pagano.

En un esfuerzo por favorecer la participación del público, la compañía había vendido coronas de laurel y guirnaldas y, como de costumbre, eligió entre los espectadores una emperatriz que presidiera el espectáculo. Para completar la ambientación, hubo un conato de subasta de esclavas, pero el tratante, un actor que mostraba a la clientela una doncella super luxe, luego dijo:"Aquí tiene usted su esclava", y entregó una cadena de bisutería al anónimo comprador que se había atrevido a intentarlo. No hubo otras incidencias.Poco después de las diez de la noche, cumplidos los trámites, las cuatro danzarinas -Susana, Cristina, Raquel y Ana- saltaron al escenario entre cestos de melones , pepinos, verduras de plástico, colecciones de vasijas de cerámica, bolsas de cuero crudo y mascarones de pasta de papel. En un minuto, el templo se llenó de túnicas azules con vapor y manguito y de la purpurina que el viento se llevaba de las barbas de los actores. Gracias a los dioses, no se llevó, en cambio las notas de la guitarra profunda de Héctor Santos, ni las de la flauta de Manuel Gordillo, ni la pimienta de los diálogos, ni los efectos especiales, y la función fue pasando con naturalidad, como el vino gratuito que se distribuía en la taberna romana de la esquina.

Buen tono y varios momentos cumbre

Dentro de un buen tono general, la representación tuvo varios momentos cumbre en los que se adivinaba la mirada socarrona de Plauto. No obstante, las intervenciones más celebradas se debían, probablemente, al ingenio de Elvira Menéndez, autora de la versión moderna de la comedia. Quedaron en la antología del martes algunas frases de Leónias, el esclavo-pantera que se hizo pasar por Saureas, mayordomo gay de Demenetes. Y, sobre todo, algunos de sus insultos y exclamaciones, que muy bien podrían incorporarse al repertorio de los automovilistas madrileños. Decía, por ejemplo, "Jirón del braguero de Neptuno", o "Aborto jupiterino" "¡Por la pestaña del cíclope". Pero, sin duda, la injuria definitiva, el máximo hallazgo de la verdulería del 0limpo, fue un impar "¡Moco de la Hidra!"que el buen actor José María Vara declamó mientras agitaba una cola sintética de leopardo. De pronto, una racha de viento se llevó el velo de Filenia hasta el tejadillo del tenderete-fruteria, y alguien dijo: "Faltaba la magia; algún ágil reportero muerto en combate ha debido de invocar a Eolo".Sin embargo, hubo un lunar en la función: la escasa asistencia de espectadores. Por lo visto, la función benéfica organizada por la Asociación de la Prensa dejó sólo el beneficio de la duda.

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