Brasil está muy lejos de la revolución aunque parezca lo contrario
Con una población que se aproxima a los 120 millones de habitantes, de los cuales un 55% son de raza blanca, un 40%, negros y mulatos, la baja cifra de 250.009 indios y un 1% compuesto por personas de raza amarilla, predominantemente japoneses, la sociedad brasileña es un colorido abanico donde se funden diversas culturas provenientes de las distintas fuentes migratorias que la componen; de Europa, la mayor parte de emigrantes proceden de Portugal, seguidos por italianos y españoles.En otro, nivel encontramos,una fuerte colonia de alemanes, llegados en el períodó entre la primera y la segunda guerras mundiales. Los llamados popularmente turcos son los emigrantes procedentes de Líbano, Turquía y diversos países árabes, que en menor número que los judíos, hacen sentir igual que éstos su peso en la sociedad. Por otro lado, Brasil alberga un total de un millón dé japoneses e hijos de éstos, concentrados en São Paulo y en el sur, del país, donde suelen dedicarse a una agricultura artesanal.
Velado racismo
Aunque Brasil se define com un país no racista, la realidad es que existe una sorda discrimina ción que impide a los ciudadanos de raza negra alcanzar altos car gos en empresas privadas en la Administración pública y hasta en el Ejército, donde nunca un negro alcanzó el mando de las fuerzas armadas. también los cerca de 250.000 indios que todavía quedan en el país son considerados por la ley brasileña como menores de edad, siéndoles ácilamente recohocido el derecho a la vida, la cual pasan eif pequeñas, y no siempre agradables, reservas dirigidas por la Fundación Nacional del Indio (Funai).
Sin embargo, el problema racial quede diluido en una sociedad que avanza hacia atrás. Según datos del Banco Mundial para 1980, un 10% de familias brasileñas ácapara el 50% de la renta del país -las, cuales, en 1960, ostentaban un 39,6% de la renta, y en 1970, un 46,8% (véase gráfico)-, Mientras, dos tercios de los 44 millones de personas que forman la población áctiva ganan en la actualidad un salario mensual inferior a -Iós trescientos dólares, y cerca de un 20% no alcanza a ganár los doscientos -dólares al mes, sector de la población ubicado en medios rurales.
Sin embargo, las mayories concentráciones de renta se encuentran en el medio rural, caracterizado por grandes propiedades agrícolas y ganaderas, con pocos gastos de manutención, porque los salarios en este sector son los más, bajos, unido esto a diversas subvenciones que él Gobierno otorga a la agricultura.
Hablar de índice de desempleo en este país es una falacía: no existe ningún estudio minucioso- sobre la población con capacidad de trabajar y la incidencia de los desempleados en esta faja.
En primer lugar, es difícil controlar la población activa en sectores rurales, donde los trabajos del campo son realizados por jornaleros nómadas, quienes trabajan por temporada o cosecha y luego se ven obligados a emigrar a otras zonas donde se requiera mano de obra. Estosjomaleros no alcanzan a ganar los cien dólares mensuales, viven en establos, en condiciones infrahumanas. En las ciudades, lo que priva es el subempleo, eventual y sin contrato, lo cuál tie,ne un efecto dispersivo que dificWta una posible organización sindical de los trabajadores.
En los centros urbanos, la población pobre habita en barrios de favelas o barracas, invadiendo de la noche a. la mañana fincas en el centro y periferia de las ciudades, creando conflictos con los propietarios, quienes envían a la policía para desalojar el terreno, provocando la emigración de las familias desposeídas a otras fincas, donde repiten la invasión construyendo durante la noche sus barracas, en un intento de retrasar su expulsión, que nuevamente será inevitable.
Según el último censo, realizado en 1980, un 57,6% de la población brasileña tiene menos de diecinue: ve años de edad, y está previsto que en 1985 este sector alcance los setenta millones de jóvenes -casi el doble del total de la población española-, que, según las perspectivas actuales, deberán cambiar muchas cosas.o se encontrarán en un pozo mucho más oscuro que este en el que están sus antecesores. Por otra parte, las universidades brasileñas albergan la corta cifra de 1.300.000 estudiantes, mientras que cerca de veinte millones de niños en edad escolar no conocen la escuela; estos últimos incrementarán en pocos años el actual índ ice de analfabetos, calculado en un 25% del total de la población.
Para paliar los problemas que estos jóvenes encontrarán en el mercado de trabajo, varios sociólogos han apuntado como esencial un replanteamiento de la explotación agrícola, basado en una reforma agraria efectiva que disminuya la concentración de la propiedad rural, &sininuyendo las aglomeraciones en el sector industrial y urbano.
Progresismo eclesiástico
La Iglesia brasileña, a través de las comunidades de base, tiene una presencia activa en la vida política y social del país, por lo cual ha visto procesados y expulsados de Brasil a varios de sus miembros religiosos; unas veces, por manifestar su condena contra el sistema; otras veces, acusados de dirigir grupos de campesinos que exigen su derecho sobre las tierras que trabajan.
En Brasil, los sacerdotes están bien considerados en los sectores más pobres de la sociedad y son respetados por la incipiente clase media. Esta simpatía por la Iglesia católica se refleja en el censo, el cual arroja un total de 106 millones de católicos a lo largo y ancho del país.
Pero en el seno de la misma Iglesia existen algunos sectores, aunque minoritarios, reaccionarios, que en algunas ocasiones irrumpen en el escenario social, complicando aún más las relaciones entre Iglesia y Gobierno, ya bastante deterioradas.
Con vistas a la próximas elecciones, la Iglesia brasileña, a través de las comunidades de base esparcidas por todo el país, está desarrollando un trabajo de politización de la sociedad mediante sesiones explicativas de la política del país y con la publicación de un pequeño manual político para el cristiano.
Todas estas actividades ¡iritan al Gobierno del general João B. Figúeiredo, cuyos miembros acusan reiteradamente a la Iglesia de hacer política partidaria.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.